
Y ya nos acercamos al final de la historia que atrapó a millones de lectores de todo el mundo, la continuación de la serie 'Harry Potter' de la mano de su Hijo, James, titulada "James Potter y la Maldición del Guardián". Para leer el capitulo 18 haz click en "Leer Mas".

Capítulo 18: "El Triunvirato"
El año anterior, durante una aventura bastante espantosa en el Bosque
Prohibido, James había tropezado con algo llamado “dríada”, el espíritu viviente
de un árbol. La dríada era bastante bonita, de una forma triste e hipnótica, y había
avisado a James de que la sangre del mayor enemigo de su padre latía en un nuevo
corazón, a menos de una milla de distancia. La dríada también había dicho que
James debía tener cuidado: la batalla de tu padre ha terminado, le había dicho, la tuya comienza.
James no había sabido lo que quería decir la dríada con eso, pero había tenido la
persistente sospecha de quién era el heredero de Voldemort. Siempre había
sospechado de Tabitha Corsica, aunque los demás le dijeran que ella era
simplemente una chica inteligente y más bien taimada, con unas desagradables
ilusiones sobre la historia reciente. Ahora que James sabía que Tabitha era, de
hecho, el Linaje sobre el cual la dríada le había advertido, se sentía cada vez más
impotente. No había nada que pudiera hacer para detener el plan de Tabitha,
sobretodo porque no sabía lo que conllevaba el plan. Scorpius había insistido en
que su abuelo nunca le había contado los detalles sobre cómo el Linaje se
convertiría en el huésped del Guardián excepto que sería una prueba que
demostraría la voluntad y el compromiso de Tabitha hacia el propósito del
Guardián.
A James le hubiera gustado preguntar a Merlín sobre el asunto, pero su última
entrevista con el director sólo había aumentado sus preocupaciones y miedos
acerca del gran hechicero. Asimismo, James podría haber escrito una carta a su
padre explicándole todo y pidiéndole ayuda, pero su padre ya estaba muy
ocupado con la venta de la Madriguera, arreglando los detalles del nuevo
alojamiento para la abuela Weasley y dirigiendo el nuevo sub-departamento para
sofocar el misterioso levantamiento de Dementores en Londres. Además, en su
última carta, el padre de James había admitido que creía que todo el asunto del
Guardián era un complicado truco ideado por los enemigos del Ministerio para
sembrar miedo e inestabilidad. ¿Cómo podía James pedir ayuda a su padre para
defenderse de algo que éste consideraba eran solo imaginaciones? James se
encontraba pensando cada vez más en las últimas palabras de la dríada: esta no era
la batalla de Harry Potter; era la de James.
Scorpius había sugerido que lo mejor que podían hacer era observar
simplemente a Tabitha tan de cerca como fuera posible, una tarea cada vez más
difícil a medida que se acercaba el final de curso. James la veía con regularidad
durante los ensayos de El Triunvirato ya que Tabitha era la asistente del director y a
cada vez más asumía la responsabilidad de los ensayos, mientras la profesora
Curry se ocupaba de la planificación de la producción final. Las críticas malévolas
de Tabitha a la actuación de James no habían amainado. Era aún más dura con él si
cabía, siempre disculpándose por hacerlo repetir sus frases delante del resto del
reparto, como si intentara asumir una cortés responsabilidad por su aparentemente
lamentable actuación. Después de todo, James había oído a Tabitha diciéndole en voz
baja a la profesora Curry, permití que recibiera el papel junto con el resto del comité de
reparto. Sin embargo, en retrospectiva la cosa se ve siempre más clara, como suelen decir…
La tarea principal de vigilar a Tabitha recayó en Ralph ya que éste compartía
Casa con ella. Además del malhumor general, Ralph no pudo informar nada
inusual sobre el comportamiento de Tabitha. Para James, ella parecía vagamente
impaciente o aún más aduladoramente educada que nunca.
Las clases empezaron a pasar volando a medida que la función se avecinaba.
Montones de padres y familiares viajaban para asistir al espectáculo, incluidas la
madre y la hermana de James. Su padre, para su gran disgusto, era necesario en
Londres para la primera demostración enérgica del grupo especial anti-Dementor
y por eso no podría acudir al espectáculo. Sin embargo, Ginny había prometido
grabar la actuación de James con unos Omniculares prestados, para que Harry
pudiera verla más tarde. A la luz de la sospechada gran audiencia, la intención de
la profesora Curry de llevar a cabo una producción enteramente no-mágica, del
tipo muggle, se vio eclipsada por el ávido y creciente deseo de producir un
espectáculo sensacional. James había visto pruebas de mejoras mágicas secretas en
casi todos los aspectos de la producción, desde la máquina de viento a pedales que
funcionaba misteriosamente sin que nadie moviera los pedales, hasta focos que no
estaban conectados a la electricidad y que continuaban brillando. De hecho, ya que
el castillo de Hogwarts no tenía energía eléctrica, varios pequeños generadores
muggle habían sido proporcionados a la escuela para proveer energía para las
luces. Hasta la profesora Curry había fallado en comprender que los generadores
necesitaban ser abastecidos continuamente de gasolina. En su afán por hacer lo
más conveniente, Damien había hechizado clandestinamente los generadores para
que emitieran un resoplido laborioso y, para mantener las apariencias, había
enchufado todos los cables eléctricos. La profesora Curry había dejado sabiamente
de hacer preguntas sobre los generadores y se había dedicado a cuestiones más
urgentes.
Las clases de Petra parecían estar sistemáticamente en conflicto con las de
James, de manera que rara vez tenía oportunidad de ensayar con ella en el
escenario. Era mala suerte, admitió la profesora Curry, pero no un gran problema
ya que Tabitha Corsica había buscado una suplente para Petra, cuando ésta no
pudiera asistir a los ensayos con James. El vértigo de Josephina Bartlett había
disminuido hasta un punto en que podía leer las frases en lugar de Petra, y
habiéndole sido originalmente asignado el papel de Astra antes de su lamentable
“accidente”, era la elección lógica para ser su suplente. Lo hacía con una especie de
fervor resignado, atrapada entre la vergüenza de tener que servir como suplente y
su deseo de probar que habría sido una Astra mucho mejor. Merodeaba por el
escenario, con los brazos cruzados y apenas reparando en los demás actores, hasta
que llegaba el turno de las frases de Astra. En ese momento, se lanzaba a su
lectura, cambiando de la apatía al melodrama absoluto en un simple parpadeo, y
luego volviendo a la apatía en el momento en que las frases de Astra terminaban.
Apenas parecía notar a James en el escenario, aunque muchas de sus frases
estuvieran destinadas a él. Por su parte, Tabitha parecía satisfecha con la
frustración de Josephina, sonriendo engreídamente siempre que tocaban sus frases.
James estaba especialmente molesto por tener que ensayar la escena del beso
culminante con Josephina, sobretodo porque no la había ensayado nunca con
Petra.
—No te atrevas a besarme, pequeño advenedizo —masculló Josephina mientras
se inclinaba, sonriendo vagamente.
—Ni sueñes con ello —gruñó James a través de su propia sonrisa cariñosa—.
Sólo intenta no caerte sobre mí, ¿vale? Pareces un poco mareada.
Se aseguró de fallar los labios de Josephina por un amplio margen. Un momento
después, las luces se apagaron y Tabitha pidió una pausa de diez minutos mientras
el equipo del escenario rellenaba la máquina de lluvia.
Esa noche, James soñó de nuevo, aunque esta vez, sintió que era un auténtico
sueño y no una visión directa de la realidad de otra persona. Empezó como
siempre, con un destello y entrechocar de hojas y vibraciones de madera vieja. La
figura del sueño se aproximó a la ondulada charca y miró adentro. Como siempre,
dos rostros surgían de las profundidades, un hombre y una mujer jóvenes. Sin
embargo, esta vez, parecían diferentes. Los reconoció vagamente como a sus
abuelos muertos hacía mucho tiempo, los padres de su padre. No parecían estar
mirando a la chica de los largos cabellos negros. En vez de eso, parecían mirar
directamente a James, que flotaba en la oscuridad cerca de ella. Sus rostros
parecían graves y preocupados, y aunque no pudieran hablar, se comunicaban con
los ojos: Cuidado nieto; observa detenidamente y camina con precaución. Cuidado…
La chica de cabello negro volvió la espalda a los rostros de la charca, y James
miró hacia ella. Aún ahora que sabía que se trataba de Tabitha Corsica, su rostro
permanecía perdido en la sombra. James intentó hablar, decirle que no se ocultara
más, que no tenía sentido, pero sus labios parecían estar cosidos. Se movió a su
lado a medida que ella pasaba la charca, y mientras cuando se movió, el sueño
cambió. Las negras paredes cubiertas de musgo se apagaron en la distancia y
fueron sustituidas por un viento frío en una cumbre cubierta de hierba. Una
enorme luna llena ardía en lo alto, amarilla e hinchada, como si quisiera caerle
encima. La forma de Tabitha continuó andando, y James vio que estaban en un
cementerio. Una cerca inclinada de hierro forjado desfilaba tambaleante a la
derecha, abarcando una colección de gastadas lápidas y criptas.
—Nunca había estado aquí —dijo la voz de un joven. James miró y pudo
percibir una silueta andando junto a la forma de Tabitha. La propia Tabitha
también parecía más alta, y su voz era bastante diferente cuando habló.
—¿Por qué deberías haberlo hecho?
—Mis abuelos están sepultados aquí —dijo sobriamente la voz del joven—. No
tengo recuerdos de visitar sus tumbas.
—Qué pena —dijo la forma de Tabitha.
—Si tú lo dices.
Llegaron a un resplandor en una hondonada. Emanaba de una linterna
enganchada a un poste. Cerca de ella, un hombre encorvado estaba sacando tierra
de una tumba. Se enderezó mientras se acercaban, contemplándolos con una fría
mirada evaluadora, como si los estuviera esperando.
—¿De quién es esta tumba? —preguntó la forma de Tabitha.
El chico suspiró, y súbitamente James lo reconoció.
—Mía —contestó Albus, volviéndose hacia la figura de Tabitha. Por fin James lo
vio bien bajo el brillo de la linterna. Parecía tener diecisiete o dieciocho años,
guapo pero cetrino, delgado, como si no se alimentara desde hacía días—. Sabías
que este día llegaría —dijo, sacando su varita mágica de la túnica—. Todos los
bandos han sido escogidos. Él presiente que estás aquí; ya viene, volando como el
viento. Pero hay algo que debes hacer antes.
Y Albus entregó a la forma de Tabitha su varita mágica.
Aún sabiendo que era un sueño, James intentó gritar, advertir a Albus, pero sus
labios no le obedecieron. No podía hacer nada más que observar. La forma de
Tabitha alzó la varita mágica de Albus, apuntándola al cielo. Ella inhaló y sus
hombros temblaron, como si llorara. Entonces, sin previo aviso, se produjo un
destello de luz verde y un silbido horroroso. El hombre encorvado de la pala miró
primero, luego la forma de Tabitha. Albus no levantó la mirada. Por fin, James
descubrió que podía mirar hacia arriba. Extendiéndose por el cielo había una
forma brillante. Era un enorme cráneo verde, con la boca abierta. De la boca del
cráneo salía una maliciosa serpiente, su mandíbula desencajada y amenazadora. El
fantasmagórico brillo de la Marca Oscura iluminaba todo el cementerio. En una de
las lápidas más cercanas, James vio su nombre y el de su hermana. Su sangre se
heló aunque sabía que eran los nombres de sus abuelos fallecidos.
Se oyó un fuerte chasquido, y otra figura apareció, con la varita mágica lista y
apuntando.
—¡Alto! —gritó la figura, y James pensó que la voz le sonaba extrañamente
familiar—. ¡Vosotros dos! ¡Sé que crees que tienes que hacerlo, pero éste no es el
camino! ¡Albus, no tiene porque terminar así!
—Hazlo —dijo Albus, pero James no sabía si estaba hablando con el recién
llegado o con la figura de Tabitha.
—¡No! —gritó el recién llegado, y había un deje de desesperación en su voz—.
¡Hay más en camino y ellos no perderán el tiempo con palabras! ¡Sólo tenemos
unos segundos! ¡Albus, no seas tonto!
—Lo siento —dijo Albus, aún mirando a la figura de Tabitha. Asintió
lentamente con la cabeza hacia ella. Ella bajó la varita mágica, apuntándola hacía
él.
El recién llegado avanzó, gritando el nombre de la forma de Tabitha, rogándole.
—¡Por favor, no! ¡Tú no eres esta en realidad!
—Tienes razón, James —dijo tranquilamente la forma de Tabitha, casi con
tristeza—. A partir de esta noche seré conocida por un nombre completamente
distinto.
Se produjo un grito ensordecedor y un destello de luz verdosa, que lo arrasó
todo. James cayó en aquella luz, luchando por mantener el sueño, pero éste se
quebró como un cristal, como una escena vislumbrada en un espejo hecho
pedazos.
Despertó, jadeante y sudoroso. Se sentó en la cama, con el corazón latiéndole
con fuerza. La cicatriz fantasmal de su frente latía con tanta fuerza que pensó que
se le partiría el cráneo. Se llevó la mano a la frente, siseando entre dientes. Después
de un minuto, el dolor empezó a remitir, pero muy lentamente. Cuando pudo
obligarse a sí mismo a hacerlo, James se giró para sentarse sobre un costado de la
cama. Abrió su cartera en la oscuridad y escarbó en el interior, buscando su pluma
y un pedazo de pergamino. Por fin, justo cuando el sudor en su cuerpo empezaba a
enfriarse al aire de medianoche del dormitorio, se inclinó sobre la mesita y
garabateó tres nombres y un lugar. Se quedó mirando fijamente lo escrito a la luz
de la luna. No tenía sentido. Probablemente era una tontería. Sólo había sido un
sueño, y de ningún modo como los otros sueños inducidos por la cicatriz
fantasmal. Pero estaba mal de una forma fundamental y muy preocupante. Por
razones que no podía admitir, sentía que era importante recordarlo.
Por fin, temblando, James se volvió a meter bajo las mantas. No tenía idea de
qué hora era. Mañana sería la función oficial de El Triunvirato, y después de eso, la
última semana de clases. En algún lugar ahí afuera, quizá no muy lejos, el
Guardián estaba merodeando, esperando a su anfitrión humano. Y aquí, dentro de
estas mismas paredes, estaba la anfitriona, preparándose para la tarea que la haría
digna. Y de algún modo, James estaba destinado a impedir que tal cosa sucediera.
La batalla de tu padre ha acabado, había dicho la dríada, la tuya empieza. No eran
palabras reconfortantes, pero eran las palabras que resonaban una y otra vez en su
cabeza, siguiéndolo mientras se adentraba, lentamente, en un descanso
intermitente y sin ensueños.
Cerca, Scorpius Malfoy yacía despierto, observando, sin hablar ni moverse.
Cuando estuvo seguro de que James se había vuelto a dormir, se deslizó fuera de
su cama. Cruzó la habitación, de puntillas, pasando por delante de la ventana y
lanzando su sombra sobre James. Scorpius se inclinó cuidadosamente, bizqueando.
No llevaba las gafas, pero la luz de la luna era muy brillante y pudo ver las
palabras escritas por James. Las miró con el ceño fruncido, inmóvil bajo la luz de la
luna. Por fin, Scorpius, se encaminó de vuelta a su cama.
Al contrario que James, no durmió el resto de la noche.
—¡Hoy es el gran día! —proclamó Noah, dejándose caer en un asiento al lado de
James en la mesa del desayuno—. Come “Treus”. No querrás desmayarte en el
escenario, ¿verdad? Después de todo, tú no tienes suplente.
James gruñó. Las mesas parecían inusualmente llenas esta mañana ya que
algunas de las familias que planeaban acudir a la actuación habían llegado la
noche anterior. El padre de Ralph, Denniston Dolohov, estaba sentado con él en la
mesa Slytherin, sonriendo inciertamente al ruidoso gentío. Los propios padres de
Noah se sentaban a la cabeza de la mesa Gryffindor con Steven, su hermano.
—¿No deberías estar sentado con tu familia? —preguntó James gruñón.
—Mala suerte, compañero —dijo Noah sensatamente, dándose golpecitos en la
nariz—. Se supone que nadie de la familia debe verte antes de la actuación. Es la
tradición, ¿no?
Sabrina sacudió la cabeza, haciendo rebotar la pluma que llevaba sujeta a su
cabello pelirrojo.
—Estás pensando en las bodas, imbécil. Los novios y las novias no deben verse
el uno al otro.
—¿Bueno, de dónde crees que han sacado esa idea? —preguntó Noah
masticando un bocado de tostada—. ¿Después de todo, que es una boda sino un
espectáculo de la vida real?
—No estás nervioso, ¿verdad, James? —preguntó Sabrina, ignorando a Noah.
—Puede ser, un poco —admitió James—. Quiero decir, nunca pensé que
llenaríamos el anfiteatro. Ha venido mucha más gente de la que creía. Parece que
todas las familias van a estar ahí, ¿no?
—Mi madre viene —dijo Sabrina, asintiendo—. Y mi tío Hastur. Él estudió en
Hogwarts hace casi 100 años y ésta será la primera vez que regresa.
Graham elevó la voz:
—Mis padres vienen, aunque yo sólo sea un paje. Sólo tengo una frase, pero
ellos actúan como si fuera la estrella de todo el espectáculo.
—Ojalá fueras la estrella del espectáculo —dijo James, desplomándose sobre sus
brazos cruzados.
—¿Alguien tienen un poco de miedo escénico? —preguntó Rose alegremente,
sentándose en un asiento enfrente de James.
—Le ha dado fuerte —dijo Noah, dando un leve codazo a James—. A este paso,
será inútil cuando abran el telón. ¡Puede que tenga que interpretar los dos papeles!
Por suerte estoy a la altura.
—La lucha a espada de Treus y Donovan puede ser un desafío —sugirió
Graham, bizqueando pensativamente.
En un esfuerzo por cambiar de tema, James preguntó:
—¿Dónde está Petra hoy? ¿Sus padres vienen?
—La he visto en la sala común esta mañana —contestó Noah—. Parecía como si
aún estuviera trabajando en sus frases. Estaba estudiando algo bastante
arduamente. No la interrumpí. Supongo que su familia viene, pero no ha hablado
mucho de eso.
—Ayer le pregunté si sus padres venían. —Sabrina asintió con la cabeza—. Dijo
que los vería esta noche. Será guay conocer a las familias de todos, ¿no creéis? La
única otra ocasión en que los vemos es en el andén nueve y tres cuartos, y siempre
muy apresuradamente.
—Sí —dijo Graham, poniendo los ojos en blanco—. No hay nada que me guste
más que al que las abuelas de todos me pellizquen las mejillas.
—Si al menos tus mejillas no fueran tan ricas y rubicundas —dijo Noah,
inclinándose sobre la mesa. Graham lo apartó, frunciendo el ceño.
James tuvo dificultad para concentrase en sus clases. De hecho, con tantos
padres y familiares llegando a lo largo del día, pocos profesores parecían esperar
mucho de sus aulas. Sin embargo, James se alegraba de la distracción. Intentó
concienzudamente tomar apuntes durante la clase de Adivinación a pesar del
hecho de que la profesora Trelawney parecía fruncir el ceño a todo lo que no
fueran demostraciones prácticas.
—La Adivinación es un instinto, no un estudio, señor Potter —trinó ella,
deteniéndose junto a su mesa y golpeándola con una uña larga y púrpura—. Su
trabajo es perfeccionar la habilidad latente dentro del brujo dotado, no solamente
repetir técnicas y teorías. Liberaos de vuestros límites y permitíos ver
verdaderamente. ¿Qué destino adivina para sí mismo en las octocartas?
James parpadeó hacia Trelawney, luego miró a las cartas octogonales en la mesa
delante de él.
—Oh, veo ésta, la que tiene una estrella —dijo, sacando una carta al azar—. Las
estrellas representan dolor, y hum… Navidad. Significa que voy a ser atropellado
por un camión las próximas navidades, pero que no moriré, sólo me quedaré muy,
muy malherido —miró a Trelawney otra vez, evaluando su respuesta—.
Probablemente moriré semanas después, en el hospital… hum… ¿cierto?
La cara de Trelawney pasó a mostrar una sonrisa perpleja y le alborotó el cabello
indulgentemente.
—Te esfuerzas demasiado, querido. Sacaste una estrella porque eso es lo que
serás esta noche. —Trelawney suspiró vagamente y se encaminó a la parte
delantera del aula—. Pocos lo saben, pero yo fui una artista bastante dotada en mi
juventud. Todavía hoy hay quienes hablan de mi actuación como cantante en la
producción de Hogsmeade de El Espectáculo de los espectáculos de la increíble
Ahazrial. Desgraciadamente, me sometí a la agobiante llamada de vidente y
profesora, restringiendo así mi carrera en los escenarios. Sin embargo, estoy
enteramente convencida, de que su actuación de esta noche, señor Potter, será un
placer sublime e impresionante. Ya lo he previsto. —Sonrió a James, con sus ojos
ridículamente magnificados por las enormes gafas.
James miró de reojo a Ralph, cuyo rostro estaba pálido y preocupado, tal como
James se sentía. Teniendo en cuenta el historial de predicciones de la profesora
Trelawney, su seguridad acerca del espectáculo de esa noche era todo menos
reconfortante.
Durante el resto de la tarde, James no pudo evitar recitar sus frases una y otra
vez en su cabeza. Estaba muerto de miedo de tropezar en el escenario y olvidar
completamente hasta la última palabra. No le ayudaba que todo el mundo
pareciera pensar que debería estar disfrutando del alboroto. Mientras se movía por
los pasillos, incluso los estudiantes mayores le sonreían y le daban golpecitos en el
hombro, deseándole buena suerte y diciéndole “rompe una varita”.
Vio a su madre y su hermana fugazmente después de la cena, en su camino al
anfiteatro. Acababan de llegar al castillo, habían tomado el tren de Londres. Lily
tenía los ojos muy abiertos, tan enamorada del castillo y del ajetreo de los
estudiantes que apenas reparó en su hermano mayor. Por otra parte, su madre
parecía casi imposiblemente orgullosa de James.
—Oh, te has convertido en un hombre —dijo, cepillándole los hombros y
enderezándole la corbata—. Estarás simplemente maravilloso, James. No estás
nervioso, ¿verdad?
—Entre los que me dicen que lo haré bien y los que me preguntan si estoy
nervioso —dijo James suspirando— me pregunto por qué me apunté para este
papel.
Ginny chasqueó la lengua.
—Te apuntaste porque sabías que podrías hacerlo, y obviamente, todos están de
acuerdo. Ahora sólo intenta relajarte. No te harás ningún favor preocupándote.
—Para ti es fácil decirlo —rezongó James.
—En efecto, lo es —estuvo de acuerdo Ginny, sonriendo a su hijo—. Porque al
contrario del resto de personas de aquí, yo sé exactamente de lo que eres capaz,
James. Relájate, recordarás esta noche el resto de tu vida. Intenta disfrutar del
momento.
James asintió.
—¿Has traído los Omniculares?
—Tu tío Ron los tiene —contestó Ginny, poniendo los ojos en blanco—. Ha
insistido en grabar la actuación. Le he dicho que podía, si dejaba que Hermione lo
ayudara. Se han detenido en Hogsmeade para encontrarse con George, Angelina, y
Ted. Deberían llegar dentro de aproximadamente una hora, y te traerán una
pequeña sorpresa.
James se había olvidado de cuántos de sus familiares y amigos estarían entre el
público. Sintió otra punzada de miedo nervioso, pero la acalló. Sinceramente,
ahora que el momento ya casi había llegado, se sentía un poco mejor acerca de la
actuación. De una manera u otra, se terminaría pronto. Después de la función, la
profesora Curry había organizado algo llamado “fin de fiesta” en el Gran
Comedor, con montones de cerveza caliente y pudín. Todo el reparto y el equipo
estarían allí junto con sus familias. Era un alivio saber que en menos de dos horas,
James también estaría allí, comiendo tarta y felicitando a Petra, Noah y al resto por
el fin de la actuación. Pensando en eso, James dejó a su madre y hermana,
diciéndoles que las vería después. Ginny sonrió y asintió, despidiéndolo.
Los acomodadores fuera de la entrada principal del anfiteatro vieron a James
acercándose. Hugo Paulson, resplandeciente en su chaqueta roja y su birrete, le
abrió la puerta.
—Curry te estaba buscando —dijo mientras James pasaba—. Quiere ponerte la
barba de inmediato. Gennifer insistió en que podía hechizarte para que te crezca
una de verdad para esta noche, pero Curry no lo aceptó. Después de todo, parece
que va a ser pegamento y pelo de cabra.
James asintió, apenas escuchando a Hugo. Se detuvo en la entrada del anfiteatro
y miró al escenario. Era un ajetreo de actividad, mientras el equipo colocaba el
fondo del castillo en su sitio y la profesora Curry marchaba alrededor
comprobando los focos y pidiendo ajustes de último momento. En el escenario,
Petra levantó la mirada y vio a James. Sonrió y lo saludó con la mano. James sonrió
en respuesta, y por primera vez, sintió un estremecimiento de placer no
contaminado por el miedo por ser parte de una producción tan elaborada. Recorrío
a la carrera el pasillo principal, bajando las escaleras de dos en dos.
—Aquí está nuestro Treus —dijo Curry cuando James trepaba al escenario—. Su
traje está en el camerino. Póngaselo y luego baje a maquillaje, señor Potter. Su
barba le espera.
James miró alrededor. Pero no había ni rastro de Tabitha Corsica.
Probablemente estaría entre bastidores supervisando el vestuario y el maquillaje.
Esperaba no verla mientras se adentraba en el fondo del castillo, encaminándose
hacia los improvisados camerinos.
El camerino de los chicos estaba lleno de animados personajes luchando con
ajustadas chaquetas, mallas y holgados pantalones. Cameron Creevey detuvo a
James al pasar.
—¿El sombrero está bien puesto? —preguntó, girando el raro accesorio a un
lado y otro—. Es un sombrero de cinco puntas, ¿no? ¿Pero cuál es la punta que va
hacia adelante? ¿Eso importa?
—Tendrás que preguntárselo a Gennifer, Cam. No tengo la menor idea. A mí
me parece bien tal como está.
—Gennifer está ocupada en el camerino de las chicas —se preocupó Cameron—.
¡No quiero parecer un idiota delante de todo el mundo!
Noah gritó desde el espejo de tres caras:
—Sinceramente, creo que lo tienes al revés, Cameron. Intenta darle la vuelta.
James detuvo a Cameron cuando el chico se disponía a dar la vuelta al
sombrero.
—Se está burlando de ti, Cam. Déjalo así.
—Y tú tienes la faja del frac mal colocada —añadió Noah—. Se supone que la
tienes que llevar sobre el trasero como un pañal. ¿Ves como lleva Graham la suya?
James puso los ojos en blanco y aprovechó la confusión general para escaparse
de Cameron. Efectivamente, encontró su traje colgado de un gancho junto a su
taquilla. Su nombre estaba en un trozo de pergamino que habían sujetado a él con
alfileres. La subida del telón estaba fijada para dentro de casi una hora, pero James
no podía dejar de sentir que debía preocuparse. Se estaba abotonando el último de
los muchos botones de su traje cuando una voz habló directamente detrás de él,
sobresaltándole.
—¡Qué pasa, James! —gorjeó Zane—. ¿Puedes dedicarme un momento?
James se giró, exasperado y divertido.
—¡Zane! ¡Tienes que dejar de aparecer así! —Impacientemente, James lanzó un
rápido Hechizo Lacerante al chico rubio, que aulló de dolor y dejó caer el ramo de
flores que sostenía.
—¡Auch! —gritó Zane, agarrándose el trasero—. ¡Eso ha tenido mucha gracia!
¿A qué ha venido?
—¿Zane? —dijo James, acercándose para tocar a su amigo—. ¿Eres realmente tú?
¡Pensé que eras otro alocado mensaje Doppelganger! ¿Qué haces aquí?
—Bueno, estaba intentado alcanzar aquel jarrón del estante, —dijo Zane,
poniendo los ojos en blanco—. Pero ahora creo que voy a dejar este ramo de buena
suerte aquí mismo en el suelo, ¿tú qué dices?
—¿Realmente eres tú? —dijo James, luchando por no reírse—. ¡Lo siento,
compañero! Pensé que necesitabas un estímulo mágico como otras veces. De
verdad que no quería picarte en el… pero ¿cómo has llegado hasta aquí?
Zane se encogió de hombros y sonrió.
—Salí de la escuela anteayer. Cuando hablé con tu madre sobre las vacaciones,
me preguntó si me gustaría venir con ellos a ver tu gran actuación. ¿Cómo podía
rechazarlo? Mis padres estuvieron de acuerdo y monté en la red Flú hasta tu casa
en Londres a primera hora de esta mañana. ¿Qué te parece?
—¡Fantástico! —exclamó James—. ¿Cuánto tiempo te quedas?
—El resto de la semana, si el viejo Merlín Pantalonesmágicos está de acuerdo.
¿Todavía estáis enemistados?
James abrió la boca para explicar, después sacudió la cabeza.
—No lo sé. Es complicado. Pregúntame después de la función, ¿de acuerdo?
—Claro —Zane asintió—. Será mejor que vuelva. Tu madre me está reservando
un lugar, pero pronto estará lleno, y algunos de esos padres pueden ponerse muy
violentos respecto a los asientos. Por cierto, probablemente sea mejor que no te
acerques mucho a las flores rojas con puntas amarillas. Esas son de parte de
George, y sonreía de forma bastante fea mientras las miraba.
James asintió con la cabeza seriamente, mirando el ramo de flores en el suelo.
—Comprendido, gracias.
Damien Damascus se apresuró hacia los chicos, con una oveja de utilería bajo el
brazo.
—¡James, vamos! —llamó—. Gennifer va a tener hinkypunks gemelos si no
tienes puesta la barba en cinco minutos. ¿Oye, Zane, necesitas un aguijonazo?
—No, estoy servido por esta noche—dijo Zane, palmeándose el trasero—. ¡Nos
vemos en la fiesta chicos!
James siguió a Damien, luchando con el último de sus botones y ya acalorado
con las mallas y el chaleco. Después de un momento, se detuvo, volvió atrás
corriendo y cogió la enorme espada y la vaina. Haciéndolas traquetear, trotó hacia
maquillaje, su miedo escénico casi olvidado con las prisas de prepararse y su
alegría por volver a ver a su amigo.
Gennifer sujetaba en las manos la barba de James cuando él llegó corriendo y se
dejó caer en una silla plegable.
—Para ser honestos —dijo Gennifer, frotando la barba con un pegamento
amarillento, de olor repugnante— con la cantidad de problemas que los muggles
tienen que enfrentar para organizar un espectáculo como éste, me sorprende que lo
hagan.
—Quizá por eso vean tanto la tele —comentó Victoire desde una silla próxima—
. Mi madre dice que los niños muggle se pasan más tiempo delante de la tele que
durmiendo.
Damien aún estaba cerca. Resopló:
—Pero no tanto tiempo como Victoire pasa delante del espejo cada día, así que
no está tan mal.
Victoire se burló, ignorando las risas que siguieron.
Cinco minutos después, James salió de entre bastidores con Petra, que estaba
preciosa, quizá un poco recargada con su enorme vestido rosa y los rizos. James se
asomó por el costado del telón. El anfiteatro estaba casi lleno, con montones más
de gente entrando, buscando asiento, y murmurando con entusiasmo. James
escudriñó la multitud, divisando finalmente a su madre en la sección central, diez
filas atrás. La tía Hermione y el tío Ron estaban sentados a su derecha,
aparentemente discutiendo sobre quién iba a manejar los Omniculares. Ted Lupin
estaba sentado al lado de Ron. Se había cortado el cabello otra vez, aunque aún lo
llevaba más largo que cuando había estado en la escuela el año pasado. Tenía
mejor aspecto que la última vez que James lo había visto, aunque todavía
ligeramente desaliñado. A la izquierda de Ginny, Lily estaba sentada muy derecha
con su bonito vestido amarillo. Descubrió a James y sonrió, saludando con la mano
excitadamente. James le sonrió en respuesta y saludó a escondidas, intentando no
atraer la atención de nadie más. Se colocó un dedo sobre los labios en un gesto que
pedía silencio, y ella asintió, fingiendo cerrar los labios. Mientras James observaba,
Zane se deslizó por delante de un grupo de padres molestos encaminándose al
asiento vacío entre George y Lily. Satisfecho, James se giró hacia Petra y los actores
reunidos. Cerca, Scorpius estaba vestido con un traje de soldado parecido al de
James. No parecía estar disfrutando.
—¿Nervioso? —preguntó Petra en voz baja.
—Sí —asintió James— pero también excitado. ¿Y tú?
Petra se giró para mirar al negro escenario detrás del telón. Sacudió la cabeza
despacio.
—Ya no. Todo terminará esta noche, pase lo que pase.
Jason Smith salió trotando de la oscuridad del escenario, con su varita mágica
iluminada.
—¿Alguien ha visto a Corsica? —susurró con severidad, examinando rostro por
rostro.
James negó con la cabeza.
—¿No está delante? Se supone que debería estar dirigiendo a los acomodadores.
—¿Nadie? —preguntó Jason, descartando a James—. Maldita sea.
Mientras se alejaba otra vez, mascullando bajito, Henrietta Littleby se encogió
de hombros.
—Yo la he visto hace una hora, pero eso fue antes de que ninguno de nosotros
debiera estar aquí. Supongo que eso no cuenta, ¿no?
—¿Dónde estaba? —preguntó James, girándose hacia Henrietta.
—Estaba en el baño de las chicas del segundo piso —contestó Henrietta—. No
me quedé cuando la vi. Esa chica me pone nerviosa.
James frunció el ceño, pensando.
Henrietta, cuya reputación de cotilla era bien conocida, continuó:
—Lo raro fue que no estaba realmente usando el baño. Por lo menos no de la
manera en que se usa normalmente. Estaba allí mirándose a sí misma en uno de los
espejos, hablando. Lo primero que pensé fue que estaría ensayando sus frases,
pero entonces me acordé de que ella no tenía frases, ¿o sí? Es la asistente del
director. — Henrietta rió tontamente.
—¿Estaba hablando sola? —preguntó James curiosamente—. ¿Qué estaba
diciendo?
Henrietta parpadeó hacia él.
—¿Cómo puedo saberlo? No me quedé el tiempo suficiente para averiguarlo.
Pero sonaba como a extranjero ahora que lo pienso. ¿Qué raro? Bastante raro, si me
lo preguntas a mí.
—Sí —James asintió pensativamente—. Raro.
De pie cerca, Scorpius entrecerró los ojos.
—¡Todos a sus puestos! —dijo Curry ásperamente, acercándose a la pandilla de
estudiantes trajeados y haciendo gestos para ahuyentarlos—. ¡Detrás del telón!
¡Vamos, es casi la hora!
James siguió a Petra mientras ella se situaba tras el telón, moviéndose hacia su
marca de apertura. James encontró la pequeña “X” de cinta adhesiva en el suelo,
que marcaba su posición al inicio del primer acto. El corazón le latía
aceleradamente, pero ya no estaba nervioso. De alguna manera había dejado su
miedo escénico entre bastidores. Ahora que estaba delante, esperando la subida del
telón, sentía solamente excitación. Latía en sus brazos y piernas como si fuese
magia, y en aquel momento, pensó que comprendía porqué los muggles se
tomaban tanto trabajo para organizar espectáculos como éste. Uno podía llegar a
amar esta sensación si no tenía cuidado. Tragó saliva y miró a un lado. Petra lo vio
y le dedicó una sonrisa ladeada, asintiendo una vez con la cabeza. Al otro lado del
escenario, Noah y el resto de los actores se arrastraron nerviosamente hasta sus
lugares, perdidos en la semioscuridad detrás del enorme y grueso telón. A través
de él, James aún podía oír el rumor de centenares de voces. Entonces, por fin, llegó
el taconeo de la profesora Curry cruzando el escenario del otro lado del telón. Un
foco se encendió, enfocándola: James podía ver su sombra en la parte de atrás del
telón, en el centro de un perfecto círculo de luz. La multitud calló y una ronda de
educados aplausos se elevó en el aire. Sonó realmente cerca. Curry levantó las
manos y saludó con la cabeza.
—Gracias, damas y caballeros —dijo alto y claro, sin usar su varita mágica para
amplificar la voz— y gracias también por estar aquí esta noche. Sé que muchos de
ustedes han venido de bastante lejos, y en nombre de los estudiantes que han
trabajado tan duramente para preparar el espectáculo de esta noche, muchísimas
gracias. Mi nombre es Tina Grenadine Curry, y como muchos de ustedes saben,
soy la profesora de Estudios Muggle de Hogwarts. Creo que el espectáculo de esta
noche será particularmente interesante, no sólo porque éste es una historia clásica
del mundo mágico, sino también porque, como ejercicio para mi clase de Estudios
Muggle, este espectáculo se representa de una forma completamente no mágica.
Así pues, prepárense para asombrarse, divertirse y deleitarse, queridos amigos,
por los métodos extremadamente creativos y poco convencionales que hemos
implementado para representar esta querida historia. ¡Y ahora, damas y caballeros,
sin más preámbulos, les presento a sus hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos
y familiares, mientras representan para ustedes esta interpretación de Estudios
Muggle de Hogwarts de... ¡El Triunvirato!
Sonaron más aplausos, esta vez ensordecedores, mientras Damien Damascus y
Ralph empezaban a subir el telón. Sacudiéndose, el terciopelo rojo se elevó, y
mientras lo hacía, los aplausos aumentaron. Los focos se encendieron,
concentrados en los desvelados elementos del escenario. Uno de ellos brilló sobre
James, cegándolo temporalmente y ocultando a la audiencia. Luchó por no
bizquear, manteniéndose totalmente inmóvil hasta que el telón estuviera
completamente levantado. Y entonces, por fin, cuando los aplausos disminuyeron
hasta que se hizo el silencio, la escena en el escenario se puso en movimiento.
Todos se movieron al unísono, bullendo y pasándose unos a otros, formando una
representación aceptable de una ajetreada plaza medieval. Y entonces, exactamente
como estaba planeado, la voz de Noah sonó, articulando sus frases con meticuloso
cuidado y volumen.
—Es un magnifico día para evaluar las tropas, mi rey —tronó él, cruzando el
escenario junto a Tom Squallus, quien tenía una almohada rellenando su traje,
creando así una gran barriga sobre sus piernas flacas.
—Efectivamente —rugió Squallus, girándose y poniéndose las manos en las
caderas—. Y aún mejor para calmar el asombro de mi hija por la vida de los
campesinos. ¡Pero mira, ahí viene mi Astra!
Y Petra entró a la vista, saliendo de detrás de una muralla de madera pintada
hacia la luz de un foco dorado. James no tuvo que actuar fingiendo asombro por lo
guapa que estaba. Ella sonrió fugazmente al gordo rey, y luego se giró hacia James,
permitiendo que su sonrisa se volviera más sincera. La multitud se rió
disimuladamente y empezó a aplaudir nuevamente. Muchos de ellos conocían bien
esta escena, y conocían su significado; era el momento en que la princesa veía por
primera vez al capitán del ejército de quien en breve se enamoraría. James, en su
entrada, salió de la línea de soldados e hizo una reverencia sobre una pierna
extendida, quitándose el magnífico sombrero. Los aplausos eran de deleite y de
divertimiento, y súbitamente, James decidió que actuar era mucho más fácil de lo
que creía.
El primer acto continuó fácilmente, casi sin esfuerzo. James descubrió que sus
frases le llegaban con facilidad a la lengua, y las pronunció con voz alta y
cuidadosa, siempre siendo consciente de que debía encarar al público y mantener
la barbilla alta. Durante el famoso discurso de Donovan a las tropas, James
permitió que su mirada vagara sobre la multitud. Mal podía ver a través del brillo
de los focos, pero podía imaginar la sonrisa de alegría y la postura erguida de su
madre, la severa concentración de Lily mientras intentaba seguir la historia, y ceño
medio burlón de Zane.
Durante el cambio de escenografía para el segundo acto, James fue
apresuradamente desprovisto de su chaleco y le dieron un pañuelo de marinero.
Mientras se movían por el escenario, preparándose para pronunciar su
enardecedor —y muy conocido— discurso de ánimo, vio a Graham y Jason Smith
moviendo los pedales de la máquina de viento. Se lanzó al discurso, intentando
armarse de la misma ira y determinación que había sentido al hacer la audición
para el papel a principios de curso.
—Magos y hombres, empuñad varitas y armas —gritó, desabrochando su vaina
y dejándola caer al suelo, sacó la descomunal varita de utilería y la alzó— para
luchar contra los mares violentos esta noche, con la mañana llegará nuestra
victoria, o yaceremos en camas de arena oceánica; ¡la morada de nuestra
malograda gloria!
Fuera del escenario, Graham y Jason pedaleaban furiosamente mientras la
multitud irrumpía en aplausos e incluso en algunas risotadas y silbidos. La vela de
utilería ondeaba al creciente viento mecánico como si estuviera en medio de una
inminente tempestad, y el enorme telón de fondo pintado rodaba lenta y
ruidosamente, revelando un enfadado cielo nublado pintado con azules y
morados.
El espectáculo avanzaba con su propia extraña inercia, pasando por encima de
una miríada de pequeños traspiés, frases olvidadas, y entradas perdidas que la
profesora Curry había prometido que ocurrirían —y que les había asegurado que
el público apenas notaría. Graham apareció en el escenario para su escena, con el
rostro rojo como un tomate y los ojos tan redondos como platos. Había estado tan
preocupado de perder la entrada para su propia frase que interrumpió la frase
anterior, contestando a una pregunta que todavía ni siquiera había sido formulada.
Tom Squallus farfulló, intentando dar sentido a su propia respuesta en el guión,
mientras Graham sonreía con alivio, mirando al público y conteniéndose para no
saludar a sus padres. Poco después, Ashley Doone desempeñó una actuación tan
entusiasta de Marsh Hag que James oyó niños llorando entre el público. Y
entonces, durante la lucha mágica de espadas entre Treus y Donovan, que tenía
lugar en el aire, suspendidos por un complicado sistema de cuerdas y poleas, la
espada de James fue accidentalmente arrancada de su mano durante un rechazo
particularmente entusiasta. Hizo un ruido al golpear el suelo y tanto James como
Noah la miraron embobados durante un momento. Entonces James, en un ataque
de inspiración, se desabrochó furiosamente la vaina y la agitó triunfantemente
sobre su cabeza. Noah sonrió abiertamente y terminaron la estruendosa lucha
espada contra vaina mientras la multitud reía y aclamaba.
Por fin, el punto culminante final del tercer acto llegó. El rey estaba muerto,
Donovan derrotado y Treus, mortalmente herido pero aferrándose a la vida, había
rescatado a Astra de la vengativa poción de sueño de Marsh Hag. El castillo había
sido alcanzado por un rayo y se desmoronaba envuelto en llamas mientras una
tempestad mágica se abatía sobre él, y James se sintió bastante seguro de saber
porqué la gente se refería a esta historia como una tragedia. Cojeó a través del
escenario, conduciendo a Petra hacia el enorme portón de utilería. El portón se
sacudía adelante y atrás mientras Ralph y Sabrina estaban detrás de él,
balanceándolo con todas sus fuerzas. Jason y Graham estaban una vez más
tripulando la máquina de viento, hinchando los estandartes del castillo con una
buena imitación de un vendaval mágico; balanceantes focos naranja imitaban el
efecto de llamas furiosas y rayos. James tropezó dramáticamente mientras llevaba
a su amada Astra hacia el portón.
—¡Adelante! Estamos casi libres —gritó Petra, cayendo sobre una rodilla cerca
de James, como si le implorara—. ¡El castillo está condenado, pero la esperanza
prevalece! ¡O Treus no la maldigas!
James sudaba bajo su traje, y eso daba a su cara el adecuado brillo dramático
bajo las luces intermitentes. Sonrió débilmente a Petra e intentó acunar su rostro.
—¡No maldigo la esperanza! —dijo, y luego tosió—. He desafiado la húmeda
cólera de la tempestad y caído por el poder de esos hechiceros. Los he maldecido a
todos ellos por mirar tu amado rostro, pero ¿la esperanza? Qué vida he dejado,
vivo en barricadas de esperanza. Aunque el mismo Dios pueda sacudir este
mundo para que caiga sobre sí mismo, mi amor y esperanza prevalecen. Parte,
querida, y déjame ahora: ¡camino hacia la muerte en paz!
—¡No implores, amado mío! —lloró Petra, e incluso James se quedó
impresionado por la mezcla de ira y desesperación que puso en esas palabras—.
Durante meses y años sólo te he deseado a ti: ¡mis sueños, el hogar de mi amor
desesperado! ¡No dejaré mi lugar junto a tu cuerpo, no fuera que sueños no
correspondidos aplasten mi alma!
—Entonces dame una prueba de amor —dijo James firmemente, luchando por
ponerse en pie y tirando de Petra con él—. ¡Un beso para curar los dolores de la
muerte, uno para soportarlo todo!
Petra vaciló, sus ojos brillaban de emoción, y James quedó impresionado por su
actuación. Durante un momento fugaz, se alegró de que no hubieran ensayado esa
escena juntos, ya que estaba seguro de que la química espontánea de este momento
sólo podía ocurrir una vez. Petra se inclinó hacia él, aún sosteniendo su mano
derecha. Cerró los ojos mientras las luces empezaban a disminuir y la máquina de
viento arrancaba a toda potencia, ondeando su largo cabello. Y entonces, mientras
James cerraba los ojos, apenas acordándose de fallar los labios de Petra, un
relámpago de dolor cegador perforó su frente. Quemó a través de su cicatriz
fantasmal peor que todo lo que había sentido hasta entonces, y tropezó,
arrancando su mano de la Petra para apretársela contra la frente. Las luces
parpadearon y el escenario quedó sumergido en la más absoluta oscuridad.
Sin embargo la máquina de viento no se había detenido. De hecho, parecía ser
mucho más fuerte de lo que James la había sentido antes. Lo empujó mientras él se
tambaleaba, y cayó al suelo en la oscuridad, con la mano derecha aún apretada
contra la frente. Hubo un largo silencio que no presagiaba nada bueno y luego un
resonante estrépito. Débilmente, James comprendió que la máquina de viento
había derribado el portón de utilería y que este no le había fallado por poco.
—¡Petra! —gritó, luchando por levantarse. Había movimiento por todo el
escenario, y aún ahora, la máquina de viento no había dejado de funcionar. Algo
iba muy mal. Varitas mágicas se iluminaron sobre el escenario, y James tuvo la
sensación de que había tramoyistas corriendo cerca, luchando por impedir que el
resto del escenario saliera volando Gateó de rodillas, intentando comprender lo
que estaba ocurriendo.
—¡Desconéctala! —jadeó alguien desesperadamente.
—¡No puedo! ¡Está funcionando sola!
—¡Se está sacudiendo! ¡Cuidado!
De pronto, los focos iluminaron el escenario otra vez, cegando a James. En aquél
preciso momento, la máquina de viento emitió un fuerte traqueteo chirriante. Una
de las láminas del ventilador se soltó y giró por el aire, golpeando la torrecilla del
telón de fondo. Desequilibrada, la maquina se sacudió violentamente y se volcó.
Los tramoyistas se dispersaron cuando se inclinó lentamente y se estrelló contra el
suelo del escenario, donde por fin se detuvo ruidosamente.
Sorprendentemente, nadie parecía estar herido. James se giró, buscando a Petra.
Como había sospechado, el enorme portón de utilería había caído a sus pies. Por
un momento, James estuvo seguro de que Petra estaba debajo de él. Se dejó caer de
rodillas pero no encontró ni rastro de ella. Debía de haber caído ilesa del otro lado.
Las luces de la sala volvieron mientras la profesora Curry entraba
apresuradamente en el escenario. El público balbuceaba alarmado. Mucha gente se
había puesto en pie, mirando ansiosamente al escenario y gritando los nombres de
sus hijos y parientes.
—Por favor cálmense —gritó la profesora Curry, pero su voz se perdió en medio
del caos—. ¡Nadie ha resultado herido! Vuelvan a sus asientos, todo está bajo
control.
Un grito de mujer atravesó el anfiteatro, y James jadeó. La multitud se calló
mientras todos buscaban la fuente del grito. James, desde su posición aventajada
en el escenario, fue de los primeros en verla, y se le heló la sangre.
Ginny miraba al asiento vacío a su lado, con los ojos frenéticos y aturdidos.
—¡Ha desaparecido! —gritó desesperadamente, intentando no sucumbir al
pánico—. ¡Lily ha desaparecido! ¡Adónde ha ido! ¡Estaba aquí hace un momento!
¿Dónde está mi hija?
Zane miró al asiento vacío entre él y Ginny. Buscó a James, haciendo contacto
visual, y luego se agachó. Reapareció un segundo después sosteniendo un par de
pequeños zapatos amarillos. Sus ojos estaban mortalmente serios mientras los
alzaba. Algo se había llevado a Lily del anfiteatro en aquel momento de oscuro
caos. Ginny cogió los zapatos de la mano de Zane y miró alrededor, con ojos
suplicantes.
—¡Lilyyyy! —chilló súbitamente, su voz quebrándose. Como si fuera una señal,
el público explotó en un movimiento frenético, empujándose hacia las salidas,
precipitándose al escenario, gritando nombres y balbuceando estridentemente.
James salió como una flecha del escenario, quitándose la chaqueta del traje. En
la confusa oscuridad de los bastidores, apenas pudo ver la puerta que daba al área
de butacas. Tenía que llegar hasta su madre y descubrir qué había ocurrido. Fue
hacia la puerta, pero algo salió de la oscuridad, bloqueándole el paso. James miró
hacia arriba, luchando por detenerse, casi chocando con la gran y negra forma.
—Ven conmigo, muchacho —dijo una voz sorda, y una mano muy fuerte agarró
el hombro de James. Instintivamente, James se apartó, pero la mano lo sujetó
firmemente.
—No es seguro —dijo Merlín, con voz baja y tranquila—. El Guardián está en
camino, James Potter, y te busca. Ven conmigo.
—¡No! —gritó James, y empujó con todas sus fuerzas. Se retorció hasta librarse
de la garra de Merlín y luchó por sacar su varita. Merlín dio un paso hacia él, y
James vio que llevaba con él su báculo. No había forma de luchar contra el director.
Sin pensar, se agachó, y pasó bajo el brazo de Merlín.
—¡James! —le llamó Merlín a su espalda, pero James se negó a escuchar. Se
lanzó a través del umbral y se sumergió entre la multitud, derribando a varias
personas a su paso.
—¡Mamá! —gritó, subiéndose a un asiento y estudiando a la multitud—. ¡Mamá!
Una mano tiró de la manga de James y éste se inclinó, cayéndose del asiento y
aterrizando sobre una gran figura que gruñó.
—¡Ay! ¡Pesas más de lo que parece! —ladró la figura, luchando por salir de
debajo de él.
—¡Ralph! —gritó James, consiguiendo quitarse de encima—. ¿Qué está
pasando?
Zane apareció junto a Ralph, ayudándolos a ponerse en pie.
—Tenemos que salir de aquí —dijo sobre el ruido de la multitud—. Este lugar es
una locura, y sabemos que Lily no está aquí. Rose está esperándonos justo en el
interior del castillo. ¡Vamos!
—¿Dónde está mi madre? —gritó James mientras los tres atravesaban el gentío.
—Tu tío Ron y tu tía Hermione se la llevaron adentro también —respondió
Zane—. George y Ted ya están planeando hacer una búsqueda por el castillo. Ya
que es imposible Aparecerse desde los terrenos de la escuela, Lily debe estar
todavía aquí en alguna parte.
La cara de Ralph estaba tensa de furia.
—¿Quién ha sido? ¿Crees que es esto lo que Corsica estaba planeando? ¿Tiene
algo que ver con el Guardián?
—Es lo único que tiene sentido —replicó James mientras los tres corrían a través
del arco que conducía al interior del castillo. Rose estaba vigilando su llegada.
Saltó hacia adelante para unirse a ellos, con la cara pálida y asustada. Jadeando,
James se tomó un momento para hablarles de su encuentro con Merlín.
—¿Dijo que el Guardián estaba buscándote? —preguntó Rose—. ¿Qué significa
eso? ¿Por qué?
James sacudió la cabeza.
—¿Quién sabe? La cuestión es que él sabe que algo grande va a pasar esta
noche. ¡Me quería fuera de juego!
—Nadie ha visto a Tabitha en toda la noche —intervino Ralph—. No ha
aparecido. Curry estaba cabreada por eso. ¡Ella debe ser la que está detrás de la
desaparición de Lily!
—Está involucrada, no hay duda —respondió una nueva voz. James se giró para
ver a Scorpius aproximándose, con la cara tensa y ansiosa. Sacudió la cabeza—.
Mirad, no es así como mi abuelo dijo que ocurriría... todo está mal. Vine a ayudar,
si puedo.
Rose habló.
—¡Tú dijiste que tu abuelo nunca te había hablado de cómo se suponía que
Tabitha se convertiría en el anfitrión del Guardián!
—Sí —dijo Scorpius rápidamente, mirando a Rose a los ojos—. Bueno, sé un
poco más de lo que dejé entrever, ¿vale? Puedo explicarlo ahora o podemos
empezar a buscar a la hermana de James. ¿Qué dices, Weasley?
—¿Qué más no nos has contado? —exigió James, avanzando hacia Scorpius.
Scorpius apartó la mirada impacientemente.
—Mira, todo lo que sé es que este no es el plan que me habían explicado. No
conozco los detalles, pero sé que algo va mal. Cuanto más nos quedemos aquí
discutiendo, en más peligro se encontrará tu hermana. ¿Entiendes?
James entrecerró los ojos.
—Tú debes ser Scorpius —intervino Zane, extendiendo la mano—. He oído
hablar mucho de ti. Yo soy Zane. Puede que tenga que maldecirte luego, así que
creí que sería mejor hacer las presentaciones y acabar de una vez con eso.
Ralph puso los ojos en blanco impacientemente.
—¡Vamos! ¡Vayamos al Gran Comedor! Allí es donde fue tu madre con todo el
mundo. Podemos ayudar en la partida de búsqueda.
—No —dijo James, todavía mirando a Scorpius—. Sólo nos queda un lugar en el
que mirar, ¿no? El baño de las chicas del segundo piso, donde Henrietta vio por
última vez a Tabitha.
Rose frunció el ceño.
—¿Por qué iba a estar allí?
—Yo me pregunté lo mismo cuando Henrietta lo dijo —respondió James, ya
dirigiéndose hacia allí pasillo abajo—. Pero entonces recordé: allí es donde vive
Myrtle la llorona.
—¿Myrtle la llorona? —repitió Zane—. ¿Quién es?
—Oh, un fantasma residente —explicó Rose—. Vive en el baño porque allí fue
donde la mataron hace décadas.
Zane arrugó la cara mientras caminaba.
—¿Murió en el retrete? Eso parece realmente improbable, ¿no?
—Es complicado —respondió Rose pesadamente—. No es sólo un baño. Es
también un portal a... a... —Rose jadeó—. ¡James, eso es!
James se volvió a mirarla sobre el hombro, asintiendo con la cabeza.
—Henrietta dijo que Tabitha estaba allí hablando consigo misma en el espejo,
utilizando algún tipo de lenguaje extranjero.
Los ojos de Rose se desorbitaron.
—¡Por supuesto! ¡El Linaje hablaría Parsel, igual que Voldemort! ¡Podría abrir la
Cámara de los Secretos incluso aunque lleve cerrada y sellada tantos años! ¡Ahí
debe ser donde ha llevado a Lily!
—He estado viendo ese lugar en mis sueños todo el tiempo —dijo James—. ¡Si al
menos lo hubiera reconocido antes!
—¡Ey! —llamó de repente una voz, haciéndolos saltar a los cinco en el acto.
James se giró, esperando ver a Merlín saliendo a zancadas de entre las sombras,
con su báculo listo. En vez de eso, dos figuras surgieron corriendo de la oscuridad,
una pequeña y flaca y otra alta y desarreglada.
—¡Albus! —chilló Rose—. ¡Ted! ¿Eres tú?
—Si —jadeó Ted—. Me envía tu madre, James. Está enferma de preocupación
por todos vosotros.
—Y yo he venido más que nada porque me escabullí cuando mamá no estaba
mirando —proclamó Albus—. No podía quedarme allí sentado sin hacer nada.
—¿Ted, cómo nos has encontrado? —preguntó Zane, frunciendo el ceño.
Ted exhaló un profundo suspiro.
—Tengo habilidades... —se golpeó ligeramente la nariz—. Habilidades de
hombrelobo, si debes saberlo. Entre el jabón de Rose y las pastillas de menta del
bolsillo de Ralph, sois una panda tan fácil de olisquear como un Grindylow
muerto.
—Dile a mamá que vamos a buscar a Lily —dijo James, enderezándose—.
Sabemos donde está y quién la tiene.
—¿De veras? —replicó Ted seriamente—. Eso es bastante asombroso
considerando que tu tía y tus tíos están ahora registrando el castillo entero
buscándola. ¿De qué va esto?
—Es largo de explicar —dijo Rose—. Sólo pasad el mensaje. Vamos a traerla de
vuelta.
—De eso nada —dijo Albus, sacudiendo la cabeza—. Es mi hermana también. Si
sabéis donde está, yo también voy.
—¡Albus, es Corsica quien la tiene! —exclamó James.
—¿Tabitha Corsica ha cogido a Lily? —intervino Ted—. ¿Por qué iba a hacer
eso? ¿Estáis seguros?
—Estamos seguros —respondió Ralph, asintiendo con la cabeza—. Y no
tenemos mucho tiempo.
—¿A qué estamos esperando entonces? —dijo Albus sombríamente—. No me
importa quién la tenga. Aclararemos los detalles después de recuperarla, ¿vale?
¡Vamos!
El grupo caminó enérgicamente a lo largo del pasillo, ahora corriendo a todo
tren. Cuando se alinearon para subir las escaleras, James oyó a Ted a su espalda,
hablando en cortos estallidos.
—Lo siento, Ralph... todo eso de intentar arrancarte el brazo...
—Está bien —jadeó Ralph—. No pasa nada...
—Estaba furioso... —siguió Ted— ...Petra y yo... cuando hablamos ese día...
simplemente todo volvió a surgir de nuevo... ya que ella está pasando por... algo
muy parecido...
James interrumpió.
—¿Qué quieres decir, Ted? Creía que los dos estabais hablando de porque
rompiste con ella.
Alcanzaron la parte alta de las escaleras y Rose dobló una esquina, dirigiéndose
hacia el baño.
—¿Yo? —dijo Ted—. ¿Quién te ha dicho eso? Ella rompió conmigo hace meses.
Creí que todos lo sabían.
—¡No! —dijo James—, todos pensamos que había ido a Hogsmeade ese día para
intentar que volvierais a estar juntos!
—¿Creíais que era de eso de lo que estábamos hablando? —Ted rió secamente—.
Para nada. Hablábamos de sus padres. Yo creía que todos lo sabíais. Visteis el
paquete que le enviaron del Ministerio, ¿no?
James estaba a punto de responder cuando Rose se giró, empujando la pesada
puerta del baño de las chicas del segundo piso. Entró a la carrera, seguida de Ralph
y Scorpius. Un destello rojo surgió de repente a través del umbral y hubo un grito.
James tiró hacia abajo de Zane mientras se agachaba. Otro rayo atravesó el aire en
lo alto. Ted se lanzó a través del umbral, rodó y aterrizó sobre una rodilla, con la
varita extendida y apuntando.
—¡Alto! —gritó.
James todavía estaba agachado en la puerta abierta del baño. Alzó la cabeza y
vio a Ralph tendido inconsciente en el suelo de azulejos. Tabitha Corsica estaba de
pie sobre él en medio de la habitación, sonriendo sin humor. Su cabello estaba
echado a un lado y sus ojos salvajes. Tenía un brazo alrededor del cuello de Rose,
tirando de la chica más pequeña hasta casi levantarla del suelo. Con una mano,
apuntaba su varita a la sien de Rose.
—¡Bueno! —exclamó Tabitha ácidamente—. Esto parece una fiesta. No esperaba
a tantos de vosotros, ni tan pronto, pero no es como si no estuviera preparada, ¿no?
—¡Tabitha! —dijo Scorpius, adelantándose, con la varita extendida—. ¿Qué
estás haciendo?
—Como si no lo supieras, Scorpius Malfoy —chilló, riendo un poco—. ¡Puede
que yo deba preguntarte lo mismo! Cuando vi que acompañabas a este pequeño
cortejo, admito que me cuestioné tus intenciones.
—Así no es como se supone que iba a ser —dijo Scorpius, dando otro paso
adelante—. Nunca accedí a un secuestro.
—¡Tu abuelo sabía que no tendrías estómago para hacer lo que esta noche
realmente requería, Scorpius! Desde ese pequeño servicio que llevaste a cabo el
verano pasado, has sido simplemente un peón. ¡Tu propio abuelo me lo dijo!
—¿Qué servicio? —exigió James, poniéndose en pie y sacando su propia varita—
. ¿De qué está hablando, Scorpius?
—¡James, agáchate! —exclamó Ted, sin apartar los ojos de Tabitha—. ¡Retroceded
todos mientras podáis!
—James —murmuró Rose, intentando apartarse retorciéndose de la varita de
Tabitha—, ¡vete!
—¡Cuéntales, Scorpius! —ordenó Tabitha, reafirmando su apretón sobre el
cuello de Rose—. ¡Cuéntales lo "amigo de confianza" que eres! ¡Diles cómo has
estado jugando con todos como si fueran tontos!
La varita de Scorpius temblaba en su mano mientras la apuntaba. Miró de reojo
a James, con ojos brillantes y asustados.
Tabitha rió de nuevo.
—Podrías hacerte a ti mismo un favor, James Potter, preguntándote cómo sabía
cuántos veníais y exactamente cuándo. Pregúntate cómo estaba tan bien preparada
para vuestra llegada. ¿Puedes suponerlo? ¡Creo que incluso tú puedes!
Fue Albus quien respondió, hablando sobre el hombro de James.
—¡Tú tienes el Mapa del Merodeador! —dijo, a la vez sorprendido y
decepcionado—. Pero Tabitha, ¿por qué?
—Oh, mi querido Albus, lo importante no es "por qué", sino "cómo" —replicó
Tabitha—. Verás, Lucius Malfoy tenía un ladrón bastante bueno a su servicio. ¿No,
Scorpius?
Scorpius sacudió la cabeza furiosamente, interrumpiéndola.
—¡Muy bien! ¡Cállate, Corsica! Si insistes, yo lo contaré. ¡Fui yo quien cogió el
mapa y la capa! ¿Contenta? —Bajó la varita y se giró hacia James, con la cara
torturada—. Mira, mentí. Fui yo. Iba con mis padres el día del funeral de tu abuelo.
Les dije que esperaría en el coche, pero... no fue exactamente eso lo que hice.
Cuando se fueron, salí a escondidas del coche y me colé en la casa. Encontré la
habitación de tus padres y busqué tan rápidamente como pude. Robé el Mapa del
Merodeador y la Capa de Invisibilidad, todo por orden de mi abuelo. ¡Tienes que
entenderlo, James, estaba confuso! ¡Quería impresionar a mi abuelo y probarme a
mí mismo como un Malfoy y un Slytherin! Quería demostrarle que era mejor que
mi padre cambiacapas. ¡Pero no esperaba que condujera a esto! ¡Lo juro!
James estaba completamente atónito. Sin aliento, preguntó:
—¿Y el muñeco?
Scorpius ya no pudo seguir sosteniendo la mirada de James. Dejó caer los ojos y
asintió.
—Eso no era parte del plan. El abuelo no sabía nada de él. Lo vi en la mesilla y
pensé que podía ser útil. Creí que impresionaría a mi abuelo. Y lo hizo, oh, sí. Tenía
grandes planes para el muñeco, aunque no funcionó exactamente como él quería.
—¡Sabía que eras una rata! —gritó Albus, empujando hacia adelante—. ¡Te olí a
una milla de distancia!
James contuvo a su hermano y, asombrosamente, Albus se dejó contener.
—¿Pero por qué nos hablaste de Tabitha? —preguntó James—. ¿Por qué nos
mostraste los recuerdos del Pensadero?
—¡No respondas a eso, Scorpius! —dijo Tabitha—. Basta de charla. Es hora de
que el auténtico trabajo de esta noche comience. ¡Todos atrás! O Weasley muere. Si
creéis que es un farol, ya lo pensaréis mejor cuando ella esté muerta en el suelo y
yo haya descendido a la Cámara. ¡Vamos!
—¡Tabitha, eres tan ilusa como mi abuelo! —gritó Scorpius furiosamente—.
¡Suéltala! ¿Qué crees que estás haciendo?
—¡Hago el trabajo para el que fui creada! —gritó Tabitha, pinchando con su varita
la sien de Rose—. ¡Mil años de planes han conducido a esto! ¡Soy el filo de la hoja
de la venganza! ¡Soy la mano del equilibrio! ¡Yo soy el Linaje de Voldemort!
—¿Tú? —se mofó Scorpius, adelantándose atrevidamente, sin ni siquiera alzar
la varita—. ¡Si crees eso, estás tan engañada como lo estaba yo! Ambos debimos
saber que mi abuelo no contaría a nadie todo su plan. ¡Baja la varita y suéltala!
—¡Nooo! —aulló Tabitha, y pareció arrugarse. Sus ojos eras salvajes y
punzantes—. ¡Yo soy el Linaje! ¡Es mi deber descender a la Cámara de mi
antepasado! ¡Soy la anfitriona del Guardián!
—No lo eres —declaró Scorpius firmemente—. Si lo fueras, habrías podido abrir
la Cámara por ti misma. Pero no puedes, ¿verdad? No importa cuan duro lo
intentaste. ¡Porque no hablas Parsel! ¡No eres más que una distracción conveniente!
Por eso mi abuelo quiso que les mostrara los recuerdos y les hiciera creer que el
Linaje eras tú: ¡para distraerlos del auténtico Linaje!
—¡NOOOOO! —gritó Tabitha de nuevo, cerrando los ojos y arrugándose. Su
varita vaciló y aflojó el agarre sobre Rose. De repente, impulsivamente, apuntó su
varita hacia Scorpius.
—¡Avada Kedavra! —gritó, con la cara retorcida de rabia. Una luz verde hizo
erupción de su varita.
Scorpius se abalanzó, girando instintivamente a un lado, como habían
practicado en el Club de Defensa. El rayo de luz verde le falló por centímetros,
golpeando la pared a su espalda y haciéndola explotar en pedazos. La maniobra de
Scorpius le hizo perder el equilibrio, sin embargo, y se golpeó la cabeza con fuerza
con el borde de un lavabo al caer. En ese momento, James vio la boca de Rose
apretarse y cómo pateaba hacia atrás, conectando con la pantorrilla de Tabitha. El
aullido de rabia de la chica más alta se convirtió en grito de dolor y se tambaleó.
Rose se agachó bajo el brazo de Tabitha y Ted saltó hacia delante. Capturó a
Tabitha cuando se caía, pero la lucha se había acabado completamente para ella.
Tabitha soltó su varita y se dejó caer sentada en el suelo, deslizándose a través de
los brazos de Ted.
—¿Está bien? —gritó Rose, acercándose de un salto a Scorpius.
—Si no está muerto —anunció Albus, entrando a zancadas en la habitación y
apuntando su varita—, yo lo mataré.
James apartó gentilmente a su hermano del chico que sangraba sobre el suelo.
—Atrás, Al. Puedes ocuparte de él luego. Creo que se recuperará.
Hubo un gemido y Ralph se sentó, frotándose la frente.
—¿Qué ha pasado? —gimió—. ¿Estoy muerto?
—Tabitha te Aturdió —respondió Zane, ayudando a Ralph a levantarse—.
Alégrate de que eso fuera todo. Hace un rato perdió la chaveta.
—Yo soy el Linaje —sollozaba Tabitha—. ¡He sentido la mano guía del Señor
Tenebroso! ¡Se me prometió! ¡Mis padres serán vengados! ¡Nadie más tiene lo que
se requiere! ¡Soy la única huérfana que queda dentro de estas paredes! ¡Debo ser yo!
Ted miró agudamente a Tabitha.
—¿Qué has dicho?
—¡Soy la única huérfana que queda, Ted Lupin! —gritó, alzando los ojos
furiosamente hacia él—. Ahora que tú has abandonado este lugar, ¡tenía que ser yo!
Las profecías dejan claro que un huérfano será el anfitrión del Guardián. ¡Mis
padres murieron hace muchos años! ¡Y Lucius Malfoy me lo confirmó! ¡Me habló de
cómo el Ministerio mató a mi padre, y mi madre murió cuando yo nací!
Ted estaba sacudiendo la cabeza lentamente.
—Eso no es cierto —dijo. Miró fijamente a James, con la cara grave—. Entonces
ninguno lo sabéis, ¿no? Asumí que os lo había contado, ya que me lo dijo a mí.
James sacudió la cabeza.
—¿Quién? ¿Decirnos qué?
—Ese día en Hogsmeade —respondió Ted—. Tenía que hablar conmigo porque
acababa de averiguar lo de sus padres. Quería hablar con alguien que hubiera
pasado por el mismo tipo de pérdida. No lo sabía hasta que llegó el paquete. Fue
mucho para ella... averiguar tanto, tan rápido...
—¿Petra? —dijo James, adelantándose—. ¿Quieres decir el paquete de su padre?
Ted frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—James, no era de su padre. Lo enviaba el Ministerio. Eran las pertenencias de su
padre. Se las legó a ella cuando murió en Azkaban hace años. Cuando cumplió
diecisiete, el Ministerio se las entregó. Ella ni siquiera sabía que había estado
encarcelado. Entre viejas camisas y zapatos, había una nota. Estaba dirigida a la
hija que nunca conoció. Le decía que creía que los guardias pronto le matarían,
pero que no podía hacer nada para evitarlo. Creían que estaba protegiendo a sus
antiguos empleadores mortífagos, pero no era cierto. No conocía a ninguno de
ellos; nunca le dijeron sus nombres ni les mostraron sus caras. Quería que Petra
supiera que habría entregado a sus jefes si hubiera podido, y que... bueno, que la
quería, y que lamentaba no haber estado nunca ahí para ella.
—¿Era Petra? —susurró James, apenas permitiéndose a sí mismo considerarlo—
. ¡Eso no puede ser!
Ted asintió seriamente.
—Ella misma lo dudaba. Acudió a Merlín, y le mostró la carta. Él se ofreció a
mostrarle la verdad en ese Espejo Mágico suyo, pero le advirtió que tal vez no
deseara verdaderamente saberlo. Miró de todos modos, y lo vio todo, exactamente
como había ocurrido. Lanzaron a su padre al pozo de los Dementores. Fue... fue
horrible. Estaba completamente devastada.
Rose miraba de James a Ted, con los ojos como platos.
—Pero nunca contó a nadie que era huérfana, ¿verdad? ¡Todos asumimos que
tenía padre y madre como el resto de nosotros!
—Petra fue criada por sus abuelos, pero nunca nos habló de eso —replicó Ted—
. Los Gremlins y yo, cuando los vimos en la estación, asumimos simplemente que
eran sus padres y que la habían tenido muy mayores. Ella nunca hablaba de ellos,
y siempre supusimos que no tenía una vida familiar muy feliz. Ellos sólo le habían
dicho que su madre había muerto en el parto. Nunca le hablaron de su padre en
absoluto, y Petra aprendió a no preguntar.
—Debería haberlo sabido —dijo James, tocándose la frente—. La veía en mis
sueños una y otra vez. Creía que era Tabitha porque no podía verle la cara, pero
ahora todo encaja. La voz... hablaba de restituir a la gente a la que había perdido.
Le decía que se le permitiría vengarse, e incluso recuperarlos. ¡Incluso los vi... a sus
padres, reflejados en una especie de charca verde brillante! ¡Petra cree que el
Ministerio mató a su padre, y que su madre murió como resultado de ello, y ahora
va a hacer lo que cree que tiene que hacer para traerlos de vuelta! La voz de mis
sueños, decía que había sólo una forma de hacerlo... ¡sangre por sangre!
—¡Lily! —jadeó Rose, cubriéndose la boca.
—¡No! —dijo Albus, sacudiendo la cabeza—. Petra nunca haría daño a Lily.
¿Verdad?
—¡¿Morganstern?! —medio sollozó Tabitha—. ¡Imposible!
—En realidad no —respondió tristemente una voz diferente—. Si piensas en
ello, quiero decir.
Todo el mundo se giró hacia una figura fantasmal sentada en el antepecho de la
ventana de la esquina.
—¡Myrtle! —gritó Rose—. ¿Cuánto rato llevas ahí!
—¿Eso es Myrtle la Llorona? —preguntó Zane, arqueando una ceja—. Yo
esperaba algo un poco más... er...
—Es grosero hablar de la gente como si no estuviera aquí —regañó Myrtle
tristemente—. Incluso si, técnicamente hablando... no están aquí. Pero no te
preocupes, estoy... acostumbrada. —Suspiró dramáticamente.
James habló.
—Lo siento, Myrtle, pero es realmente importante. ¿Qué sabes de este asunto?
—Oh, ahora todo el mundo acude a Myrtle, ¿verdad? "¿Qué has visto, Myrtle?"
"Cuéntanos lo que sabes, Myrtle". Pero ya sé cómo va la cosa: en el momento en
que te lo cuente, te olvidarás de la pobre y patética Myrtle la Llorona. Era igual con
tu padre, James Potter. Tu hermano se parece mucho a él además, aunque él no
tiene esa estúpida cicatriz falsa en la frente.
—¿De qué está hablando, James? —preguntó Albus por la comisura de la boca.
James sacudió la cabeza.
—Lo siento, Myrtle, pero esto es realmente serio. Nuestra hermana tiene
problemas. ¡Tienes que ayudarnos!
—Lo sé —arrulló Myrtle—. Pobre pequeña Lily. Quizás se quede a hacerme
compañía aquí en el baño.
—¡Myrtle! —gritó James, exasperado, pero Rose le colocó una mano en el pecho,
deteniéndole. Se giró hacia la figura fantasmal, con una mirada pensativa en la
cara.
—¿Sabes, Myrtle? si nos ayudas, apuesto a que el padre de Lily estaría
realmente agradecido. Apuesto a que incluso vendría a visitarte, a decirte lo
mucho que aprecia tu ayuda.
Myrtle miró petulantemente a Rose.
—¿Harry? No. ¿De verdad? Probablemente ni siquiera me recuerda.
—Estoy segura de que sí —dijo Rose en confidencia—. Le he oído hablar de ti.
Probablemente esté muy complacido de, er... reunirse contigo.
Myrtle pareció animarse un poco.
—¿De verdad lo crees? Oh, ha pasado tanto tiempo, pero sabía que algún día
volvería. Siempre he tenido un lugar especial para él.
—Sí —asintió Rose—. Pero primero, cuéntanos. ¿Qué has visto? ¿Qué sabes de
Petra?
—Oh, sí —replicó Myrtle melancólicamente—. Pobrecita. Ni una vez me habló,
¿sabes? en todo el tiempo que estuvo aquí. Probablemente creyó que no podía
verla bajo esa Capa de Invisibilidad, pero esas sólo funcionan con los vivos.
Zane se adelantó.
—¿Cuándo estuvo aquí, Myrtle? ¿Qué hizo?
Myrtle bajó volando junto a Zane y le colocó un brazo fantasmal alrededor de
los hombros.
—Oh, con frecuencia. Pasó la mayor parte del tiempo allí abajo durante las
vacaciones, cuando había poca gente en la escuela. Pero ha estado bajando al
menos una vez por semana últimamente. No sé qué hace allí abajo, por supuesto.
Yo, er... no la sigo. Pero entonces, hace veinte minutos, pasó por aquí con la
pequeña Lily. Justo antes de que Tabitha apareciera de nuevo con ese estúpido
mapa.
—¿Adónde llevó Petra a Lily, Myrtle? —preguntó Ted impaciente—. ¿Entraron
en la Cámara de los Secretos?
—Bueno, por supuesto, estúpido chico —dijo Myrtle, inclinando la cabeza con
coquetería—. ¿Adónde más iban a ir?
Albus sacudió la cabeza, exasperado.
—¿Por qué no se lo dijiste a alguien?
Myrtle le miró vagamente.
—Porque nadie me lo preguntó —respondió simplemente.
James se giró, volviéndose hacia el centro de la habitación.
—¿Cómo llegamos allí? —exigió—. ¿Dónde está la puerta?
—¡Ajá! —exclamó Tabitha, todavía acurrucada en el suelo bajo el ojo atento de
Ted Lupin—. ¡Nunca la atravesaréis! ¡Si yo no pude abrirla, nadie podrá! ¡Sólo el
auténtico Linaje puede pronunciar el encantamiento para abrir la Cámara de los
Secretos?
—¿Es eso cierto, Myrtle? —preguntó Rose, girándose hacia el fantasma otra vez.
—Oh, no —replicó Myrtle, sacudiendo la cabeza lentamente—. No, no, no. Un
montón de gente ha abierto la Cámara. Ese horrible Ron Weasley la abrió hace
años, sólo imitando los sonidos que había hecho Harry Potter. Si él pudo, puede
cualquiera.
—Pequeña don nadie... —gritó Tabitha, enderezándose—. Todo ese tiempo me
veías intentándolo... ¡Me dejaste hacer el tonto!
—Tú no necesitabas mi ayuda —resopló Myrtle.
—Myrtle —dijo James seriamente, acercándose cuidadosamente al fantasma—.
No tenemos mucho tiempo. ¿Puedes decirnos el encantamiento?
—¡No te atrevas! —exclamó Tabitha, su voz astillándose.
—Ya hemos tenido bastante de ti, Corsica —advirtió Ted, alzando su varita—.
Cállate o te Aturdiré. Es lo menos que te mereces.
—Es un sonido horrible —dijo Myrtle, ignorando a Tabitha—. Me da escalofríos
oírlo, y estoy muerta. Siempre saltaba bajo la tapa de mi retrete cuando Petra
pronunciaba el encantamiento.
—Por favor, Myrtle —suplicó Rose—. ¿Cómo es? Tenemos que bajar hasta allí.
Myrtle miró de reojo a Rose, alzando una ceja.
—¿Realmente crees que Harry vendrá a verme? ¿Lo prometes?
—Lo prometo —asintió Rose—. Cuéntanos.
Myrtle suspiró y flotó lentamente hasta el centro de la habitación.
Cuidadosamente abrió la boca y produjo un horrible y siseante sonido. Fue gutural
y casi gorgojeante. Hizo que el pelo de James se erizara.
Cuando hubo terminado, Zane miró alrededor y preguntó.
—¿Entonces quién lo hace? Sé que yo no puedo producir un sonido como ese.
Ralph tomó un profundo aliento.
—Yo lo intentaré —anunció, suspiró con resignación—. Después de todo, soy un
Slytherin.
Nadie discutió. Ralph abrió la boca e imitó el sonido tan bien como pudo. James
pensó que había hecho un trabajo notablemente bueno ya que los sonidos que
salieron de la boca de Ralph le produjeron escalofríos en la espina dorsal. Tan
pronto como acabó, un estruendo rechinante sacudió el baño. El lavabo que estaba
directamente detrás de Ralph comenzó a bajar, introduciéndose en el suelo.
Tabitha jadeó y se hizo a un lado, su cara pálida era una máscara de temor
reverencial y celos.
—Vamos —dijo Ted sombríamente—. Tenemos que apresurarnos.
—Tú no puedes ir, Ted —dijo Rose, tocando el brazo de Ted—. A menos que
tengas pensado llevar a Tabitha también. Ella está en séptimo. Puede que nosotros
pudiéramos vigilarla, pero me sentiría mucho mejor si te ocuparas tú.
Ted hizo una mueca de frustración, apartando la mirada y manoseando su
varita. Finalmente, se volvió a girar.
—Id —dijo a regañadientes—. Yo me ocuparé de Corsica, pero no nos
marcharemos hasta que hayáis vuelto, ¿de acuerdo? Además, es sólo Petra la que
está allá abajo, ¿no? Podréis hacerle recuperar el sentido común. Ella nunca haría
daño a nadie.
James asintió, pero no estaba tan seguro de ello como Ted. Ted no había tenido
esos sueños.
—Vale. Vamos. —Tomó un profundo aliento y se volvió hacia la antigua
escalera.
—¡Y James —llamó Ted—, dile a Petra lo mismo que ella me dijo a mí! ¡Dile que
esta no es la forma! Dile que yo lo he dicho, ¿vale?
James asintió con la cabeza, y después bajó los escalones de piedra, con sus
amigos a la zaga.
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