
Y llegamos al penúltimo capítulo de James Potter y la Maldición del Guardián.
ya hemos transitado casi toda la nueva aventura de este jóven mago, creada por el escritor G. Norman Lippert.
Como dato adicional te contamos que el último capítulo saldrá este Domingo 28 de Septiembre...
¡Que disfrutes de el anteúltimo capítulo de esta historia que atrapó a millones!

Capítulo 19: "El Sacrificio"
James iluminó su varita mientras bajaba trotando la antigua escalera de piedra.
Rose y Albus le seguían, con los ojos muy abiertos, con Zane y Ralph a su estela. La
cicatriz fantasma de James no le había dolido desde ese horrible estallido de dolor
cuando se había movido para besar a Petra; ahora, mientras entraba en aquella
cámara oscura, el ardor se incrementó hasta convertirse en un pulso palpitante.
—Yo ya he estado antes en la Cámara de los Secretos —llamó Rose, su voz hacía
eco en el oscuro y cavernoso espacio—. Hace años, cuando estaba en la visita guiada
por Hogwarts. Mis padres se negaron a bajar conmigo porque, claro, ya la habían
visto antes, y no querían revivir nada de eso, así que fui con el tío George. En
realidad, no había mucho para ver, ya que habían sacado al Basilisco muerto hacía
años. Era apenas un espacio subterráneo abierto. Casi todo se había derrumbado.
James soltó un grito sofocado y tropezó hasta detenerse, haciendo señas con una
mano para advertir al resto y sosteniendo su varita en lo alto con la otra.
—¿Era esto parte de la visita cuando estuviste aquí, Rose? —preguntó sin aliento.
Rose se detuvo tras él, con los ojos bien abiertos. Detrás de ella, Ralph y Zane
también se detuvieron súbitamente.
El suelo terminaba a los pies de James como si se hubiera desprendido. Y más allá,
un consistente espacio oscuro indicaba un abismo de profundidad inimaginable.
Ominosos sonidos siseantes emanaban de la oscuridad, y cuando James levantó la
varita, su luz centelleó en los filos de enormes cuchillas que se balanceaban en el aire.
—No —jadeó Rose—, definitivamente esto no era parte de la visita. ¿De dónde ha
salido?
—Yo diría que es reciente —dijo Zane, señalando algo—. ¡Mirad!
James vio lo que Zane señalaba. Al otro lado un par de enormes puertas de piedra
se abrían a ambos costados, con vistas al profundo abismo que había ante él.
—¿Cómo las abriría Petra? —preguntó Rose incrédulamente—. ¡Tienen que pesar
toneladas!
—Estoy más interesado en saber como cruzó eso —dijo Ralph, gesticulando hacia el
abismo y las enormes y balanceantes cuchillas—. ¡Nunca seremos capaces de seguirla!
James se agachó y alzó una roca de tamaño medio. La sopesó cuidadosamente en
su mano y luego la lanzó hacia el abismo tan fuerte como pudo. Esta cayó en la
oscuridad, girando lentamente y entonces se produjo un destello y una chispa
cuando una de las cuchillas mágicas descendió en picado. La roca quedó pulverizada
en el aire, y luego, fue succionada por la oscuridad.
James miró de reojo a Rose y Ralph, con los ojos muy abiertos. Ralph se encogió de
hombros impotentemente.
Albus soltó un profundo suspiro.
—Creo que podría haber una manera de cruzar eso —dijo, como si temiera
admitirlo.
—¿Qué, Al? —preguntó James, pero su hermano ya se había girado. Se alejó unos
cuantos pasos hasta que se detuvo otra vez en la base de los escalones de piedra.
Echó un vistazo atrás.
—Papá me enseñó esto —dijo—. Una vez le salvó la vida. Tal vez podamos
utilizarlo para salvar a Lil. —Se dio la vuelta de nuevo hacia las escaleras, levantó su
propia varita, y tan fuerte como pudo, gritó—: ¡Accio escoba!
Casi un minuto después, James estaba comenzando a dudar de que el hechizo
hubiera funcionado cuando una exclamación de alarma resonó hacia abajo por los
escalones de piedra.
—¡No! —chilló la voz Tabitha—. ¡Mi escoba no! ¡No puedes!
Ted gritó por encima de ella:
—¡Ahí va!
La escoba se zambulló hacia los escalones y se detuvo junto a Albus. James, que
estaba de pie cerca, podía oír el tenue zumbido de la escoba. Recordaba muy bien su
fallido intento de apoderarse de ella el año pasado.
—No puedes hablar en serio —dijo Zane, adelantándose y examinando el palo de
escoba—. ¡Esta es la escoba de Tabitha! El falso báculo de Merlín del año pasado. No
vas intentar montarla para atravesar el abismo, ¿no?
—Ahora es mi escoba —dijo Albus seriamente—. Tabitha me la dio, aunque puede
que esté arrepintiéndose.
Rose declaró:
—¡Pero no puedes volar a través sin más! ¡Ya viste lo que le sucedió a la roca! ¡No
sé cómo hizo Petra para cruzar con Lily, pero debe haber algún otro camino!
Albus se acercó a zancadas al borde del abismo y montó a horcajadas sobre la
escoba.
—Esta no es una escoba común, Rose. No sé de dónde la sacó Tabitha, o cómo
funciona, pero sabe donde tiene que estar. En cierto modo, es todo lo contrario a la
Thunderstreak de James. Sabe donde estar, y lo pone en la mente del jinete. La escoba
no permitirá que nos hagan pedazos. Y además, no tenemos otra alternativa. Sube
detrás de mí, James, y agárrate tan fuerte como puedas.
James tragó saliva y subió a la escoba, envolviendo los brazos con firmeza
alrededor de la cintura de su hermano.
—¡Esperad! —exclamó Rose—. ¡Es una locura!
—Por eso no podemos esperar, Rose —dijo James, apretando los dientes-. Si
esperamos, comprenderemos la absoluta locura que es esto. ¡Adelante, Al!
James sintió a Albus tensarse. Juntos, se contorsionaron, y mientras Rose se
lanzaba hacia delante para agarrar a James, con la cara aterrorizada, Albus se inclinó
hacia delante, llevando a James y a la escoba con él.
La escoba cayó en picado bajo el peso tanto de James como de Albus, y James
cerró los ojos con fuerza, abrazando a su hermano mientras éste se inclinaba a lo
largo del palo, luchando por mantenerlo derecho. La escoba se corregía rápidamente,
inclinándose hacia arriba y acelerando. James todavía tenía encendida su varita en el
puño. Aferraba a Albus con su brazo izquierdo y sostenía su varita en alto, luchando
contra la fuerza de la velocidad. La luz de la varita se reflejó en una gran cuchilla
acerada cuando esta pasó junto a ellos, cercenando el aire. Albus se tambaleó de lado
cuando la escoba la esquivó, y James casi dejó caer la varita, luchando por
permanecer agarrado. El aire silbaba por todos lados mientras las cuchillas enormes
y curvas cortaban la oscuridad, cayendo como espadas y fallándoles por poco.
Sorprendentemente, la escoba parecía determinar el curso por sí misma, esquivando
con velocidad relampagueante a través de la centelleante y mortífera barrera. James
luchó por agarrase, intentando mantener su cuerpo lo más cerca posible de la escoba
y de Albus. Se oyó un sonido alto y áspero cuando una de las cuchillas cortó una
impecable abertura en su túnica, y James sintió pasar el frío del metal por su piel.
Aulló y se apartó, empujando a la escoba ligeramente fuera de su curso.
Albus dijo una palabrota, intentando corregirla, pero fue inútil. La escoba parecía
haber perdido su orientación. Empujaba hacia arriba bajo ellos, y James tuvo la
sensación de que se estaban acercando al otro lado del abismo. De repente, una
áspera pared de piedra apareció a la vista, como si estuviera cayendo sobre ellos.
Albus tiró hacia arriba, intentando ayudar a la escoba a alcanzar el saliente, pero
estaba demasiado alto. La escoba forcejeó, volando casi verticalmente, todavía
zigzagueando entre las cuchillas que pasaban. Y entonces, súbitamente, había luz y
espacio, y James estaba resbalando de la escoba, balanceando los brazos en busca de
algo a lo que agarrarse. Aterrizó duramente sobre piedra, rodó y se levantó
tambaleándose, con la barbilla arañada y sangrando, pero por lo demás estaba ileso.
Albus estaba tendido a cuatro metros de distancia, peligrosamente cerca del borde
del abismo que acababan de atravesar. Gemía y se aferraba la cabeza.
—¡Al! —llamó James, tambaleándose hasta él—. ¿Estás bien?
—Creo que nos estrellamos —respondió Albus, sacudiendo la cabeza como para
aclarársela—. Ha sido una locura ¿no? ¡Ay!
James bajó la mirada
—¡Oh, no! ¡Creo que se ha roto!
—¿Mi pierna? —preguntó Albus, examinándose la espinilla críticamente—. ¡Ay!
Estoy bastante seguro de que no se supone que deba inclinarse en esa dirección, pero
no es nada que Madame Curio no sea capaz de solucionar, ¿verdad?
James parpadeó hacia la pierna torcida de Albus.
—Oh. Eeeu. No, no fue eso lo que quise decir. Lo siento, Al. Me refería a aquello —
Señaló al palo de escoba, que estaba fragmentado en dos partes.
—¡Oh, no! ¡Eso duele incluso más que la pierna! ¿Ahora cómo vamos regresar? —
exclamó Albus, recogiendo uno de los trozos.
James sacudió la cabeza.
—Como dijiste, simplemente rescatemos a Lily, y ya nos encargaremos del resto
más tarde.
Albus comenzó a arrastrar los pies y entonces siseó de dolor, cayendo hacia atrás.
—No estoy nada bien, James. A menos que planees cargar conmigo, estoy atascado
aquí.
—¡Vamos, no podré hacerlo sólo! —dijo James, sintiendo uno súbito e impotente
enojo.
—Bueno, si no nos hubieras hecho perder el control allá arriba, yo no estaría en
estas condiciones, ¡estúpido imbécil!
—¿Yo? ¿De quién fue la idea de montar en la Escoba del Infierno para atravesar el
abismo en primer lugar?
—Bueno, está claro que a ti no se te ocurrió ninguna otra brillante idea, ¿no?
—¡Ssh! —siseó James de repente, medio girándose.
—¡No me mandes a callar, grandísimo zoquete! —gritó Albus—. Si mi pierna no
estuviera ya rota, ¡te daría una patada con ella!
—¡Sssssh! —insistió James, agitando una mano frenéticamente. Ladeó la cabeza,
escuchando. Albus se detuvo y escuchó también, arrugando el entrecejo.
—Es una voz —susurró—. Algo así. Suena escalofriante.
—Viene de esa cueva de allá —señaló James. Cuando sus ojos se adaptaron a la
penumbra, pudo ver una luz verdosa parpadeante que emergía de la boca de la
cueva.
—Ve, James —susurró Albus con urgencia—. Trae a Lily de vuelta si todavía
puedes. Y si no puedes, juro que te mataré.
James asintió.
—Está bien. Sólo espero que nadie se te adelante.
Tomó un profundo aliento, todavía mirando fijamente al verde resplandor de la
boca de la cueva, y luego comenzó a caminar hacia él.
La cicatriz fantasmal de James empezó a cantar una larga y alta nota de dolor.
Zumbaba en sus oídos, vibrando con fuerza y con el constante retumbar del latido de
su corazón. En realidad Petra no haría daño a Lily, ¿verdad? De verdad quería creer
que no, pero recordaba los sueños, recordaba las palabras persuasivas, consoladoras
y provocadoras de la voz fantasmal. Esta había prometido que Petra podía recuperar
a sus padres sólo si estaba dispuesta a hacer la elección más difícil de todas para
compensar sangre por sangre. Petra obviamente no estaba en su sano juicio. Estaba
en alguna especie de trance, ¿no? Estaba bajo el control de aquella horrible voz, y de
la última brizna del alma de Lord Voldemort que latía en sus venas. Pero incluso
mientras se acercaba a la entrada de la cueva, supo que eso no era completamente
cierto. Petra estaba siendo influenciada, sí, pero no estaba siendo forzada a hacer
nada. Ese trozo de Voldemort no era suficiente para controlarla totalmente, solo
podía influenciarla, persuadirla e incitarla. La mayor influencia dentro de Petra era
su propio corazón roto, su profunda y tácita rabia y la desesperada e inagotable ansia
de justicia para aquellos que le arrebataron a sus padres. Siendo esclava de esas
emociones, James sabía que Petra podría hacer casi cualquier cosa si estuviera
convencida que eso satisfaría esas necesidades.
Pensando en ello, James se estremeció. Se adentró en la boca de la cueva y lo vio
todo.
Había una charca verde resplandeciente, iluminada desde dentro, y allí estaba
Petra, todavía vestida con su traje rosa. Los rizos había comenzado a desprenderse de
su peinado y su maquillaje se había corrido, formando franjas en sus mejillas. Sin
embargo, sus ojos estaban secos ahora. Tenía levantada la varita, apuntando a Lily,
que estaba de pie ante ella, inexpresiva y flácida como un títere. Una voz alta y
horrible estaba balbuceando y James sólo ahora pudo distinguir las palabras.
—¡El joven James ha llegado! —dijo la voz, con deleite—. ¡Contémplalo, querida!
¡Llegó, tal y como se predijo!
James soltó un grito ahogado, oyendo su nombre pronunciado por esa horrible
voz, pero entonces Petra se giró hacia él, y su grito se convirtió en un violento
escalofrío mientras el dolor de su frente le atravesaba. Los ojos de Petra estaban
extrañamente muertos. Con el resplandor de la charca verdosa, su cara parecía una
máscara. Sostenía el muñeco vudú en su mano libre, y James pudo ver que alguien
había dibujado un tosco relámpago verde en su frente.
—James —dijo inexpresivamente, todavía apuntando con su varita a Lily—, no
deberías haber venido. Ya es demasiado tarde.
James se tambaleó hacia delante, adentrándose en la luz de la cueva.
—Petra, ¿qué… qué estás haciendo?
Petra se encogió de hombros ligeramente, y luego volvió su mirada fija hacia Lily.
—Aquello para lo que se me creó —respondió, sonando alarmantemente como
Tabitha Corsica. Asintió con la cabeza hacia Lily y le dijo:
—Ya sabes qué hacer, querida.
Sin parpadear, Lily rodeó lentamente la charca incandescente, sus pies descalzos
no hacían ruido sobre la piedra. Al otro lado de la charca, James vio que una serie de
escalones bajaban hasta el agua. Muy despacio, Lily empezó a descender la
escalinata. James comprendió con horror que su hermana estaba bajo la Maldición
Imperius.
—Lo lamento, James —dijo Petra—. Sé que no puedes comprender por qué tiene
que pasar esto. Al principio también a mí me parecía horrible, pero ahora sé que es la
única forma. De verdad es lo mejor para todos, incluso para Lily. Tienes que confiar
en mí.
—…confiar en mí —hizo eco la horrible y penetrante voz. Parecía estar hablando
constantemente, mascullando por debajo de las palabras de Petra, casi como si
estuviera apuntándoselas.
—¡Lily! —llamó James, avanzando—. ¡Detente!
Los ojos de Lily no hacían mucho más que parpadear. Dio otro paso en el interior
de la espeluznante charca verde. James buscó desesperadamente su varita, pero ésta
no estaba en su bolsillo. Demasiado tarde comprendió que la debía haber dejado caer
cuando él y Albus habían estrellado la escoba. Corrió hacia adelante, con intención
de arrastrar a su hermana fuera de la charca, pero justo cuando ya la tenía a su
alcance, algo le repelió. Fue lanzado hacia atrás por el aire, como si alguien hubiese
tirada de una cuerda anudada a su cintura. Golpeó la mohosa pared de piedra y
cayó, el golpe lo dejó sin respiración.
—Uno a la vez, James —dijo Petra tristemente, todavía apuntando la varita hacia
Lily—. Lo lamento. Por favor, no lo intentes de nuevo. Sinceramente no quiero
heriros a ninguno de los dos antes de que todo haya acabado.
James jadeaba entrecortadamente, y la cicatriz fantasmal de su frente ardía como
un hierro al rojo. La escalofriante voz hacía eco con cada palabra de Petra, y por
primera vez, James se preguntó si Petra era siquiera consiente de esa voz. ¿Era
posible que no se diera cuenta cómo estaba siendo persuadida? Echó un vistazo
alrededor, buscando el origen de la voz. Como en sus sueños, esta parecía emanar de
una figura misteriosa en un oscuro rincón. Estaba perfectamente inmóvil,
aparentemente vestida con un viejo bombín y una capa polvorienta. Los brazos
colgaban torpemente a los lados, mientras observaba.
James luchó por levantarse, pero se sentía débil y pesado, como si algo le estuviera
presionando contra el suelo. Era el terrible peso de una nueva presencia, llenando la
habitación de humo negro y oscureciéndola. Era el Guardián. Silencioso e
inquietantemente invisible, descendía a la Cámara, observando y preparándose para
meterse dentro de Petra, una vez ella hubiera completado el necesario rito
voluntario: asesinar a Lily.
Lily dio otro paso en el interior de la charca. Su vestido amarillo comenzó a flotar
a su alrededor, hundiéndose en el agua turbia, y mientras descendía, algo más
parecía estar ascendiendo desde el otro extremo de la charca. James reconoció la
figura. Era la joven a la que había visto tantas veces en sus sueños: la madre de Petra.
Mientras Lily se sumergía en el agua, Lianna surgía de su propio reflejo, sonriendo a
su hija y alzando las manos. Los ojos de Petra brillaban mientras observaba a la
figura ascendente.
—¡Petra! —llamó James, cogiendo aliento—. ¡Esa no puede ser realmente tu madre!
¡Es una trampa! ¡No es real!
—No le escuches —susurró la voz aguda, engatusándola—. Es el hijo de aquellos
que la dejaron morir. Está lleno de mentiras y engaño. Pero su voz pronto se apagará
para siempre, y con su muerte, ¡traerás de regreso a tu padre también! Entonces todo
estará preparado; el equilibrio se restablecerá. La nueva era del juicio se acerca, y
todo por tu sacrificio…
—Todo por mi sacrificio —dijo Petra tranquilamente, caían lágrimas por su rostro
una vez más, corriendo su maquillaje.
El mentón de Lily tocaba la superficie de la charca. Una gota de agua le colgaba
allí, y entonces se movió hacia delante nuevamente, y su boca se sumergió bajo la
superficie. Su cabello se extendió a su alrededor, flotando en el agua como una
aureola. La figura fantasmal de Lianna Agnellis se puso un pie en la piedra seca. Ni
siquiera estaba mojada.
—¡Esto no es real! —gritó James desesperadamente, luchando con sus pies—.
¡Todo viene de esa voz! ¿Qué es?
—No hay ninguna voz —cantó Petra ligeramente, balanceando la cabeza de un
lado a otro—. No hay ninguna voz aparte de la de mi padre muerto. Como ves, he
traído sus cosas aquí, donde esperan por él. Su sombrero, sus zapatos y su abrigo.
Incluso su Capa de Invisibilidad, que he usado yo misma en tantas de estas visitas.
Se alegrará de verlas de nuevo, ¿no te parece?
James sacudió la cabeza fervorosamente.
—¡Esa es la capa mi padre, Petra! ¡Estás siendo engañada!
Petra no parecía oírlo. Sus ojos miraban fijamente como en trance a la figura de su
madre, pero apuntaba todavía a Lily con su varita mientras ésta descendía el último
escalón, deslizándose bajo la superficie del agua. La pesada y oscura sensación de la
presencia del Guardián aumentaba. Todo estaba a punto de cumplirse; se uniría
pronto a Petra, su anfitrión, y no habría forma de enviarle de vuelta, no habría forma
de evitar que devastara la tierra. James deseaba volver a abalanzarse hacia la charca,
arriesgándolo todo por sacar a su hermana del agua, pero incluso en su
desesperación sabía que Petra lo repelería fácilmente otra vez. No había ninguna
esperanza, y aún así, James se daba cuenta que esta era su última posibilidad de
actuar. Frenéticamente, miró de su hermana que se ahogaba, a la figura misteriosa
del rincón. Podía ver ahora que no era una figura, sino simplemente un conjunto de
ropa... las pertenencias del padre de Petra, colocadas como un espantapájaros. La voz
provenía de dentro de ellas, oculta de alguna manera. Repentina y horriblemente,
James supo lo que tenía que hacer.
—Esto no es tu padre —exclamó, gateando para cruzar la habitación, bordeando la
charca y a su agonizante hermana—. ¡Petra, mira!
Antes de que Petra pudiera detenerle, James agarró el brazo vacío de la capa. Tiró
tan fuerte como pudo, arrancando el abrigo. Este se desprendió de la figura a la que
había mantenido en pie, derribando el sombrero también y la horrible voz gritó de
furia.
—¡Nooo! —bramó—. ¡Muchacho asqueroso! ¡Cómo te atreves a tocarme!
James se tambaleó hacia atrás, casi desmayándose ante la intensidad del dolor en
su frente.
Petra jadeó y su varita vació.
—James… ¿Qué has…? —exclamó y entonces su voz cambió, pareciendo ahora
ligeramente dubitativa—. ¿Padre?
El manto había camuflado un retrato en un marco. James pudo ver
inmediatamente que el retrato había sido severamente dañado, casi totalmente
destruido y después había sido cosido sistemáticamente de nuevo y repintado. Las
partes repintadas no se movían muy bien, mostrando una cara retorcida y con una
mirada mutilada, pero James podía ver claramente a quién representaba el retrato.
Un ojo miraba fija e inexpresivamente mientras que el otro le seguía malévolamente,
brillando de color rojo y con pupilas verticales como los de una serpiente.
La cara de Petra se crispó con un asco involuntario.
—Tú no eres mi padre… eres… eres…
—¡Termina la tarea! —siseó el retrato furiosamente—. ¡Mata a Lily Potter primero!
¡Y después a James Potter! ¡Corrige mi único error fatal! ¡No importa quién sea yo!
¡Todo lo que importa es lo que te han robado, y hacer pagar a los responsables! ¡Es la
única forma de recuperar todo lo que has perdido!
—¿Corregir tu error? —dijo Petra, su expresión se disipaba lentamente ante la
aterradora revelación—. Pero yo creía…
—¡Mi único error! —chilló el retrato de Voldemort con urgencia—. Matar a James
Potter primero, ¡dejando al más fuerte para proteger al chico! Era magia antigua, pero
magia muy poderosa, ¡y lo olvidé! ¡Ella debería haber muerto primero, dejando al
hombre y al niño languidecer ante mi varita! ¡Fue mi único y fatal error! Fui un
estúpido, sí, ¡pero ahora el círculo se cerrará! Tú, la vasija final de mi alma, matarás a
la niña, Lily Potter, y luego al chico, James Potter, y después… —la voz se redujo a
un codicioso y enfurecido siseo—. Harry Potter vendrá, y finalmente… finalmente…
¡le mataremos!
—¿Harry Potter? —susurró Petra.
—El muñeco pretendía convocarlo —dijo el retrato rápidamente—. El plan parecía
tan simple: añadir una cicatriz a su frente, haciéndosela al padre en lugar de al hijo. Y
sin duda, una vez la cicatriz de Harry Potter volviera a despertar, vendría y entonces,
¡sería nuestro! Pero en lugar de ello, hemos atraído al chico, James, concediéndole a él
la cicatriz fantasmal y la capacidad de conocer nuestros planes, y esto, querida mía,
¡es muchísimo mejor! ¡Tendría que haberlo previsto! ¡Mi único error será rectificado,
el orden invertido! Lily Potter muere, luego James, y después, por último, ¡Harry
Potter yacerá muerto a nuestros pies!
Conmocionada, Petra dijo:
—Pero mis padres… la promesa de equilibrio y perfección… me utilizaste… —su
voz se elevó, tornándose enojada—. ¡Me has utilizado!
—¡Por eso en tu corazón tú y yo somos lo mismo! —dijo con voz áspera el horrible
retrato—. Tu alma viva porta el último vestigio de la mía, ¡como la llama de una
linterna! Deseamos las mismas cosas, pero desde distintas perspectivas. Al final,
llegaremos al mismísimo lugar: ¡la venganza!
Petra sacudió la cabeza tristemente.
—¿Qué he hecho? Yo no quería venganza —dijo—. Todo lo que quería era
justicia… —dio la espalda al retrato y miró hacia la mujer que estaba de pie al borde
de la charca parpadeante y verdosa. La madre de Petra sonrió de nuevo
apesadumbrada, y asintió. Petra sollozó.
—Justicia… y recuperar a mis padres —dijo, con voz resquebrajada. Levantó su
varita—. ¡Wingardium Leviosa!
—¡Nooo! —gritó el retrato, tan fuerte que pareció hacer temblar las paredes.
Lily salió volando de la charca, flácida como un trapo y chorreando agua. La
figura de Lianna Agnellis se desplomó sobre sí misma, volviendo al agua. Salpicó el
suelo de piedra y desapareció en la charca.
—¡Mamá! —gritó Petra, incapaz de resistirse a extender la mano hacia la figura
desaparecida y con lágrimas brillando en sus ojos—. ¡Lo siento, mamá! ¡Papá! ¡Lo
siento tanto! ¡No podía hacerlo!
James corrió hacia la figura suspendida de su hermana. Llegó y tiró de ella,
abrazándola. Estaba tan flácida y fría que parecía estar muerta. Con delicadeza, la
tendió en el suelo, y colocó el oído en su pecho.
—¡Su corazón sigue latiendo! —gritó.
—¡Estúpida muchacha! —rugió el retrato con el rostro grotescamente
distorsionado—. ¡Es la única forma! ¡La parte de mí en tu interior se rebela incluso
ahora! ¡Tú misma corres riesgo al resistirte! ¡Mata a la chica! ¡Aún estás a tiempo!
Petra sacudió la cabeza lentamente, acercándose al retrato.
—No puedes destruirlo, Petra —gritó James, meciendo a Lily entre sus brazos—.
¡Míralo, otros lo han intentado! Los retratos solamente pueden ser destruidos por su
pintor, ¿recuerdas?
Petra aún estaba sacudiendo la cabeza, con lágrimas cayendo por su rostro, pero
su expresión era una máscara severa y decidida.
—Eso no es completamente cierto, James —dijo tranquilamente. Con ambas
manos, agarró la pintura por el marco y lo alzó.
—¡Eres el anfitrión del Guardián! —proclamó la alta y fría voz de Voldemort con
urgencia—. ¡Ahora mismo espera por ti! ¡Puedes sentir su presencia! ¡Has sido
elegida desde los tiempos del mismísimo Salazar Slytherin! ¡Cientos de años de
profecías conducen a ti! ¡No puedes dar la espalda al peso de ese destino! ¡Te
aplastará! ¡Recapacita! ¡No todo está perdido aún! ¡No es demasiado tarde!
—Hay dos personas que pueden destruir un retrato, aunque la segunda persona
rara vez está disponible para hacerlo —dijo Petra, hablando para James e ignorando
la voz delirante. Sostenía el cuadro con ambas manos, sosteniéndolo por encima de la
ondeante superficie de la charca—. Un retrato sólo puede ser destruido por su pintor,
o si el destino lo permite, un retrato puede ser destruido… por el sujeto.
—¡NOOO! —chilló el retrato, y James vio como el lienzo se abombaba ligeramente
por la fuerza del grito. Petra soltó el retrato y éste cayó encima de su reflejo,
salpicando pesadamente. La voz del Voldemort pintado continuó gritando
furiosamente, burbujeando mientras flotaba durante unos instantes. Horriblemente,
la cara pintada comenzó a correrse y deshacerse, como si el líquido de la charca fuese
ácido en lugar de agua. La pintura sangraba sobre el lienzo que se hundía y se
mezclaba con el agua resplandeciente, diluyéndose, desintegrándose, dibujando
garabatos negros en la profundidad. La voz borboteó y se desvaneció, se quedó sin
aliento, jadeó desesperadamente y después murió, dejando apenas su eco en la
Cámara de los Secretos. El marco del retrato se hundió, desapareciendo de la vista y
se perdió para siempre en la profundidad de la charca.
—¿Respira? —preguntó Petra, dejándose caer de rodillas junto a Lily.
—¡No! —exclamó James, abrazando el húmedo y ligero cuerpo—. ¡Está muy fría!
Petra asintió y apuntó su varita a la garganta de Lily.
—Expelliaqua —dijo firmemente.
Algunos segundos pasaron, y James estaba seguro de que el hechizo no había
funcionado, pero entonces, súbitamente, Lily se sacudió entre sus brazos. Tosió
profundamente y vomitó cierta cantidad de agua. James la ayudó a sentarse y
reincorporarse, golpeándola suavemente en la espalda. Tosió más agua y jadeó,
inhalando un enorme e irregular aliento. James estaba tan preocupado que apenas
notó la sensación del Guardián desapareciendo de la Cámara. Su anfitrión había
fracasado en la prueba final. Petra no había matado por él. Debilitado y silencioso, el
Guardián se disgregó.
—¿James? —graznó Lily, mirando indolentemente a su cara—. ¿Dónde estoy?
¿Qué ha pasado?
James sacudió la cabeza y se rió con alivio, le brotaron lágrimas de los ojos.
—Estás conmigo, Lil. Eso es todo lo que importa.
—Hola, Petra —dijo Lily débilmente, mirando a un lado—. Estuviste genial. Lloré
cuando bebiste la poción de sueño de la Vieja Marsh.
Petra sonrió lánguidamente.
—Gracias, Lily.
James y Petra ayudaron a Lily a ponerse en pie y James la rodeó con un brazo,
sacándola de la cueva. Petra recogió la Capa de Invisibilidad, pero dejó la
espeluznante colección de ropa de su padre. Miró atrás sólo una vez más, sonrojada
y triste.
—Ey, Petra —dijo Albus juguetonamente mientras se acercaban—. Ya te sientes un
poco más tú misma, ¿no?
Petra asintió con la cabeza pero no respondió. En silencio, se arrodilló junto a
Albus y examinó su pierna.
—Eres muy buena en esto —dijo James, observando a Petra arrancar una tira de su
vestido. Cuidadosamente, ella usó la tira y un pedazo de la escoba rota para
entablillar e inmovilizar la pierna de Albus. Cuando lo hubo hecho, tiró de Albus
para ponerle en pie.
—Ey —dijo Albus, sorprendido—. La siento mucho mejor. ¿Cómo lo has hecho?
—Es una especie de talento —respondió Petra, apartando la mirada—. Además,
sólo era una fractura. Estarás bien en un día más o menos, una vez Madame Curio te
vea esa pierna.
James no dijo nada, pero tuvo la clara sensación de que Petra estaba mintiendo
sobre la herida de Albus. Desde luego que había sido mucho más que una fractura.
El mismo James había visto el feo ángulo bajo la rodilla de Albus. Ahora estaba de
pie sobre ella con la ayuda de una simple tablilla. Era como si Petra intentara
resarcirles por lo que había sucedido, pero en secreto, y usando un tipo de magia
bastante extraordinaria.
Petra se puso de pie nuevamente, recogiendo el muñeco vudú y la Capa de
Invisibilidad. Los miró en sus manos.
—Esto no es mío —dijo, y luego se los entregó a James—. Ni siquiera fui consciente
del muñeco hasta que el retrato lo mencionó. Lo llevaba conmigo todo el tiempo,
pero de alguna manera, apenas lo sabía. Lo siento mucho James. No sé qué más
decir.
James aceptó el muñeco y la Capa.
—Estabas siendo engañada —respondió simplemente.
Petra asintió tristemente y echó un vistazo más allá del abismo.
—Sí —estuvo de acuerdo—. Pero por encima de todo, me estaba engañando a mí
misma. Eso no puedo negarlo.
—Tenías tus razones para estar enfadada y dolida, Petra —dijo James
tranquilamente—. Esa no era la forma de tratar con ello… Ted quería que te lo
dijera… pero hay otras. Los sentimientos son reales. Sólo tienes que averiguar qué
hacer con ellos, ¿no?
Petra asintió lentamente. En la oscuridad, James vio una lágrima más deslizarse
por su mejilla.
—¿Todavía estás de una pieza, Lil? —preguntó Albus a su hermana, mirándola de
arriba a bajo—. ¿Por qué estás toda mojada?
Lily frunció el ceño y bajó la mirada a su vestido amarillo empapado.
—Sinceramente, no tengo ni idea.
—Las explicaciones luego —suspiró Albus efusivamente, cojeando sobre su pierna
ilesa—. Primero, ¿cómo hacemos para regresar cruzando eso? —Gesticuló hacia el
oscuro abismo.
—De la misma forma en que llegué yo aquí —respondió Petra suavemente—.
Caminaremos.
Albus hizo una mueca.
—¿Caminando? ¿Qué eres? ¿Acaso un fantasma?
—No —respondió Petra casi para sí misma—. Aparentemente, soy el Linaje de
Voldemort.
Dio un paso hacia delante, caminando directamente más allá del borde del
precipicio. James jadeó, horrorizado, pero incapaz de apartar la mirada. Sin embargo
Petra no cayó. Su pie estaba apoyado en una pequeña plataforma rocosa, casi como
un peldaño de piedra que hubiese aparecido de la nada. Miró atrás, todavía con un
pie en el borde del abismo.
—Manteneos cerca e intentad con todas vuestras fuerzas no pensar en lo que estáis
haciendo —dijo, y James se estremeció. No sonaba totalmente convencida de que
funcionaría, ¿pero qué otra opción tenían? James vaciló, pero luego comprendió que,
por primera vez en casi toda una hora, la cicatriz fantasmal de su frente no le dolía.
Suspiró y siguió a Petra, azuzando a Lily y a Albus para que fueran por delante de él.
—Esto es completamente absurdo —comentó Albus.
—No miréis hacia abajo —respondió Petra. Sin pausa, comenzó a caminar. Albus,
Lily y James empezaron a seguirla torpemente. Contra toda probabilidad, ninguno
de ellos cayó mientras avanzaban por encima de las profundidades del abismo. Ni
las balanceantes y silbantes cuchillas descendieron sobre ellos. Los pasos de James
aterrizaban sobre ásperos escalones de piedra, cada uno del tamaño de un gran plato
de mesa, y en el momento en que sus talones se separaban de cada escalón, este se
hundía rápidamente, cayendo en la oscuridad.
Tenuemente, James oía el traqueteo de una maquinaria, y lo reconoció. Era el
mismo sonido que había escuchado en los sueños de este lugar, ahora ya sabía lo que
era. De algún modo, las piedras se alzaban mecánicamente, operadas por la pura
magia del paso de Petra. Quizás el mecanismo solamente podía ser convocado por el
Linaje, o quizás simplemente respondía a cualquiera que conociera el talismán
adecuado, como evidentemente pasaba con Petra. De cualquier modo,
definitivamente no ayudaba pensar en lo que uno estaba haciendo o mirar hacia
abajo. Cuando James dio su último paso sobre el borde opuesto, fue acogido por los
ansiosos brazos de Rose, Ralph y Zane, y no pudo resistirse a mirar atrás. El último
peldaño de piedra cayó en la oscuridad, chocando contra un complicado aparejo de
engranajes y espirales de hierro. Chirrió y traqueteó mientras se replegaba, y luego
desapareció, como si nunca hubiera estado allí en absoluto.
—¡Petra! —exclamó Rose, con débil alivio. —¡Lily! ¡Todos estáis bien!
Zane sonrió incrédulamente.
—Creía que estabais los dos claramente desahuciados. ¿Qué pasó?
—James hizo que nos estrelláramos —intervino Albus, sacudiendo la cabeza—. De
ahí mi pierna rota. Y menos mal que Petra es una fiera entablillando.
—Sí, es estupendo tenerla cerca en una emergencia médica —estuvo de acuerdo
Ralph, mirando a Petra un poco preocupado.
—¡Lily, estás empapada! —exclamó Rose, riendo y limpiándose una lágrima del
ojo—. Vamos, déjame ayudarte.
Rose sacó su varita y la ondeó hacia Lily en un gesto complicado. De repente
surgió aire caliente de la punta, secando el vestido de Lily y haciéndole cosquillas.
—¿Y qué hay del Guardián? —Zane preguntó a James mientras el grupo se abría
paso hacia las escaleras de piedra y a la luz de más allá.
—Se fue —respondió James—. Le sentí marcharse.
—¿Para siempre?
James se encogió de hombros.
—No consiguió que Petra fuera su anfitrión. No estaba dispuesta a matar por él,
no al final. Ya no tiene un apoyo aquí. Se acabó.
Zane asintió, frunciendo un poco el ceño.
—Si tú lo dices, camarada. Salgamos de aquí. Este lugar me da escalofríos todo el
tiempo.
—Sí. Por algo lo llaman la Cámara de los Secretos —estuvo de acuerdo Albus.
James asintió, echando un último vistazo atrás. Dijo con fervor:
—Esperemos que este haya sido el último de sus secretos.
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