
Llegamos, finalmente, al último capítulo de la historia creada por G. Norman Lippert que cautivó a millones: "James Potter y la Maldición del Guardián".
Cuando te presentamos el prólogo de la historia, no pensamos que iba a tener tanta repercusión en los visitantes, pero, sin embargo, la gente ha recibido a este escrito increiblemente bien.
Aprovecho la oportunidad para decirles que la segunda historia de James Potter (Tanto en español como en inglés), ha superado ya las 40.000 lecturas!.
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Capítulo 20: "El largo viaje a casa"
―Y esa es la historia tan bien como la puedo contar ―dijo James, sentado en la silla
frente a la del director. Era el día siguiente, y la luz brillante del sol y el canto de los
pájaros de la mañana atravesaban gentilmente la ventana abierta–. Subimos hasta el
baño de las chicas del segundo piso y Ted dejó a Tabitha directamente aquí, en su
oficina. El resto de nosotros llevó a Lily al Gran Comedor a reunirse con Mamá. Ella
llamó a tía Hermione, tío George, y tío Ron para que abandonaran la búsqueda y todo el
mundo decidió seguir adelante con la fiesta de celebración tras la función, aunque fue
más bien una celebración del regreso de Lily llegado ese momento.
Merlín asintió despacio, uniendo las yemas de los dedos de ambas manos ante él.
Compartió una mirada con Harry Potter, que se encontraba de pie a un lado, con los
brazos cruzados y mirando al suelo.
―¿Y la señorita Morganstern asistió a la fiesta? ―preguntó Merlín.
James negó con la cabeza.
―No, creo que pensó que sería mejor para ella no estar allí. Es decir, considerándolo
todo.
Harry habló sin levantar la cabeza.
―No fue culpa suya. Estaba siendo engañada.
―No fue enteramente culpa suya ―corrigió Merlín sombrío―. Estaba siendo
engañada, sí, pero ella permitió que el engaño tuviera lugar. Ella misma lo admitió. El
hecho de que al final fuera capaz de desechar el engaño es prueba de que pudo haberlo
hecho en cualquier momento, si así lo hubiera elegido.
―Está maldita con el último rastro fantasma del alma de Voldemort en su sangre
misma ―dijo Harry, finalmente alzando los ojos―. Él era un astuto mentiroso y un
maestro de la manipulación. Brujas y hechiceros mucho más poderosos que Petra
Morganstern sucumbieron a sus engaños.
Merlín asintió.
―Y también ellos fueron responsables de las decisiones que tomaron como resultado
de ello.
James se echó hacia delante en su silla.
―¿Qué está diciendo? ¿Cree que Petra es malvada sólo porque fue tuvo la mala
suerte de ser escogida por esa estúpida daga Horrocrux?
―No, James ―dijo Merlín gentilmente. ―Por eso, es verdaderamente desafortunada.
Hasta qué grado Petra se permite ser influenciada por esa alma abominable, sin
embargo, ya que todavía puede escoger qué hacer, es lo que la haría de hecho malvada.
Ha admitido que fue ella la que maldijo a Josephina Bartlett con la maldición de vértigo,
sabiendo que todo el mundo culparía a la señorita Corsica, sólo para probarse a sí
misma que podía hacerlo. Anoche estuvo muy cerca de escoger el mal definitivo y casi
condenar a toda la humanidad en el proceso. Si tú no hubieras estado allí en el
momento adecuado, revelando el misterioso retrato, bien podría todo haberse perdido.
―Eso no lo sabe ―dijo James, pero inseguro.
―Oh, pero lo sé, James ―dijo Merlín, mirando a James a los ojos. ―Y por eso, te
debo una disculpa.
―¿Una disculpa? ¿Por qué?
Merlín suspiró profundamente.
―Estaba muy equivocado contigo, James Potter. ―El gran hombre se detuvo, como
si no deseara explayarse más. Miraba directamente adelante, y James comprendió que
estaba mirando más allá de él, a algo en la pared trasera. James se giró y miró sobre el
hombro. El retrato de Albus Dumbledore sostenía la mirada de Merlín. Sonrió
ligeramente y asintió con la cabeza. Entonces, casi imperceptible, Dumbledore guiñó un
ojo a James. James frunció el ceño y se volvió hacia Merlín.
―Se me ha advertido ―dijo Merlín sardónicamente―, que debo evitar la tentación de
guardar secretos o decir medias verdades. Vuestro Albus Dumbledore y yo hemos
discutido el tema ampliamente, y admito que, hasta hace poco, no coincidía mucho con
él. A pesar de ello, eventos recientes han demostrado la validez de su argumento. James
Potter, en presencia de tu padre, te contaré toda la verdad. ―Merlín suspiró
nuevamente y se puso en pie. Salió de atrás de su escritorio, pasando por delante de
Harry―. Es verdad ―explicó—. Era bien consciente de la posibilidad de que el ente
llamado el Guardián me siguiera en mi regreso del largo viaje fuera del tiempo. Salazar
Slytherin me lo dejó muy claro. Él lo esperaba y lo tenía planeado, y mi corazón estaba
en tal estado que no me importaba mucho. "Maldito el mundo", pensaba. "Si el
Aniquilador está por venir, entonces el destino salvará o no a la humanidad". Me lavé
las manos. El año pasado, cuando regresé al mundo del hombre, despreciaba esta
época. Decidí que si el Guardián de hecho me había seguido, yo no utilizaría el más
pequeño de los poderes a mi disposición para mantenerlo a raya ―Merlín levantó la
mano, enseñando el brillante anillo negro―. Y entonces descubrí la presencia de los
Borleys. Minucias, en realidad, el equivalente mágico de las cucarachas, y aún así eso
me probó que algunas cosas me habían seguido de hecho desde el Vacío. Si los Borleys
estaban aquí, entonces seguramente el Guardián lo estaba también. Decidí capturar a
los Borleys utilizando la mejor herramienta para esa tarea: la Bolsa Oscura, la cual,
como sabes, contiene el último vestigio terrenal de pura oscuridad del Vacío. Aprisioné
a los Borleys dentro de ella, aunque en ese momento no hubiera podido decir porque
decidí hacerlo; parecía simplemente lo más correcto y responsable. La verdad es que
estaba comenzando a conocer esta época, y aunque había muchas... y todavía las hay...
cosas que encuentro despreciables, descubrí que no la odiaba tanto como hubiera
pensado. Aún más importante, había comenzado a preocuparme por algunas personas
de esta época. Principalmente, por ti, señor Potter, y por tus bulliciosos e irreverentes
amigos.
"Cuando comprendí esto, supe que solo me quedaba una opción: debía hacer lo que
pudiera para librar al mundo del Guardián. Habiendo decidido eso, descubrí que había
algunos en este mundo que conocían al Guardián, y deseaban utilizarlo. Estos eran los
discípulos de Slytherin, quienes, como él, se engañaban a sí mismos al creer que el
Guardián podía ser controlado y utilizado como una herramienta de venganza. Yo
conocía la existencia de otra mitad de la Piedra Faro, y presentí que estaba en poder de
estos individuos corruptos. Seguí sus progresos mientras ellos localizaban al Guardián.
Observé y esperé, utilizando este mismo Espejo. ―Tocó el Amsera Certh, el cubierto
Espejo Mágico―. Mis artefactos pueden presentir eventos de fuerzas mágicas oscuras,
indicando su localización. Cuando eso ocurría, yo lo observaba en el Espejo.
Finalmente, llegué a involucrarme, viajando al lugar donde los agentes de Slytherin se
encontraron con el Guardián. Sospecho que fuiste testigo de eso, señor Potter, junto con
la señorita Wesley y el señor Deedle. Los encontré en un bosque intrazable, ante la
tumba de Tom Riddle. Ahí, el Guardián había revivido la memoria de Voldemort,
forzándolo a hablar a través de la estatua de la tumba. El Guardián exigió ser conducido
hasta el humano que le serviría de anfitrión. La estatua le habló del chico que había
vencido a Voldemort, y el Guardián asumió que ese chico, Harry Potter, sería la opción
más lógica como su anfitrión. Presentí que se dirigiría a ti, Harry, introduciéndose en tu
interior… ―Merlín miró hacia el padre de James―. Te localizó sin siquiera abandonar
la tumba. Te sintió en la red de la humanidad, y determinó que no podría tenerte. Lo
sentí evaluarte mientras lo sopesaba, sentí como te desechaba, no porque no valieras,
sino porque eras inconquistable. Supo que nunca te doblaría a sus propósitos.
Harry tembló visiblemente.
―Recuerdo eso, ―dijo con una voz baja y vacilante―. Estaba en las oficinas de los
Aurores en el Ministerio, hablando con Kirkham Wood. De repente, fue como si
estuviera fuera de mí mismo, mirando hacia abajo a mi cuerpo, como si hubiera sido
empujado a un lado mientras algo revoloteaba a través de los contenidos mi cerebro.
Sólo duro unos pocos segundos, y entonces de repente, se terminó. Kirkham no se dio
cuenta de nada. Decidí que lo había imaginado, o que sólo había sido un poco de estrés.
Pero debe haber sido esa… cosa… examinándome.
Merlín asintió.
―Se tiene que ser un mago poderoso para sentirlo. El Guardián entumece a su presa
de forma que pocos recuerdan siquiera su paso. Seguramente ya sólo ese hecho fue en
parte la razón por la que supo que nunca podría reclamarte, Harry. Así que buscó a
otro. Aún mientras ese demente de Lucius Malfoy hablaba de ello, tratando de atraer su
atención para que se les uniera, diciéndole que habían preparado a un heredero para ser
su anfitrión, yo lo sentí moverse, Harry, buscando más allá... buscándote a ti, James.
―¿A mí? ―exclamó James, sorprendido―. ¿Por qué?
―Tiene mucho sentido si lo piensas desde la perspectiva del Guardián. Todas las
profecías dicen que el anfitrión del Guardián sería el hijo de una gran pérdida, o un
huérfano. Buscó a Voldemort, el huérfano que mejor representa los propósitos del
Guardián, y le encontró cadáver. Entonces, lógicamente buscó a quien había sido lo
bastante poderoso como para haber vencido a Voldemort, y entonces encontró a otro
huérfano, Harry Potter. Él, sin embargo, era demasiado fuerte, y por lo tanto tan
inservible como el muerto Voldemort. Así que buscó un poco más allá, al primogénito
de Harry Potter. Y averiguó, interesantemente, que era el mismo chico que había estado
presente la noche de su llegada a la tierra, y que el propio James Potter había ayudado a
facilitar su llegada.
―¡Pero yo no pretendía hacerlo! ― barbotó James. ―¡Estaba intentando detenerla!
Merlín levantó una mano.
―Eso no significa nada para el Guardián. Lo sentí llegar a ti, aprender de ti, todo en
ese momento en la tumba, incluso mientras Lucius Malfoy hablaba con él. Te sentí en
sus pensamientos, James, y me adelanté para distraerlo. Lo llamé, identificándome
como el portador de la Piedra Faro. Él me recordaba del tiempo en que estuve en el
Vacío. La primera cosa que hizo fue preguntar por ti, James. Le dije tan firmemente
como pude que no sabías nada de él, que nunca consentirías ser su anfitrión. Pero se rió.
Me dijo que ya lo conocías, y que lo estabas viendo en ese preciso momento. Lucius
miró y te vio, reflejado en la ventana de una cabaña abandonada cercana. Lucius te
señaló, y el Guardián sonrió. Había notado que estabas observando desde el momento
en que dirigió su atención a encontrarte, James. Me giré y yo mismo vi tu reflejo. Sabía
que tenía que regresar, advertirte, pero cerraste el Libro de Concentración, dejándome
fuera. Me llevó gran parte del día regresar al castillo por otros medios, y para entonces,
desgraciadamente ya me había formado una opinión bastante diferente sobre ti.
―¿Había decidido que estaba de parte del Guardián? ―preguntó James, perplejo.
―No conscientemente ―respondió Merlín―. No más de lo que lo estaba Petra
Morganstern. Decidí que estabas siendo manipulado por él, y por tus propios deseos.
Lamento admitir esto, James, pero temí que tu deseo de ser como tu padre estuviera
siendo explotado, utilizado por el Guardián y las fuerzas del caos. Cuando llegó el
Vociferador de tu madre, diciéndonos a todos que ella creía que habías robado la Capa
de Invisibilidad y el Mapa de Merodeador, eso me terminó de convencer de que
estabas, de hecho, trabajando a favor de los objetivos del Guardián. Decidí observar y
esperar, con la esperanza de estar equivocado contigo. Y entonces, cuando tu propia
hermana desapareció la noche de la obra, supe que este era el momento de la verdad.
Casi no podía creer que pudieras hacerle daño, pero algunos han hechos cosas peores
que matar a su hermana envueltos en la telaraña de un engaño. Planeaba sacarte de la
escuela, alejándote de cualquier plan que el Guardián tuviera para ti. Me esquivaste,
por supuesto, por el simple hecho de ser joven y veloz. Aún así pude haberte cogido si
realmente lo hubiera deseado. En el fondo de mi corazón, sin embargo, había decidido
confiar en ti... y en el destino. Fue mi propia prueba del cordón, muy parecida a la tuya,
James, allá en la cueva de mi escondrijo. Decidiste sujetar el cordón de oro aún cuando
soltarlo hubiera sido mucho más fácil. Así, también yo decidí aferrarme a una pequeña
hebra de confianza en ti. Si lo que hacía era una tontería, entonces el mundo no
perduraría lo suficiente como para culparme. Por el contrario, sin embargo, ese
momento de confianza fue efectivamente sabio. De hecho, creo que nos salvó a todos.
James soltó un suspiro.
―Guau. Así que por eso estaba tan misterioso y espeluznante ese día en su oficina.
―El retrato me dijo que era un error ―admitió Merlín, mirando a un lado―.
Dumbledore no aprobaba mi actitud para contigo, y me lo dijo después de que te
fueras.
De la pared detrás de James, la voz de Dumbledore habló.
―No fue sino desde el más estricto de los respetos, Merlinus. Pero sí, te advertí que
dudar del chico era un error por tu parte.
Merlín asintió.
―Sí, me lo dejaste muy claro, si mal no recuerdo.
―Estoy maldito con la carga de ayudar a aquellos que me sucedan para que no
cometan los mismos errores que yo ―dijo Dumbledore, mirando a Merlín y después a
Harry―. Yo mismo aprendí estas lecciones solo pocos días antes de mi muerte. Muy
tarde para que supusiera una gran diferencia, aunque hice lo poco que podía hacer.
Harry asintió, serio.
―¿Qué se hará con Petra Morganstern entonces?
Merlín se encogió de hombros, regresando a su mesa.
―Es culpable de posesión de una propiedad robada en la forma de la Capa de
Invisibilidad y del secuestro de Lily Potter. Como Jefe de Aurores, dueño de la Capa, y
padre de la niña, soy yo el debería preguntarte eso precisamente.
Harry lo pensó seriamente durante un largo rato. Finalmente, miró a James.
―No presentaré ningún cargo ―dijo―. James ¿estás de acuerdo?
James asintió con la cabeza.
―Ella no sabía lo que estaba haciendo, papá. Y cuando le mostré como estaba siendo
engañada, recapacitó realmente rápido. No quiere lastimar a nadie.
―Sed muy precavidos con lo que estáis haciendo, amigos míos ―dijo Merlín
cuidadosamente―. La señorita Morganstern es una joven muy complicada.
―Pero no es malvada ―dijo James con énfasis.
―No más de lo que lo eres tú, James, o tu padre, o yo. Y aún así, al menos yo, he
causado un gran mal, todo en nombre del amor. Todos somos capaces de hacer el mal,
dependiendo de las decisiones que tomamos y de las filosofías que abrazamos. Por
grande que sea el potencial para el bien en cualquiera de nosotros, igualmente grande
es el potencial para la maldad. La señorita Morganstern tiene, por decir poco, un gran,
gran potencial. La única pregunta es como escogerá invertirlo.
―Pero hizo lo correcto ―dijo Harry―. En mi experiencia, los que deciden hacer lo
correcto normalmente se vuelven adictos a ello. El alma de Voldemort tiene un asidero
en ella, sí, eso ella no puede evitarlo. Pero ha probado que no es suficiente para
gobernarla.
―Es suficiente para dividirla ―contestó Merlín―. Y nunca vencerá a esa pequeña
parte de ella que le pertenece a él. Siempre estará ahí, persuadiendo, envenenando,
tentando, mintiendo. Aún más, el poder de él es el poder de ella. Ha mostrado que
utiliza ese poder que se le dio, para el bien, hasta el momento, por ejemplo sanando la
pierna de Albus... ¿Pero hasta cuándo será capaz de controlarlo? Ahora mismo,
abandona estas paredes para regresar a una vida amarga y sin amor. Se ha negado a sí
misma el regresar con sus propios padres para que Lily y tú, James, pudierais vivir.
Mientras tanto, os ve regresar a casa con padres amorosos y a una vida con la que ella
sólo puede soñar. No creas que, a pesar de sus acciones, no yacerá despierta en noches
frías y solitarias, anhelando sin esperanza a sus padres muertos, y preguntándose,
preguntándose si, en aquella crucial noche en la Cámara de los Secretos, tomó la
decisión incorrecta.
James sacudió la cabeza, sin querer creerlo.
―Ella nunca pensaría eso. Petra es buena.
―Quiere ser buena ―aceptó Merlín―. Eso te lo reconozco, James. Esperemos que sea
suficiente.
Harry se acercó a James y posó su mano en los hombros de su hijo.
―Scorpius ha aceptado ayudarnos a localizar a su abuelo Lucius. En realidad se
muestra tan entusiasmado al respecto que me hace sentir algo incómodo, a decir
verdad, pero las mentiras y manipulaciones de su abuelo han convertido al chico en un
aliado valioso para nosotros. Aún así ―dijo, volviendo su atención hacia Merlín―, ¿qué
pasa con Tabitha Corsica? Aparte de Aturdir a Ralph, técnicamente no ha hecho nada
malo, a pesar de sus mejores esfuerzos. No tengo jurisdicción sobre ella en absoluto.
―Déjamela a mí ―replicó Merlín, sentándose de nuevo ante su escritorio―. No ha
llegado tan lejos como para que no pueda ser ayudada. Conocí una vez a alguien como
ella.
―¡Está bromeando! ―dijo James, levantándose mientras su padre se preparaba para
irse―. ¿Cree que Petra se pondrá toda "Señor Tenebroso" con nosotros, pero que
todavía hay esperanza para Corsica sólo porque conocía a alguien como ella’?
Merlín miró hacia James, con un ceño.
―Tal vez no me he explicado bien ―dijo, con su voz retumbante―. Lo que pretendía
decir es que una vez fui alguien como ella.
James miró fijamente al director, frunciendo la frente con consternación, pero Harry
le condujo hacia la salida con la mano.
―Vamos, hijo ―dijo, sonriendo un poco―. El director tiene mucho que hacer. Vi tu
actuación en los Omnioculares, por cierto. Estás hecho todo un actor. Me haces
preguntarme por la vez que me dijiste que no habías tenido nada que ver con el reloj
roto de la sala, ¿eh?
James cambió de tema tan rápido como pudo.
―¿Así que te vas directamente a casa?
―En realidad, no ―respondió Harry, cerrando la puerta de Merlín―. Voy a echar un
vistazo a Albus en los dormitorios Slytherin. Y después yo, er, debo visitar a alguien, al
parecer.
James comenzó a bajar al trote la escalera de caracol.
―¿A quién?
―Myrtle la Llorona ―señaló su padre, sonriendo―. Rose insistió. Dice que lo
prometió. Pero ven a buscarme si estoy ahí más de una ahora ¿de acuerdo?
La última semana de escuela pasó como un soplo de fuerte viento. Zane se quedó,
pasando una noche con James y Ralph en sus respectivos dormitorios, durmiendo en
camas plegables provistas por los elfos domésticos, y quedándose el resto del tiempo en
su viejo dormitorio. Los Ravenclaws se alegraron de verlo, y Horace Birch lo proclamó
orgullosamente miembro vitalicio Ravenclaw: ―A pesar del hecho de que eres un
yanqui grosero y un bebedor de café, pese a que todo el mundo sabe que los verdaderos
Ravenclaws viven a base de té y cerveza de mantequilla.
Para gran deleite de James, apareció una crítica de El Triunvirato en El Profeta,
mencionando cuidadosamente el secuestro de Lily como un "desafortunado incidente
relacionado con la pérdida temporal de una niña" ya que ésta había regresado esa
misma noche aparentemente ilesa y perfectamente alegre. La crítica había calificado la
obra como "un teatro académico sorprendentemente imaginativo y entretenido" a pesar
de las controvertidas técnicas Muggle de producción implementadas por la directora, la
profesora de Estudios Muggle Tina Grenadine Curry. Esto fue alegremente perdonado
cuando el reportero descubrió que los generadores muggle, que supuestamente
operaban las luces del escenario, estaban trabajando bastante misteriosamente sin una
gota de combustible en su interior, dejando por lo tanto las reclamaciones de una
producción no-mágica como algo absolutamente rebatible.
―Allá vamos ―dijo Rose, señalando al periódico en el desayuno del último día de
escuela―. "James Sirius Potter, representando el papel del querido Treus, probó que ni
la juventud ni la inexperiencia pueden evitar una deliciosa actuación para alguien tan
bien entrenado y obviamente inspirado. El sorprendente talento Thespiano del joven
señor Potter lleva a este reportero a considerar que, en su caso, la manzana ciertamente
no cayó muy lejos del árbol, aún cuando cayó de un rama vocacional enteramente
diferente".
―Esta es la quinta vez que lees eso―dijo James, sonriente y sonrojado.
―No es como si te importara mucho, ¿no? ―dijo Zane, empujando a su amigo.
Ralph preguntó:
―¿Qué significa eso de James cayendo de una rama diferente?
―Significa que James tiene tanto talento como su padre ―proclamó Rose, doblando
el periódico―. Sólo que en formas diferentes. Nadie podía siquiera imaginar a Harry
Potter actuando en una obra, ¿no crees?
―Supongo que no ―aceptó James, todavía sonriendo tímidamente―. Pero creo que
esto ya ha sido suficiente actuación para mí.
Zane sacudió la cabeza.
―Eso dices ahora, pero espera y verás. Muy pronto, empezarás a extrañar ser el foco
de atención. Ya sabes, mi padre trabaja en la industria del cine Muggle. Probablemente
podría buscarte un papel en alguna película. Incluso hablan de hacer películas basadas
en esa serie de libros sobre el mundo mágico. ¡Serías perfecto!
―De ninguna manera ―insistió James, pero se vio ahogado por el coro entusiasta de
acuerdo. Decidió no combatirlo, y al final, todo el mundo aceptó que, de hecho,
probablemente Albus sería mejor para el papel a pesar de que no podía actuar tan bien
como James.
―Yo lo haría ―dijo Albus seriamente―. ¡Hasta haría mis propios hechizos! ¿Crees
que me lo permitirían?
Zane agitó la cabeza mientras todo el mundo reía.
Esa noche, James pidió la ayuda de Zane para eliminar la cicatriz del muñeco vudú.
Zane utilizó su varita cuidadosamente para borrar mágicamente la marca de la pequeña
frente de tela. Extrañamente, James pudo sentir todo el proceso. Picaba, y el picor
disminuía a medida que la cicatriz desaparecía. Finalmente, Zane le pasó a James el
muñeco, asintiendo ante un trabajo bien hecho.
―Limpia como la nieve virgen —proclamó.
James lo examinó. Desde luego, no había el más mínimo rastro de que la cicatriz
hubiera estado alguna vez ahí. Envolvió el muñeco en una tela y lo puso al fondo de su
baúl. No estaba seguro que haría con él ahora que sabía como podía ser utilizado y que
entrañaba un peligro, sospechaba que simplemente se lo devolvería a su madre. Ahora
que ella sabía que había que tener cuidado con él, confiaba en que nadie podría cuidarlo
mejor.
En la cena del último día de escuela, Gryffindor fue premiado con la Copa de las
Casas, principalmente por unos puntos finales añadidos por Merlín por las actuaciones
de James y Petra en la obra. James estaba muy contento por el premio, y mientras la
mesa de Gryffindor explotaba en aplausos, felicitando a James y Petra, se sintió, quizás
por primera vez, a la altura de la leyenda de su padre como miembro de Gryffindor. Al
otro lado del salón, flotando inciertamente pero con una sonrisa nerviosa en su rostro, el
fantasma de Cedric Diggory agitó la mano hacia él. La Dama de Gris ondeaba junto a él,
con su pálido rostro inescrutable pero aparentemente feliz.
Como entretenimiento de la noche, los Hufflepuffs montaron un magnífico show de
marionetas interpretando El Triunvirato, haciendo afectuosa mofa de todos los
involucrados. James rió hasta que le cayeron lágrimas de los ojos. Cuando miró para
compartir el chiste con Petra, sin embargo, encontró su silla vacía. No la vio en absoluto
durante el resto de la noche.
Finalmente, llegó la mañana siguiente, y el momento del viaje de regreso a casa. Zane
llevaba su pequeña maleta, y silbaba ligeramente mientras James arrastraba su baúl
hasta los escalones de entrada.
―Será genial volver a montar en el tren ―dijo Zane, sonriendo felizmente―. Echo de
menos a esa vieja dama del carrito. No estaba ahí cuando viajé a Hogsmeade con tu
madre, ¿sabes? Al parecer, sólo trabaja en los viajes oficiales del Hogwarts Express. Un
margen más amplio de ganancia, creo.
―Aja ―dijo James, dejándose caer sobre en su baúl―. No lo sabía.
―Apuesto a que estará ahí con más frecuencia, ahora que abren la nueva ruta. Vi el
lugar donde están expandiendo el camino a través de las montañas. Conectará como un
nuevo pueblo mágico al otro lado de algún desfiladero. No puedo recordar el nombre
del desfiladero o del pueblo, pero tu madre dijo que una vez terminen el camino,
ahorrará a muchos viajeros tanto tiempo, como polvos Flú. Apuesto a que entonces la
dama del carrito tendrá muchos más clientes.
―Estoy seguro que se alegrará de que te preocupes tanto por su bienestar ―dijo
James, poniendo los ojos en blanco.
―No lo puedo evitar ―aceptó Zane―. Simplemente soy un tipo que se preocupa por
la gente. Oh, sí, eso me recuerda, creo que descubrí el secreto de la escoba loca de
Tabitha.
James se reanimó.
―¿Sí? ¿Qué era?
Zane buscó dentro del bolsillo de sus vaqueros y sacó un pequeño sobre.
―Albus me permitió echar un vistazo al pedazo de la escoba que había estado
utilizando como tablilla. Lo abrí y Gennifer y Horace me ayudaron a hacerle algunas
pruebas. Mira. ―Le pasó el sobre a James.
James consiguió abrirlo y miró dentro. Contenía un pequeño pedazo de tela negra.
―Yo no lo tocaría ―dijo Zane―. Yo lo hice accidentalmente, y todavía me siento
bastante chungo.
―¿’Chungo’? ―dijo James, devolviendo el sobre a Zane.
―Lo siento. Se me pegó el término técnico de Raphael, allá en casa. Raro.
Espeluznado. Completamente fuera del espectrómetro.
―Me hago una idea ―señaló James―. Pero ¿Qué es?
Zane se sentó en el baúl junto a James.
―¿Recuerdas el año pasado cuando me hablaste de las escobas trucadas?
James asintió.
―Claro. Cuando un jugador de Quidditch hila algo mágico dentro de escoba,
convirtiéndola básicamente en una varita gigante.
―Sí, bien, pues no estábamos tan equivocados respecto a Corsica ―replicó Zane―.
Creíamos que estaba trucada porque era en el báculo de Merlín, pero obviamente, eso
era un capote rojo. Estaba trucada porque contenía una gran y larga tira de la capa de
un Dementor.
―¿Un Dementor? ―exclamó James, volviendo a mirar a Zane―. ¿Eso es posible?
Zane se encogió de hombros con facilidad.
―A mí que me registren, pero no hay duda al respecto. Quizás la gente de Corsica
está tan unida a esas cosas que pudieron hacerse con una de segunda mano. Después de
todo, dijiste que los Dementores eran leales a Voldy y sus amigos.
―No eran tanto leales a él como tan malvados como él, pero de todas formas…
podrías estar en lo cierto.
―Concuerda ―asintió Zane―. Si lo que Merlín te dijo es verdad, los Dementores son
lo mismo que los Borleys. Vienen de fuera del tiempo, y pueden manipularlo un poco.
Eso se parece bastante a lo que la escoba de Tabitha parecía hacer, ¿no? Conocía lo
suficiente del futuro para saber donde tenía que estar. Afortunadamente para ti y
Albus, se plegaba a los propósitos de su dueño.
―Guau ―exhaló James, mirando hacia el sobre en la mano de Zane―. Sé que esa
cosa salvó mi vida y la de Albus, pero aún así, tengo que decir que me alegra que fuera
destruida. ¡Trucada con la capa de un Dementor! Eso es súperescalofriante.
―Chungo, incluso ―aceptó Zane, guardando el sobre―. Albus dijo que podía
conservar esto. Se lo daré al Rector Franklyn cuando llegue a casa para que pueda
estudiarlo. ¡Apuesto que obtengo puntos scout de aquí al día del juicio final por esto!
James sacudió la cabeza, sonriendo ante la irreprimible temeridad de su amigo.
Poco después, Ralph, Rose, y Albus empujaron también sus baúles hasta los
escalones, para esperar a los carruajes de Hagrid hasta la estación. James sonrió a la luz
del sol. Iba a ser un divertido viaje a casa.
―En realidad todavía no nos has contado lo que pasó al otro lado del abismo ―dijo
Ralph mientras el tren tomaba velocidad, abandonando la estación de Hogsmeade―.
Quiero decir, ¿qué fue lo que realmente pasó con Petra? ¿Estaba bajo la Maldición
Imperius o algo?
James sacudió la cabeza.
―No, no, nada de eso. Estaba siendo engañada. Ella no tenía idea de que era el
Linaje de Voldemort. Lucius Malfoy lo arregló para que la Capa de Invisibilidad y el
retrato de Voldemort fueran plantados en la caja de las cosas de su padre antes de que
salieran de Azkaban. Ella estaba cegada por el retrato, engañada por esa pequeña parte
de Voldermort en su sangre. Después, cuando oyó la voz del retrato en la cueva, pensó
que era la voz de su padre muerto. Suena alocado, pero creo que ella se sentía un poco
loca de todas formas después de descubrirlo todo acerca de su madre y su padre.
―Así que ninguna de las cosas que vimos en el Pensadero se referían a Tabitha
después de todo, ¿no? ―dijo Ralph―. Todos esos recuerdos trataban de Petra. Scorpius
nos dejo creer que Tabitha era el Linaje, porque eso era lo que su abuelo le dijo que
hiciera, sólo para distraernos de la verdad, ¿es eso?
―No me importa lo que digáis todos ―dijo Albus decidido―, ese pequeño calamar
escurridizo dará problemas. Será mejor que se mantenga alejado mi camino.
Rose cerró el libro en su regazo y levantó la mirada.
―Admito que empezó muy mal, con lo de robar la Capa, el Mapa, el muñeco, y
después mintiéndonos acerca del Linaje, pero todo eso fue por órdenes de su abuelo.
No puedes culparlo realmente por querer estar a la altura del legado de su familia; no
conocía nada mejor. Además, aún en el momento en que nos estaba enseñando los
recuerdos de Pensadero, estaba comenzando a tener dudas sobre el plan de su abuelo.
Por eso no pronunció en realidad el nombre de Tabitha. Medio esperaba que
descubriéramos que después de todo era Petra.
―E hizo lo correcto al final ―añadió James―. Nunca supo que hacer daño a Lily era
parte del plan. Cuando Lily fue secuestrada, renunció totalmente a su abuelo y a
Tabitha. Nunca hubiéramos sabido la verdad sobre Petra si Scorpius no hubiera estado
con nosotros en el baño.
―Creo que ambos estáis embobados con él ―dijo Albus severamente―. Yo no me
trago lo de "sólo soy un pobre chico desencaminado". Algún día, él y yo vamos a
terminar lo que empezamos en el tren de camino hacia aquí.
―Yo que tú tendría cuidado, Albus ―comentó Zane, alzando las cejas―. Vi a
Scorpius en la última reunión del Club de Defensa y se ha vuelto bastante hábil con esa
cosa del Artis Decerto. Está todo el rato con eso de "dar cera, pulir cera", como un todo
un chico Ninja.
Albus puso los ojos en blanco.
―Como sea.
Ralph se levantó y se asomó por la puerta del compartimiento.
―Ey, eso me recuerda: ¿en qué dirección están Louis y Victoire? ―preguntó,
buscando arriba y abajo por el pasillo del tren―. Louis tiene un libro sobre magia
defensiva del Medio Oriente que me dijo podía prestarme durante el verano.
―Victoire se quedó ―respondió Rose―. Se hospeda con George y Ted en
Hogsmeade hasta la boda de George y Angelina. Y normalmente intento con todas mis
fuerzas evitar saber donde está Louis.
Ralph se estiró y dijo:
―Voy a ir a caminar un poco e intentar encontrarlo. ¿Quién se viene?
―Yo me apunto ―respondió James, levantándose―. Me dormiré si me quedo aquí.
Anoche no debimos quedarnos despiertos hasta tan tarde jugando a Winkles y Augers.
―Yo voy a preguntar a la dama del carrito por su horario de trabajo ―exclamó Zane,
abriendo la puerta del compartimiento.
―¿Louis tiene un libro de artes marciales mágicas? ―preguntó Rose a Ralph mientras
los cinco salían al pasillo.
―Realmente está muy metido en eso ―asintió Ralph―. Tiene posters por todo su
dormitorio, de los Harriers y de famosos hechiceros especialistas en marciales y todo
eso. Hasta le pidió a su madre que le comprara una de esas capuchas con las aberturas
en los ojos para poder parecer todo misterioso.
―¿Nuestro Louis? ―exclamó Albus, suprimiendo una sonrisa―. Debí saber que
había un luchador reprimido sepultado bajo todas esas camisas almidonadas.
―Debellows dice que tiene algo de talento natural ―dijo Ralph, encogiéndose de
hombros―. Claro que dijo lo mismo de ti, James.
―Y yo saqué buenas calificaciones en mi ensayo de Literatura Mágica ―dijo Rose
agudamente, desviando la conversación del profesor Debellows, por quien todavía
sentía poco respeto―. La profesora Revalvier dijo que mi visión sobre la edad de oro de
la literatura de la hechicería era...
De repente James se detuvo en el pasillo, obligando a todo el mundo a apiñarse tras
él.
―¡Ay! Ralph, bájate de mi pie, maldito camión de mercancías! ―se quejó Albus―.
¿Qué pasa?
―¿Lo veis? ―susurró James urgentemente, señalando. Todo el mundo se detuvo e
irguió la cabeza, mirando en la dirección que James estaba señalando.
―¿Qué estamos buscando? ―preguntó Zane después de un momento.
Rose dijo:
―Yo no veo nad...
―¡Ahí! ―interrumpió Albus, señalando sobre el hombro de Zane.
Algo se movió dentro de la red de sombras parpadeantes cerca del final del pasillo.
―Es como una sombra viviente ―dijo Ralph.
―¡Es el último Borley! ―declaró Albus, empujando y pasando a James―. ¡Y es mío!
―¡Nada de magia! ―advirtió James―. ¿Recuerdas? ¡Así fue como creció la última
vez?
El Borley brincó entre las sombras en movimiento mientras el tren atravesaba el
bosque. Se burlaba y hacía piruetas, como suplicando que le maldijeran. De repente, la
puerta al final del pasillo se abrió, permitiendo la entrada del ruido de las ráfagas de
viento y el bullicio de las ruedas. Los cinco estudiantes gritaron alarmados,
tambaleándose unos contra otros, pero el Borley aprovechó la abertura y saltó a través
de la puerta al tiempo que ésta se cerraba de nuevo.
―Qué curioso ―dijo con voz profunda el recién llegado. James levantó la mirada y
puso los ojos en blanco. Era Merlín, vestido con su capa de viaje, con su báculo al lado.
―¡Merli... er, director! ―exclamó Rose, empujando hacia adelante―. ¡Acaba de irse
en esa dirección!
―¡El Borley! ―añadió James apresuradamente―. ¡El último! Debe haber estado en el
tren todo este tiempo!
El rostro de Merlín se oscureció ligeramente.
―No debemos arriesgarnos esta vez, amigos míos. Yo lo seguiré y lo acorralaré.
Señor Potter, ya sabe el aspecto que tiene la Bolsa Oscura, ¿no? Está en mi
compartimiento, a dos vagones de distancia, número seis. Le permitirá entrar. El baúl
debajo del asiento se abrirá con esta llave. Venga a mi encuentro tan pronto como
pueda. ―El gran hombre sacó una llave dorada en una larga cadena y se la ofreció a
James. James la tomó, sintiéndose bastante importante.
―Rápido, señor Potter, ―le animó Merlín―. No tenemos un momento que perder.
James giró sobre sus talones y corrió de vuelta por donde habían venido, luchando
contra la desorientadora sensación de correr plenamente en un tren en movimiento y
oscilante. Pasó a través de dos conexiones y llegó al compartimiento marcado con el
número seis. Las ventanas estaban polarizadas, pero la puerta estaba desbloqueada.
James entró rápidamente y encontró el baúl del director buscando debajo del banco del
lado izquierdo. Se dejó caer de rodillas y lo acercó a la luz. La pequeña llave dorada
encajó perfectamente en la cerradura y la giró con un chasquido. Cuando abrió el baúl,
le sorprendió ver que la Bolsa Oscura era la única cosa en su interior, perfectamente
doblada en el suelo de madera del baúl. Por supuesto, comprendió, este era uno de esos
baúles mágicos que se abrían a diferentes contenidos dependiendo de la llave con que
lo abrieras. Considerando la gran importancia y el peligro potencial de la Bolsa Oscura,
la cual retenía al resto de los hambrientos Borleys dentro de su oscuridad sin fisuras,
James se sintió particularmente honrado de que se le hubiera elegido para recuperarla.
La tocó un poco temerosamente, recordando las advertencias de Merlín sobre ella, pero
parecía perfectamente normal. Solo era una larga y pesada bolsa de paño negra, cerrada
con un cordón dorado y con una larga correa de hombro en la parte superior.
Habiéndose asegurado así mismo que la Bolsa Oscura era relativamente segura de
cargar, James se la colocó alrededor del cuello y sobre su hombro, colgándosela como si
fuera una cartera. Cerró de golpe el baúl, se colgó la llave alrededor del cuello por su
fina cadena, y corrió de nuevo hacia la parte delantera del tren.
Para cuando se encontró de nuevo con todo el mundo, estaba sin aliento. Estaban
reunidos a la cabeza del primer vagón, mirando duramente hacia la puerta. Merlín
levantó la mirada cuando James entró. Su rostro era severo, pero James creyó poder
percibir algo de diversión en la expresión del gran hombre; el director estaba
disfrutando de la caza.
―Aquí estamos persiguiéndolo ―dijo Zane, sonriendo―. Se deslizó a través una
grieta en la puerta, pero el próximo vagón es el vagón de carbón. ¡El final de la línea!
―Señorita Weasley ―dijo Merlín, girándose hacia ella―, usted abrirá la puerta
cuando yo le diga. Señor Deedle, su varita tiene propiedades bastante únicas, como ya
sabe. Si el Borley logra pasarme, entonces usted, y sólo usted, tratará de Aturdirlo. Su
hechizo no lo detendrá pero lo distraerá y atraerá, dándome el tiempo que necesito.
Colocaré al Borley en trance. Entonces, señor Potter, necesitaré la Bolsa Oscura.
Ralph tragó audiblemente, sacando su gran varita.
―Lista ―dijo Rose, un poco sin aliento. James asintió con la cabeza indicando
comprensión.
Albus se adelantó.
―La última vez estaba de pie en el pedazo de metal que sostiene juntos los vagones
―explicó―. Así que apunte abajo.
―Gracias ―asintió Merlín, sonriendo ligeramente.
Rose aferró la manija de la puerta y todo el mundo tomó un profundo aliento. Merlín
asintió hacia ella y la chica empujó, tirando de la puerta hasta abrirla completamente y
permitiendo entrar una ráfaga de aire cálido y ruidoso. James entrecerró los ojos ante el
viento rápido y el humo, y entonces jadeó, el estómago le dio un vuelto. Merlín dio
lentamente un paso atrás, extendiendo los brazos para mantener a todo el mundo detrás
de él.
―Puede que no sepa de qué estoy hablando ―dijo Zane débilmente, con los ojos
saltones―, pero estoy bastante seguro de que esos no son Borleys.
De hecho, el Borley estaba exactamente donde habían esperado que estuviera.
Bailaban sobre el enorme nudillo de hierro que conectaba el tren con el vagón del
carbón, burlándose de ellos. Sobre él, sin embargo, oscureciendo el aire alrededor del
vagón del carbón, moviéndose en enjambre como una maligna nube viviente, había
decenas... quizás cientos... de Dementores.
―¡Es la colmena entera! ―gritó James sobre el sonido de las llantas traqueteantes y el
viento―. ¡Tan lejos de Londres! ¿Por qué están aquí?
Merlín no apartaba los ojos del horrible enjambre.
―Creo ―dijo lentamente―, que la respuesta a esa pregunta está muy clara.
Rose miró de Merlín a la puerta abierta y aullante.
―El Guardián está ahí delante ―dijo, asintiendo en dirección a la locomotora, que
era apenas visible tras el vagón del carbón y el enjambre de Dementores.
De repente, el silbato del tren pitó, chillando una larga y ensordecedora nota. Rose se
colocó las manos sobre las orejas e hizo una mueca. Simultáneamente, la máquina
pareció lanzarse hacia adelante, ganando velocidad. James se tambaleó cuando el tren
tomó una curva, atravesándola a una velocidad peligrosamente alta.
―¡Mirad! ―exclamó Zane, agarrando la puerta abierta y señalando. James se asomó
a un lado, mirando a través de la brecha entre los vagones. Los árboles al pasar eran un
borrón, y entonces otras cosas pasaron titilando: letreros de madera y montones de
grava y uniones del ferrocarril
―¡Es la nueva extensión! ―gritó Zane, con la cara muy pálida
―¿La nueva qué? ―gritó Rose, agitando la cabeza.
―¿No leíste la señal? ―dijo él, exasperado―. ¡Es la nueva extensión que atraviesa el
desfiladero de Sparrowhawk! ¡Hemos abandonado la vía principal! ¡Nos han cambiado
a la nueva extensión!
―No me lo digas ―gritó Ralph, con desaliento―, la extensión aún no está
terminada, ¿no?
―¡No! ¡El puente sobre el desfiladero todavía está apenas a medio construir! ¡No se
supone que vaya a terminarse hasta el próximo año!
Albus asintió seriamente.
―Esto pinta mal. Muy mal.
Merlín dio un paso adelante, con rostro decidido y sujetando su báculo ante él. El
viento azotó su túnica y fluyó a través de su cabello y barba. Instantáneamente, la nube
de Dementores se condensó, lanzándose hacia la puerta y bloqueándola. Los
estudiantes retrocedieron tropezando, aterrorizados y cayendo unos sobre otros. Los
Dementores siseaban y rugía, y James sintió su sangre congelarse ante el sonido. Nunca
había sabido que los Dementores pudieran hablar.
El chicooo… sisearon al unísono, y sus voces eran horribles, zumbando como las alas
de un avispón. James Sirius Potter… el chicooo debbbe vennnir…
Merlín no había retrocedido ante el enjambre enfurecido. Ahora, sin embargo, se giró
ligeramente, mirando sobre su hombro a James. Su rostro estaba frío, sus ojos
chispeaban como diamantes.
―Parecería que estás siendo convocado ―dijo, su voz se oía fácilmente sobre el
ruido y viento.
―¡No! ―gritó James―. ¡No quiero tener nada que ver con eso!
―El Guardián cree otra cosa ―replicó Merlín―. Y va a matar a todos los ocupantes
de este tren si no acudes a su convocatoria.
James agitó la cabeza rotundamente.
―¡No puedo enfrentarme a esa cosa solo! ―exclamó, aterrado.
―No estarás solo ―respondió Merlín, sonriendo sin humor―. Yo te acompañaré.
James miró al rostro del hechicero. Lo que vio fue absoluta confianza y
determinación. Puede que los Dementores intentaran detener a Merlín, pero no
tendrían éxito. James asintió lentamente y se puso de pie.
Mientras se acercaba cuidadosamente a la puerta abierta, la nube de Dementores se
alejó, dándole espacio. Se movían febrilmente en medio de un hervidero, y su visión
hizo temblar a James.
―¡No lo hagas! ―dijo Rose, agarrando la manga de James―. ¡Debe haber otra forma!
¡No tienes que hacerlo, James!
James sacudió la cabeza.
―Creo que si tengo que hacerlo, Rose. Todo irá bien.
―¡No! ―lloró ella―. ¡Eres un tonto! ¡No puedes vencer a algo como eso!
James se encogió de hombros.
―Tengo que intentarlo al menos.
Zane posó la mano sobre el hombro de Rose y Albus se estiró para cogerla de la
mano.
―¡No hagas nada estúpido, hermano mayor! ―dijo Albus.
―¡Toma! ―gritó Ralph de repente, empujando hacia adelante. Ofreció su varita a
James, con la empuñadura por delante.
James sacudió la cabeza.
―¡No, Ralph, es tuya! ¡No podría!
―¡Cállate, James! ―dijo Ralph, y a James le impresionó ver la ferocidad en los ojos
del otro chico―. ¡Merlín tiene razón! ¡Mi varita tiene poderes únicos! ¡Podrías necesitar
el impulso extra! ¡De todas formas no vas a quedártela! ¡Te la estoy prestando! ¿Entiendes?
James asintió solemnemente y aceptó la enorme varita de Ralph.
―Te la devolveré cuando regrese ―aceptó.
Ahoraaaaa...., sisearon los Dementores con horrenda monotonía. James Sirius Potter...
—Mantened las capuchas puestas —masculló James nerviosamente, saliendo al
viento y las cenizas cimbreantes. La parte de atrás del vagón de carbón tenía una
escalera de hierro. James comenzó a subirla, luchando contra el aullido del aire y las
emanaciones de humo de la locomotora. Bajo él, las vías pasaban en un borrón, y el
traqueteo de las ruedas era lo bastante alto como para dañar sus oídos. Antes de que
Merlín pudiera seguirle, sin embargo, James decidió intentar lo más valiente que se le
pudo ocurrir. Sacó la varita de Ralph y apuntó al gran nudillo de hierro que conectaba
el vagón del carbón con el resto del tren.
—¡Convulsis! —gritó, intentando el hechizo de destrucción que había visto utilizar a
Rowena Ravenclaw con la pintura en los aposentos de Salazar Slytherin. El hechizo
golpeó el nudillo y explotó cegadoramente. Cuando las chispas se aclararon, sin
embargo, James pudo ver que no había surtido ningún efecto sobre la conexión.
—Buen intento —gritó Merlín, levantando la mirada hacia James—. Pero el
Guardián ha previsto tales medidas.
James asintió, descorazonado, y continuó escalando por la escalerilla. Los
Dementores se arremolinaban a su alrededor pero mantenían la distancia. James gateó
sobre el borde del vagón y cayó dentro, sobre la irregular pila de carbón.
Tras él, oyó la voz de Merlín gritar firmemente:
—¡Chrea Patronym!
Hubo un estallido de luz plateada y el enjambre de Dementores se desperdigó,
repelido por la fuerza del resplandor. James miró atrás y vio a Merlín trepando sobre la
pila de carbón tras él, con el báculo brillando verdosamente en su mano. Delante de
Merlín, entre él y James, había un gran chacal fantasmal. La luz plateaba pulsaba desde
él, y mostraba sus brillantes dientes en un silencioso chasquido, obligando a los
Dementores a retroceder. James se sintió un poco mejor viendo la ferocidad del
Patronus, y no le sorprendió la forma que había tomado. Se dio la vuelta y empezó a
abrirse paso a lo largo del vagón, luchando sobre los trozos irregulares de carbón negro.
Los árboles pasaban deprisa, y James pudo ver que este tramo de vía no le resultaba
familiar. No tenía ni idea de cuánto tiempo tenían antes de que el tren se encontrara con
el puente a medio construir. El pánico intentó aferrarle, pero James luchó por
contenerlo, concentrándose en la tarea que tenía entre manos.
Finalmente, se encontró al otro extremo del vagón y trepó a través de una portilla de
hierro abierta. Una pala se sacudía sobre la plataforma que había tras la locomotora,
pero no había nadie a la vista. Merlín pasó a través de la puerta después de James, pero
su Patronus saltó sobre la parte delantera del vagón del carbón, aterrizando sobre la
plataforma, erizado. El ruido de la locomotora era casi demasiado alto para hablar.
Merlín señaló con la cabeza hacia la puerta cerrada en la parte de atrás de la
locomotora. Estaba pintada de un rojo brillante, justo como el resto de la locomotora. A
través de ella, en letras doradas, estaban las palabras "Solo Mecánicos del Hogwarts
Express".
James extendió la mano hacia la manija de la puerta y la abrió. Dentro, el
compartimento de la maquina era un pozo oscuro. Tomó un profundo aliento, se
estabilizó sobre la balanceante y rápida plataforma, y entró en la oscuridad que le
esperaba.
El ruido y el viento se desvanecieron al instante. No había ninguna sensación de
velocidad o movimiento en absoluto. Ni el espacio dentro de la máquina se sentía
caliente o confinado, como James había esperado. Lo sentía enorme, silencioso y
extrañamente frío.
—James —dijo una voz reconfortante—, que alegría que hayas venido.
James miró alrededor, pero no pudo ver a nadie. No había señal de Merlín, ni de de
nada más ya que estábamos. El espacio parecía completamente oscuro y falto de rasgos
sobresalientes excepto por una charca de luz tenue en la que James estaba de pie.
—¿Dónde estoy? —preguntó, reuniendo agallas—. ¿Dónde está Merlín?
—Cerca —dijo la voz crípticamente—. Un tipo interesante, este Merlinus, ¿no crees?
Fue el primer humano al que conocí, ya sabes. Su miedo sabe particularmente picante.
—La voz suspiró de forma autosatisfecha—. Y en cuanto a dónde estás, esa es una
pregunta bastante más difícil de responder. No quería que estuvieras excesivamente
preocupado por tus amigos, así que nos he trasladado... lejos. Fuera del tiempo. Fuera
de... bueno, de todo, en realidad.
—¿Dónde estás? —exigió James, mirando alrededor.
—Oh, siempre lo olvido —dijo la voz, riendo ligeramente—. A vosotros los humanos
no os gusta la sensación de "voz divina salida de ninguna parte", ¿verdad? Estoy justo
aquí.
Con la palabra aquí, la voz se localizó. James giró hacia el sonido y vio una figura de
pie ante él. Era exactamente la misma figura que había visto en el Espejo Mágico de
Merlín, desde la túnica andrajosa sin pies a la capucha oscura y sin rasgos. James
retrocedió lejos de él, jadeando.
—Me disculpo de nuevo —dijo la figura, alzando una mano—. Tal vez esto esté un
poco mejor.
La figura del Guardián se tocó la capucha y después la echó hacia atrás. James tenía
miedo de mirar pero no pudo contenerse. Hizo una mueca ante la forma revelada, y
después frunció un poco la frente.
—¿Tú eres el Guardián? —preguntó, adelantándose un paso—. Te pareces un poco...
a mi padre. Pero no exactamente.
—Este no es mi verdadero aspecto, por supuesto —dijo la figura como quien no
quiere la cosa—. Todavía estoy aprendiendo cosas sobre los humanos, lo admito, pero
he llegado a entender el tipo de formas que encontráis aceptables. —El Guardián sonrió
apaciguadoramente—. ¿Esperabas algo horrendo, presumo? ¿Mil ojos y una larga cola
horquillada? ¿Ese tipo de cosas?
James asintió con la cabeza, y después negó.
—No sé lo que esperaba. No importa, en realidad. ¿Qué quieres?
—Directo al asunto —dijo el Guardián, asintiendo cortante, todavía sonriendo—.
Eso es lo que respeto de ti, James Sirius Potter. Nada de sentimentalismos. Te diré lo
que quiero. Quiero ayudarte.
James negó con la cabeza.
—No me lo trago. Eres un mentiroso. Quieres que sea tu anfitrión para poder
quedarte aquí en la tierra y destruirlo todo. Lo sé todo sobre ti. Solo quieres utilizarme.
—Vaya —dijo el Guardián, frunciendo un poco el ceño—, puesto así, suena
realmente mal, ¿no? En la superficie, quiero decir.
—Bueno... —dijo James, un poco inseguro —, si, así es.
El Guardián asintió, apretando los labios.
—Supongo que eso decide el asunto, entonces. Me dices no, no consigo anfitrión
humano. En poco tiempo, perderé mi asidero en este plano terrenal y me veré forzado a
volver al Vacío. Tú ganas. —La figura se encogió de hombros, como suavemente
decepcionada.
—Si... —estuvo de acuerdo James tentativamente—, supongo que es algo así.
—En ese caso, ¿te importa si charlamos solo un momento, James? Eso no hará
ningún daño, ¿no?
—Er, supongo que no.
—Te gusta la señorita Morganstern, ¿no? —dijo el Guardián, arqueando una ceja
hacia James y guiñándole un ojo—. No te culpo. De veras que no. Una chica
encantadora. Se suponía que ella y yo íbamos a estar... muy unidos. Tengo que admitir,
sin embargo, que tenía mis dudas respecto a ella. Vuestro muerto Voldemort tiene
seguidores bastante devotos y ellos insistían en que ella era la adecuada para mí, pero
yo sospechaba otra cosa. Y, claro está, tenía razón. Siempre tengo razón, James. No es el
orgullo hablando, ya sabes. Es indudablemente la marca de una criatura atemporal. Yo
veo la historia como un libro abierto, desde el principio al final. Sé como van a pasar las
cosas porque, metafóricamente hablando, ya he saltado a las últimas páginas. —El
Guardián suspiró indulgentemente—. Déjame preguntarte algo, James: ¿sabes quién
soy realmente? —preguntó, inclinando la cabeza a un lado.
—Eres el Guardián —respondió James cuidadosamente—. Eres malvado.
—Si, si —dijo la figura, ondeando una mano impacientemente—. Pero aparte de todo
eso. Tengo un montón de otros nombres además de ese, ¿sabes? Hay uno con el que me
siento particularmente encariñado. Creo que te divertirá.
James sacudió la cabeza, sintiéndose progresivamente suspicaz.
—No sé lo que quieres decir.
—Entonces permíteme iluminarte, James —dijo el Guardián, aproximándose de
repente a James y cayendo sobre una rodilla. Le miró atentamente, sus ojos chispeando
con malicia—. James, muchacho, ¿recuerdas la historia? ¿La que tu amigo Ralph os
regaló en la clase de Literatura Mágica? Si, ¿verdad?
James asintió con la cabeza, perplejo.
—Claro, pero no veo...
—¡No lo ves porque no miras! —interrumpió el Guardián. Bajó la voz y dijo en un
susurro conspirador—. ¡Yo, James, soy el Rey de los Gatos!
James retrocedió mientras el miedo hormigueaba por su espalda.
—Piensa en ello —insistió el Guardián, levantándose de nuevo y siguiéndole—. Yo
sentado en la base de los escalones, guardando el umbral entre el mundo de los vivos y
el de los muertos. Y, podría añadir, también decidiendo... ¡quién vuelve!
El guardián chasqueó hábilmente los dedos. Una charca de luz apareció y James no
pudo evitar mirar. Una figura se ponía de pie en la charca de luz, mirando alrededor
con sorpresa y maravilla. James jadeó y su corazón dio un salto.
—Abuelo... —dijo, dando un paso adelante.
—¡James! —dijo Arthur Weasley riendo un poco—. ¿Qué estás haciendo en el
Ministerio? ¿Y qué demonios estoy haciendo yo en el suelo? Debo haber tropezado,
torpe de mí.
—¡Abuelo! —exclamó James, con intención de correr hacia él, pero el Guardián
colocó una mano sobre el hombro de James, deteniéndole.
—No puedes tocarle, James —dijo el Guardián con lástima—. Aún no. Tal vez con el
tiempo.
—¿Pero cómo...? —lloró James.
Arthur Weasley inclinó la cabeza y le sonrió burlonamente.
—¿Esto es parte del secreto de tu abuela? —preguntó—. Lo es, ¿verdad? Sé que ha
estado planeando algún tipo de fiesta sorpresa. Nunca ha sido capaz de engañarme,
aunque yo la dejo creer que si, querida mía. ¿Dónde están todos los demás?
—Él no puede verme —dijo el Guardián, volviéndose a mirar a Arthur—. Los que
pasan a través nunca lo hacen.
—¿Eres... eres real? —tartamudeó James, una frívola excitación fluía de su interior—.
¿Eres realmente tú, abuelo?
—¿Qué clase de pregunta es esa, James? —dijo Arthur, mirando alrededor—.
¿Donde estamos, por cierto? Esto no es en absoluto el Ministerio. Tengo que admitirlo,
estoy un poco perplejo. ¿Escogí la rejilla equivocada en la Red Flu?
—¡No, abuelo! —lloró James—. Estás... tuviste un...
—Shh —dijo el Guardián—. No se lo cuentes.
—¿Por qué haces esto? —exigió de repente James, mirando a la entidad que tenía
ante él— ¡Ese no puede ser realmente mi abuelo! ¡Él está muerto!
—La muerte es solo un umbral —replicó el Guardián, encogiéndose de hombros—.
Sólo que nunca has sabido que era una puerta de dos direcciones. Amas a tu abuelo,
¿no?
—¿Qué sabes tú de eso? —exigió James, luchando contra las lágrimas de frustración
y furia.
—Admito que el concepto me resulta extraño —respondió la entidad—, pero he
aprendido lo suficiente de los humanos para saber el gran poder que tiene sobre
vosotros. Traerías de vuelta a tu abuelo si pudieras, ¿no?
James se mordió el labio, sus emociones rabiaban. En la segunda charca de luz,
Arthur se estaba palmeando los bolsillos distraídamente, como si buscara algo.
—Dirección equivocada —murmuraba, riendo un poco nerviosamente—. ¿Dónde he
puesto mi paquete de emergencia de Polvos Flu? Molly siempre insiste en que lo lleve.
Cacareará durante días sobre el hecho de que finalmente los necesité.
—¡Si! —barbotó James, las lágrimas inundaban sus ojos—. Quiero a mi abuelo. ¡Pero
él se ha ido! ¡No puedes engañarme! ¡No haré lo que me pides ni siquiera si eso significa
recuperarle!
—Desinteresado —dijo el Guardián con seriedad, asintiendo con la cabeza—. Un
rasgo muy respetable. Lo admiro, de verdad. —Alzó una mano y chasqueó de nuevo
los dedos.
Una tercera charca de luz apareció. James se giró para mirar, parpadeando a través
de las lágrimas. Una figura pareció tambalearse hacia atrás entrando a la luz. Era alta y
delgada, y llevaba túnica oscura; su largo cabello negro estaba enredado y húmedo por
el sudor. Recuperó el equilibrio y giró en el punto, con la varita dispuesta. Sus ojos
salvajes divisaron a James y el hombre se detuvo, respirando pesadamente, obviamente
confuso.
—¿Harry? —llamó, frunciendo el ceño con consternación—. Tú no eres Harry.
¿Quién eres?
James no podía creer lo que veían sus ojos.
—¿Sirius? —jadeó—. ¡Eres Sirius Black!
—Diez puntos para ti —replicó Sirius—. ¿Dónde estoy? ¿Dónde están Remus, Harry
y el resto? ¿Dónde está la maldita Bellatrix, ya que estamos? No he acabado con esa
bruja.
—¡Sirius! —gritó James, conteniendo un sollozo, completamente perdido—. ¡Se... se
acabó! Fuiste as...
—Los muertos no desean saber tales cosas —interrumpió el Guardián, silenciando a
James—. Pero seguramente puedes ver quién es. Sirius Black. Y lo que es más
importante, el padrino largamente perdido de tu padre.
James asintió, sin oír a penas.
El Guardián siguió.
—Niégate a ti mismo la posibilidad, James. Envía a tu abuelo al reino de la muerte.
¿Pero serás capaz de vivir contigo mismo sabiendo que desperdiciaste la oportunidad
de devolver a tu padre al único hombre al que quiso hasta el punto de sufrir por ello
cada día de su vida? ¿Podrás volver a mirar a tu padre a los ojos otra vez, sabiendo que
le negaste su mayor deseo: recuperar a su padrino?
La mente de James se tambaleaba.
—¡Pero no son reales!
—¿Y qué significa eso, James? —exigió el Guardián—. ¡Míralos! ¡No conocen sus
propios destinos! Para ellos, el tiempo no ha pasado en absoluto. ¡Creen que son reales!
¿Quién eres tú para decir otra cosa?
—¡No lo sé! —gritó James, aferrándose la cabeza.
—Es muy simple, James —consoló el Guardián, avanzando hacia James—. Yo soy el
Rey de los Gatos. Puedes unirte a mí y ver regresar a todos aquellos a los que has
perdido. Tu abuelo, el padrino de tu padre, incluso tus largamente desaparecidos
abuelos. No hay inconvenientes, James, solo un pequeño precio. Un precio que ni
siquiera te importará pagar, te lo aseguro. ¡Un precio que te alegrarás de pagar!
—¿Cuál es? —preguntó James impotentemente, mirando una y otra vez entre Sirius
Black y Arthur Weasley.
—Una cosilla, una bagatela —dijo el Guardián, extendiendo la mano y colocándola
sobre el hombro de James—. Un servicio al mundo, en realidad.
—No voy a matar a nadie —dijo James, sacudiendo la cabeza, las lágrimas corrían
por su cara.
—Mira —susurró gentilmente el Guardián, dando la vuelta a James—. Mira antes de
responder.
Tras James había otra charca de luz. Una última figura estaba de pie dentro de ella,
bastante sorprendida de estar allí. Largo cabello blanco colgaba a ambos lados de una
cara ojerosa, y los ojos estaban llenos de odio. James pudo ver inmediatamente el
parecido familiar. Era Lucius Malfoy.
—¿Qué significa todo esto...? —jadeó Lucius. Buscó su varita, pero al parecer no
estaba allí—. ¿Dónde está mi varita? —dijo más allá de James, al Guardián—. ¡Exijo
saber donde me has traído, estúpida criatura!
—Este es el hombre —susurró el Guardián sobre el hombro de James—. Sus manos
están manchadas con la sangre de docenas de personas. Su plan era que tu hermana y
tú murierais en la Cámara de los Secretos. Es el responsable de la muerte de los padres
de Petra Morganstern, y por su voluntad ella ha sido maldecida con el alma de
Voldemort. Incluso ahora, este miserable despiadado planea asesinatos y muerte. Su
corazón es una caja negra de odio. Mátale, James. Libra al mundo de este loco. Está
claro que se lo merece. Mátale. Hazlo ya. —Mientras hablaba, el Guardián retrocedía,
como dando espacio a James.
James pretendía negarse. En su lengua estaba el no, pero de repente, no podía
obligarse a pronunciarlo. El Guardián tenía razón. Lucius Malfoy merecía morir. Era
irredimible. James sintió la varita en la mano antes de comprender que la había sacado.
Era la de Ralph. La sentía caliente y enorme en su palma. La sentía mortífera.
—¿Qué es esto? —ronroneó Lucius, entrecerrando los ojos—. ¿Envías a un niño a
acabar conmigo? Conozco a este. Es tan débil como estúpido era su padre. No lo hará.
No tiene lo que hay que tener.
—Se burla de ti —dijo el Guardián sedosamente, ansioso, su voz llegando de nuevo
del aire alrededor—. Demuéstrale lo equivocado que está. Mátale.
La mano de James temblaba cuando apuntó la varita. Parecía enorme en su puño.
Ella quería matar a Lucius tanto como él. Y entonces, cuando estuviera hecho y Lucius
yaciera muerto a los pies de James, recuperaría a su abuelo. Y Sirius Black podría volver
a ser el padrino de papá, como siempre debió haber sido. James miró atrás, y vio a
Sirius y Arthur observándole. Ambos fruncían el ceño ligeramente, como si no pudieran
ver bien qué estaba ocurriendo.
—James —dijo Arthur, con voz preocupada—. Ten cuidado, hijo.
—¿James? —dijo Sirius para sí mismo, mirando a Arthur. Volvió a mirar a James, la
comprensión emergiendo en su rostro—. Estamos muertos —dijo simplemente—. Y de
algún modo, de algún modo, eres el hijo de Harry, ¿no? ¿Quién está detrás de ti...?
¡Lucius Malfoy! ¡Cuidado, James Potter!
James se dio la vuelta, levantando la mirada a la cara presuntuosa de su Némesis.
—Hazlo —siseó el Guardián—. ¡Mátale!
Lucius gruñó.
—¡No puedes! ¡Eres débil!
—¡No lo soy! —sollozó James. Apretó la garra sobre la varita y la apuntó
directamente al corazón del hombre más alto. Y entonces, con repentina dicha, la
tranquilidad le bañó. Él no era débil. Podía hacer exactamente lo que tenía que hacer. En
su mente, oyó a la vez las voces de Helga Hufflepuff y Merlín: hacer lo correcto siempre es
simple, pero nunca fácil.
—Soy un guerrero —susurró James para sí mismo, apretando los dientes—. Y la
señal de un verdadero guerrero... es saber cuando no luchar.
Con esto, James bajó la varita. La dejó caer, y dio la espalda a Lucius Malfoy.
Lentamente, comenzó a alejarse.
—¡James Sirius Potter! —gritó el Guardián—. ¡No puedes hacerte a un lado! ¡Mátale!
¡Se lo debes al mundo! ¡Te lo debes a ti mismo y a tu padre! ¡No puedes rechazar el
poder que te estoy ofreciendo!
James miró con tristeza a su abuelo, con el corazón roto. Arthur sonrió
orgullosamente y asintió hacia él.
—El muchacho es fuerte —dijo Sirius, con los ojos negros y brillantes—. Como su
padre antes que él.
Lentamente, las charcas de luz se desvanecieron. Arthur y Sirius descendieron a la
oscuridad.
James siguió caminando. Estaba casi en el borde de su propio círculo de luz cuando
oyó la voz de Lucius Malfoy tras él.
—Si tú no matas para convertirte en el anfitrión del Guardián —dijo, su voz
rezumando odio —. ¡Entonces lo haré yo!
James sabía que Lucius había recogido la varita de Ralph. La sintió apuntándole. Se
detuvo en el acto, sin darse la vuelta.
—¡Avada Kedavra! —siseó Lucius, la saliva voló desde sus labios debido a la fuerza
de su rabia. El rayo de luz verde crepitó a través del aire y golpeó a James directamente
en la espalda. James sintió su fuerza, y esta le empujó ligeramente hacia delante. Aún
así, no se giró. Estaba de pie precisamente al borde de la luz y de la sombra.
Lucius miró fijamente al chico, con los ojos entrecerrados y una mueca de odio
grabada en el rostro. El chico caería ahora; estaba muerto. Lucius esperó, todavía
sujetando la ruda varita de punta verde, todavía apuntando a la espalda del chico.
Se oyó un ligero sonido de desgarro. Una larga línea rasgó de repente la tela de la
Bolsa Oscura sobre la espalda de James, extendiéndose desde el punto donde la
maldición asesina la había golpeado. James sintió movimiento en el interior de la Bolsa.
Algo había despertado dentro de ella. Muchas cosas, de hecho, y estaban hambrientas.
—¿Qué clase de truco es este? —dijo Lucius, nervioso, dando un paso atrás. Miraba
fijamente el desgarro en la Bolsa Oscura mientras un ruido comenzaba a emanar de ella.
James se endureció a sí mismo, cerrando las manos en puños. El ruido se incrementó,
convirtiéndose en un ruidoso y agitado zumbido. Y entonces, violentamente, la Bolsa
Oscura estalló. Los Borleys manaron del agujero donde la Maldición Asesina la había
roto. Habían saboreado la maldición, y querían más. Fluyeron a través del aire hacia
Lucius como una nube de murciélagos.
Los ojos de Lucius se desorbitaron ante la visión de la avanzadilla de Borleys.
Instintivamente, ondeó la varita hacia ellos, disparando hechizos al azar. Los rayos de
luz salían disparados de la varita, y los Borleys entraron en un hambriento frenesí,
rabiosos y fortalecidos por la magia. Cayeron sobre Lucius como una nube.
James se giró finalmente, dejando que los restos de la Bolsa Oscura se deslizaran de
sus hombros. Cuando miró atrás, Lucius estaba completamente engullido por los
Borleys. Se cernían sobre él, devorándole vivo. Él gritaba mientras se lo comían,
succionando la magia de él, como vampiros. Parecía estar encogiéndose. Cayó de
rodillas, invisible a través de la hirviente y sombría masa. Era horrible, y aún así James
no podía obligarse a apartar la mirada. Al fin, el cuerpo de Lucius pareció deshacerse
completamente. Se disolvió en una especie de cenizas que se desmoronaron y
colapsaron sobre el suelo, su último grito áspero resonando en la oscuridad. En cuestión
de segundos, los Borleys desaparecieron, perdidos en el Vacío.
James se adelantó. Lo que quedaba de Lucius Malfoy sobresalía por las mangas y el
cuello de su túnica como polvo de ceniza. James se arrodilló, con mucho cuidado,
recogiendo dos cosas de las cenizas de la mano de Lucius. Cuando se levantó, se metió
en el bolsillo una de ellas: la varita de Ralph. La otra, la sostuvo en su mano, sintiendo
su pequeño y oscuro poder.
—Deja eso —ordenó el Guardián, y su voz había cambiado, volviéndose más
profunda y menos humana—. No sabes lo que has hecho.
James sacudió la cabeza.
—Sé exactamente lo que he hecho —dijo.
—¡No puedes desafiarme! —rugió el Guardián, y se reveló a sí mismo por primera
vez. Ya no parecía humano, sin embargo, sino un enorme remolino de humo y ceniza.
Sus ojos zumbaban a través de la nube, furiosos y rojos—. ¡Nadie puede desafiar al
Guardián! ¡Suelta la piedra! ¡Tú no puedes contener su poder!
—Eso es cierto —dijo James, que ya no temía al Guardián—, pero conozco a alguien
que si puede.
Se giró, sabiendo de algún modo que Merlín estaría cerca. Tal vez el propio James
había provocado que estuviera allí. Se acercó al gran mago y extendió la mano. En ella,
el anillo centelleaba brillantemente. Dardos de luz lanzaban destellos desde las caras
negras de la Piedra Faro.
Merlín sonrió lentamente y sin humor. Con ademán gentil, tomó el anillo y se lo
colocó en el dedo, junto a su gemelo.
—¡Y ahora —dijo Merlín, alzando la mano—, como tu Embajador terrenal y
portador de la Piedra Faro completa, te lo ordeno! ¡Este no es tu mundo, no deberás
ocuparlo! ¡Fuera, Bestia de los Abismos, Guardián del Vacío! ¡Te destierro a la nada que
debería ser siempre tu hogar! ¡Parte en este mismo momento, y no regreses nunca!
La nube de humo y ceniza rugió. Hizo ademán de caer sobre Merlín intentando
consumirle, pero un enorme y súbito estallido de vívida luz apareció en la oscuridad,
desgarrándola. El rugido del Guardián se convirtió en un chillido mientras era
empujado hacia arriba, hacia la grieta. Él luchó contra la fuerza, girando y
retorciéndose, y por un momento, James pensó que parecía un enorme ciclón invertido.
Y entonces, con un destello cegador y un trueno, desapareció, desvaneciéndose de
vuelta al Vacío del que había venido.
James parpadeó en el silencio. Tomó un profundo aliento y se dio la vuelta hacia
Merlín, exhausto.
—¿Se ha marchado? —preguntó—. ¿Para siempre?
Merlín asintió lentamente.
—La puerta entre los mundos se ha cerrado.
Se había acabado. James volvió a mirar atrás, curioso por ver si quedaba algún rastro
de la grieta cegadora en la cual el Guardián se había desvanecido. No había nada
excepto negrura y silencio. Y entonces....
Hubo un destello y James se tambaleó; luz y ruido explotaron a su alrededor.
Entrecerró los ojos, jadeando en busca de aliento ante el súbito ruido y la ráfaga del aire;
estaba de vuelta en la parte trasera de la locomotora del Hogwarts Express otra vez,
como si nunca la hubiera abandonado. Los árboles pasaban a toda prisa, como antes,
pero cuando James miró sobre el vagón del carbón que había tras él, el aire era brillante
y claro.
—¡Los Dementores se han ido! —gritó a Merlín.
—Enviados de vuelta al Vacío junto con su amo —estuvo de acuerdo Merlín,
asintiendo con la cabeza.
James sonrió con alivio, y de repente recordó el peligroso destino del tren.
—¡Tenemos que parar el tren! —bramó, abriendo mucho los ojos—. ¡Va a caer por el
puente inacabado! ¡Todo el que esté abordo morirá!
Merlín asintió de nuevo, su cara se volvió sombría. Una vez más, James abrió la
puerta del compartimento de la locomotora. En vez de oscuridad, sin embargo, esta vez
encontró un estrecho espacio interior, sofocantemente caliente. En la parte delantera del
compartimento había un banco de incomprensibles diales y aparatos de medición.
Sobre estos, dos amplios ventanales miraban hacia las vías que se aproximaban.
—¿Cuál es el freno? —gritó James, estudiando los diales y palancas impotentemente.
—Esa palanca grande en el suelo —replicó Merlín, recogiéndose las mangas—.
Agarra el mango y empuja tan fuerte como puedas, James. Pase lo que pase, no lo
sueltes.
James envolvió las manos alrededor de la larga palanca, que era casi tan alta como él.
Se preparó para tirar de ella pero entonces cometió el error de mirar por la ventana
delantera. Los árboles se habían descongestionado adelante, revelando un amplio
panorama montañoso. Las vías se extendían ante ellos, cruzando en un largo,
vertiginoso y profundo desfiladero rocoso, pero solo parcialmente. A menos de la mitad
del camino, el puente se detenía, inacabado. Las rodillas de James flaquearon.
—¡Tira de él, James! —ordenó Merlín, alzando los brazos, su cara tan dura como el
granito—. ¡No lo sueltes bajo ninguna circunstancia!
James cogió aliento y tiró de la palanca tan fuerte como pudo con ambas manos. Los
engranajes debajo del suelo de la locomotora chillaron y traquetearon cuando el
mecanismo del freno se puso en funcionamiento. Con una explosión, salió humo de las
calderas a ambos lados del motor, levantando una gran nube blanca. El tren dio
bandazos y comenzó a frenar, pero James sabía que no había forma de detenerlo a
tiempo.
Junto a él, Merlín alzó los brazos. Estaba mascullando rápidamente por lo bajo, con
los ojos cerrados. James le observó mientras tiraba de la palanca del freno. El gran
hechicero estaba temblando muy ligeramente, casi vibrando. De repente la luz del sol se
vertió a través de las ventanas de la locomotora, y James supo que habían pasado los
árboles al borde del acantilado. El tren había comenzado su viaje sobre el desfiladero,
aproximándose velozmente al final del puente. Detrás de James y Merlín, casi todos los
estudiantes de Hogwarts y sus profesores se vieron lanzados hacia delante, jadeantes,
posiblemente inconscientes de su destino. El tren continuaba frenando, sus ruedas
resbalaban, chirriaban, soltaban chispas, pero no servía de nada. James irguió el cuello
para mirar a través del parabrisas y vio el final de la vía aproximándose
alarmantemente rápido. Una X de madera había sido erigida a través de ella para evitar
que los trabajadores cayeran accidentalmente por el borde. Parecía patéticamente frágil
mientras la enorme locomotora escarlata se acercaba a ella a toda máquina. Y entonces,
velozmente, James vio movimiento al final de la vía. Algo verde se movía justo debajo,
tan rápido que apenas podía verlo. Mientras James observaba, sin embargo, el final de
la vía desapareció bajo la línea de visión de las ventanas de la locomotora. Apretó los
dientes, tirando de la palanca del freno con todo lo que tenía, y esperando la larga y
enfermiza caída.
La locomotora se bambaleó ruidosamente como si hubiera caída a una cuneta, y
James casi soltó el freno. Junto a él, Merlín se tambaleó pero permaneció erguido, con
las manos todavía alzadas, todavía murmurando. Asombrosamente, el tren no cayó.
Continuó moviéndose hacia adelante, empujado por la fuerza de los vagones tras él,
frenando casi imperceptiblemente. Como Merlín, de repente la locomotora pareció estar
vibrando. Como si gradualmente fuera perdiendo fuerza, la vibración se incrementó,
convirtiéndose en un ruidoso e irritante estremecimiento que amenazaba con romper la
locomotora por sus pernos. James miró por las ventanas con incredulidad, con los ojos
muy abiertos, mientras el desfiladero se extendía bajo ellos. La locomotora frenaba,
crepitando y resbalando hasta que finalmente, después de lo que pareció una eternidad,
se detuvo con una sacudida. El cese súbito de la inercia le hizo perder el equilibrio y
James se cayó sobre una rodilla, todavía aferrado a la palanca del freno.
El silencio descendió sobre la locomotora, sorprendente después del ruido y el caos.
Resonaba en los oídos de James. Estremeciéndose, este tomó un profundo aliento y
luchó por levantarse.
—Eso ha sido... —empezó, y entonces se levantó de un salto, colocando su hombro
bajo el brazo de Merlín cuando el gran mago comenzó a derrumbarse—. ¡Ugh! Es
usted... ¡unf!... ¡pesado! ¿Qué le pasa?
Merlín luchó por mantenerse erguido. Gimió y se colocó una mano en la cabeza
como para mantenerla sobre sus hombros. Lentamente, se las arregló para sostenerse
por sí mismo y se apoyó contra la pared del compartimento de la locomotora. James le
miró, frunciendo el ceño con curiosidad, y después observó más atentamente.
—¿Qué le ha pasado? —preguntó sin respiración—. Parece... ¡viejo!
La cara de Merlín, que no había sido exactamente joven desde un principio, estaba
llena de arrugas. Había pesados y oscuros círculos bajo sus ojos. Incluso su barba y su
cabello parecían haber crecido y encanecido hasta un gris acerado. Levantó la mirada
cansado, vio preocupación en los ojos de James, y sonrió apenado.
—Veinte años en treinta segundos —dijo, con voz seca y rota—. Perder dos décadas
tan rápido tiende a pasar factura a cualquiera.
James saltó hacia él.
—¿Dónde las perdió?
—Justo bajo este tren —dijo Merlín, levantándose y girándose—. Vamos. No puedo
garantizar que aguante mucho más. Tenemos que sacar a todo el mundo de este tren, y
rápido.
James siguió al gran hechicero, y mientras lo hacía, sintió la más extraña de las
sensaciones; era como si la locomotora se balanceara ligeramente, como un árbol
combándose ante una súbita brisa. Cuando trepaban sobre el vagón del carbón y al
interior del primer compartimento de pasajeros, regresando a las alegres felicitaciones
de Rose, Ralph, Zane y Albus, James no pudo evitar mirar hacia abajo. Las ruedas del
tren parecían sofocadas por hojas verdes y enredaderas.
Media hora después, James estaba de pie con el resto de los pasajeros del tren a un
cuarto de milla de distancia, a lo largo del borde del desfiladero. Estaban esperando un
segundo tren, que había sido despachado para llevarlos durante el resto del camino a
casa.
Zane pateó una piedra más allá del borde y la observó rebotar por los peñascos hasta
los árboles de abajo.
—¿Cómo fue la cosa allí en la locomotora? —preguntó a James.
—Aterradora —dijo James son sentimiento—. Creí que estábamos muertos, sin lugar
a dudas.
Rose preguntó:
—¿Le viste hacerlo?
—Le vi hacer algo. No sabía qué estaba tramando.
—Envejecer veinte años en treinta segundos —dijo Albus maravillado—. No lo
creería si no lo hubiera visto.
—¡Lo que más me asombra a mí —comentó Ralph, mirando más allá del
desfiladero—, es que consiguiera que el árbol creciera con forma de vías!
Una vez más, James miró sobre el desfiladero boscoso entre las montañas. Desde su
perspectiva, podía verlo claramente. El puente del tren inacabado terminaba a menos de
la mitad del camino. Creciendo desde el extremo del tren, sin embargo, y extendiéndose
el otro tercio del camino, había lo que parecía ser una gigantesca secuoya perfectamente
horizontal. El árbol tenía un follaje exuberante, que se ondulaba ligeramente con la brisa
fresca. El Hogwarts Express estaba detenido en lo alto de él, todavía salía humo de sus
calderas en una larga cinta blanca.
—Dio veinte años de su propia vida para hacer crecer ese árbol —dijo Rose,
sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Hablando de comunión con la naturaleza.
Zane asintió.
—Si. Todavía está allá bajo ahora mismo, en "comunión" con el espíritu del árbol de
esa secuoya. Me alegro de que Merlín sea el que tenga que explicar a ese árbol como ha
crecido tan rápido —dijo, sonriendo ampliamente—. Y por qué tiene un tren humeante
posado sobre su tronco.
James, Rose y Albus estaban sentados entre la hierba alta en el patio, parpadeando
desconsoladamente al sol de la mañana. Cerca, Harry, Ginny, Ron, y Hermione, estaban
de pie hablando quedamente. James levantó la mirada, observando a lo largo de la
longitud del camino de tierra.
—¿Ves a alguien? —preguntó Albus, enterrando el talón en la hierba.
James sacudió la cabeza.
—Llegan tarde.
—¿Por qué iban a tener prisa? —se quejó Albus—. Ya han pagado por ella. Todo lo
que tienen que hacer es firmar los papeles y coger la llave. No es como si fueran a
utilizarla alguna vez.
—Desearía que todo esto se hubiera acabado —dijo Rose, suspirando tristemente—.
Sé que fue idea mía venir y despedirnos de la Madriguera, pero ahora que estoy aquí,
apenas puedo mirar el viejo lugar. Solo saber que los nuevos propietarios van a
derribarla...
—La abuela y Lily están buscando piso en la ciudad —comentó James—. Eso puede
ser agradable. Será más fácil para ella, y podremos ir a verla siempre que queramos.
Albus masculló:
—No será lo mismo. No sin la Madriguera.
James suspiró. La boda de George y Angelina había sido el día anterior, y como es
lógico, había sido una ocasión muy animada. Todo el mundo había estado allí,
incluyendo a Hagrid, Neville, e incluso la profesora McGonagall. La anterior directora
hasta había bailado un poco, lo cual había dejado a los estudiantes boquiabiertos de
asombro. En contraste, estar sentados en el patio de la Madriguera por última vez,
esperando a que los nuevos propietarios llegaran y tomaran posesión de ella, parecía
particularmente descorazonador. Los comienzos casi siempre implican un final, había
dicho el padre de James mientras se preparaban esa mañana, pero James no lo había
encontrado particularmente reconfortante. No por primera vez, James se encontró
pensando en el último sueño que había tenido cuando todavía tenía la cicatriz
fantasmal; el sueño en el que un Albus más adulto había entregado su varita a una
joven... ¿Petra?... en el cementerio, quien había procedido a lanzar la Marca Oscura y
después había vuelto la varita contra él. Obviamente, eso nunca había ocurrido, y aún
así James no podía sacudirse la sensación de que era una especie de profecía o
predicción. Tabitha había dicho a James que Albus era un chico con gran potencial, y
eso, James estaba seguro, no había sido una fanfarronada. Tabitha lo creía. ¿Qué
significaba? James miró fijamente a su hermano a la luz del sol... su hermano, que
llevaba los nombres de un gran Gryffindor y un gran Slytherin, y que tanto se parecía a
su padre, el Chico que Vivió.
—Aquí vienen —dijo Rose, arisca.
James siguió la mirada de Rose y vio una nube de polvo aproximándose desde el
extremo del camino.
Los tres se levantaron y sacudieron mientras el vehículo se aproximaba. Se acercaron
lentamente hasta detenerse junto a sus padres. Harry entrecerró los ojos y se ajustó las
gafas.
—Tienen un coche diferente al que trajeron al banco —comentó.
Ginny dijo.
—Solo tú advertirías eso, señor Auror.
—Que bonito —refunfuñó Ron—. Comprar una casa y un coche todo en la misma
semana.
—Shh —dijo Hermione, pero sin mucho sentimiento.
Harry fruncía el ceño ligeramente.
—Eso no es exactamente un coche nuevo. De hecho... —de repente, su cara se rompió
en una sonrisa maravillada—. Que me aspen...
—¿Qué? —preguntó Albus, poniéndose de puntillas y escudándose los ojos del sol.
James miró también. Mientras el vehículo se acercaba, pudo ver que desde luego no
era un coche nuevo. Era, de hecho, muy viejo pero cuidadosamente restaurado. Saltaba
y rebotaba sobre el camino accidentado, brillando al sol con sus cromados y enorme
parabrisas.
—¡Es el Anglia! —gritó Rose, saltando arriba y abajo, aplaudiendo—. ¡El Anglia del
abuelo! ¿Pero cómo?
Harry estaba sacudiendo la cabeza, sonriendo. Ron fruncía el ceño, asombrado,
mientras el coche se detenía con un chillido justo delante de ellos. La puerta del
conductor se abrió y una enorme figura salió de ella. James no reconoció al hombre al
principio, ya que no estaba acostumbrado a esa cara repentinamente envejecida.
—¡Merlinus! —dijo Hermione, adelantándose para encontrarse con él—. ¿Qué está
haciendo aquí? ¿Cómo consiguió el automóvil de Arthur?
—Me alegra decir —replicó Merlín—, que viene con la casa. Esta es la dirección
correcta, ¿no? Asumo que no os encontraría a todos de pie delante de ninguna otra casa
recientemente adquirida por otro.
Ron rió.
—Este es el lugar, supongo, ¿pero qué quiere decir? ¿Dónde están los Templeton?
—Negociando alegremente la compra de un condominio en Kensington Knob, creo
—respondió Merlín, cerrando con cuidado la puerta del Anglia—. Después de la
cantidad bastante impropia que les pagué por este encantador domicilio, sospecho que
pudieron incrementar bastante su presupuesto para la compra de una casa.
—¿Usted ha comprado la Madriguera? —exclamó James, una sonrisa se extendía a
través de su cara.
—¿Pero por qué, Merlín? —preguntó Harry, sacudiendo la cabeza maravillado.
Merlín pareció sorprendido.
—Yo creía que la respuesta a eso es bastante obvia. Todavía soy relativamente nuevo
en esta época y necesito una casa propia. Las oficinas de la escuela son encantadoras,
pero un mago de mi temperamento desea espacio para propagarse. Encuentro esta
casita perfectamente adecuada para mis necesidades, quizás incluso demasiado grande.
Por eso esperaba poder persuadir a la anterior propietaria para que se quedara, así me
ofrecería compañía y se ocuparía del lugar durante el curso escolar.
—¿Quiere que la abuela Weasley venga a vivir aquí otra vez? —gritó Rose
alegremente—. ¡Ole! ¡Eso es maravilloso!
Ron preguntó.
—¿Habla en serio? ¿Realmente quiere que mamá viva aquí?
Merlín asintió.
—Tal vez sea indulgente conmigo y me prepare una taza de té de vez en cuando. Yo,
por otro lado, puedo ayudarla con el mantenimiento mágico del lugar. Parece un trato
justo, ¿no?
Hermione sonrió felizmente.
—Tendrá que encerrar a Molly en el ático para evitar que le haga el té. En realidad,
Merlinus, esto es más de lo que podríamos haber esperado. ¿Pero de dónde sacó el
dinero?
Merlín entrecerró los ojos conspiratoriamente.
—¿Sabíais que ese banco Gringotts tiene doce siglos de antigüedad? Es
verdaderamente notable lo que una pequeña inversión puede revertir después de mil
años. Digamos que no me faltarán ingresos durante algún tiempo.
—¿Hizo un depósito antes de saltar en el tiempo? —exclamó Ron, abriendo los
ojos—. ¡Eso fue una genialidad!
—¿De qué sirve ser un hechicero si no puedes manipular el tiempo en tu provecho?
—estuvo de acuerdo Merlín, igualando la sonrisa de Ron.
—¡Vayamos a por la abuela y Lily! —dijo Albus excitado—. ¡Antes de que haga algo
estúpido como alquilar un piso en la ciudad! Podemos volver a mudarla aquí hoy,
¿verdad? ¿Verdad?
—No veo por qué no —rió Harry—. Si a Merlín le parece bien.
—No podría ser de otro modo —replicó el gran hombre—. De hecho, podemos
utilizar el delicioso vehículo de vuestro abuelo. Creo que todos encajaremos dentro si
no nos importa ir apretados.
—¿El Anglia? —preguntó James mientras todo el mundo empezaba a subir al viejo
coche—. Tardaremos una eternidad en llegar a la ciudad en eso.
—Creo que te sorprenderá —respondió Merlín, subiendo al asiento del conductor y
sonriendo enigmáticamente—. Que todo el mundo se sujete a algo. Puede que hayan
algunos baches.
Cuidadosamente, Merlín apretó un botón grande en el salpicadero del coche. Con un
tirón y un traqueteo, las enormes alas de lona irrumpieron de los costados del coche,
brotando de un punto detrás de donde quedaba la cabeza de James al estar sentado en
su asiento. Ruidosamente, las alas comenzaron a aletear arriba y abajo, asumiendo un
ritmo firme.
—¡Las alas funcionan! —rió Albus—. ¡Consiguió que funcionaran las alas!
¡Excelente!
Lentamente, acompañados por una creciente nube de polvo ventoso, el coche se alzó
del camino. Ron aulló por la ventana del lado del pasajero mientras Merlín conducía el
coche al aire, apuntando hacia el horizonte occidental. Ante el sonido de la risa
deleitada y el chillido de alegre terror de Hermione, Merlín pisó el acelerador,
empujándolo hacia el suelo. Las alas zumbaron, y el coche se inclinó hacia abajo,
volando como un abejorro sobre el patio de la Madriguera y lanzando su sombra sobre
el garaje al pasar.
En millas a la redonda, los niños muggles alzaron la mirada, preguntándose por el
misterioso sonido de risas que pasaba velozmente en lo alto.
1 Comment:
dejo mi comentario ya que es una nueva manera de ganar puntos en hogwarts virtual bueno oo que decir de hogwarts y de el sitio muy buenas las dos cosas la renovaicon de hogwarts es impresionante para nostros los nuevos la verdad que (personalmente) se me facilito todo... pude aprender a manejar el foro muchisimo mejor.. y bueno espero que el foro cresca dia a dia con nuevas cosas porque esta muy bueno !!!
saludos marcuss
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